viernes, 20 de agosto de 2010

fue hace tanto tiempo...(seg. parte)

FUE HACE TANTO TIEMPO  (seg. Parte).
Hace más de diez años atrás, el acababa de cumplir su mayoría de edad, trabajaba manteniendo jardines en las zonas de quintas, haciendo cadeterìa, lavando coches, ayudando en los fletes, en fin, las changas que fueran surgiendo.
Vivía con su madre y el esposo de la misma, de condición humilde pero extremadamente pulcros, parar la olla se les hacía muy cuesta arriba, vivían en un barrio  que cuando la familia llegó a él muchos años atrás era sólo un gran descampado, calles con mejorado,  y algún que otro árbol viejo y retorcido, con el tiempo se había transformado en una zona de matrimonios jóvenes, casitas lindas, con mucho terreno, donde el almacén todavía daba fiado y el carnicero conocía la vida de todos.
El cambio en algunos aspectos era notable, su humilde casita contrastaba con las otras más nuevas…pero ninguna opacaba al jardín y huerta que su madre había cultivado a través de los años.
Una mañana  mientras tomaba la calle paralela a la suya, en la parte de atrás de su manzana, vio que en la casa que daba con sus fondos se estaban mudando, hacía rato que la propiedad estaba en venta, él trepaba por el tapial y daba de comer a los dos gatitos que se habían adueñado del pequeño parque del deshabitado lugar.
Con el tiempo descubrió que era una pareja en la treintena con una nena chiquita que lo reemplazó inmediatamente sus cuidados con los mimosos felinos, él la escuchaba hablarles mientras se hamacaba o jugaba en el tobogán  de su “casita nueva”.
Se encontró pasando muy seguido por el frente de la casa en cuestión.
La primera vez que vio a la joven esposa de ese hogar que parecía soñado sintió una puntada en el estómago, no es que fuera hermosa ni llamativa…pero tenía algo…en los gestos delicados, en el cabello largo y brillante, en la independencia que se adivinaba en sus movimientos…en esa mirada triste que se iluminaba como mil estrellas al ofrecer su mejor sonrisa.
Por el tapial la escuchaba jugar con la nena, salpicarse en la pile, enseñarle a nadar, el ruido de la cortadora de pasto le indicaba que había actividad familiar en el jardín.
Un día a él no lo vio más… venía esporádicamente, se escuchaba discusiones fuertes, maltrato…y tarde en las noches de verano, sentía la música suave y movimientos en las reposeras cerca del muro, entonces sabía que su vecina estaba sola, desvelada, que a su hijita “le tocaba irse con el papá”.
 Se había enamorado de esa imagen de mujer, más grande que él, mucho tal vez si se tiene en cuenta  a los números, pero que parecía muy joven y desprotegida.
Era menuda, delicada, tenía clase… de esa que no se compra con dinero.
Una tarde que pareció un acto “como al descuido” pero que estuvo meticulosamente planeado se ofreció a ayudar con el jardín y ella distraída entre las payasadas de él y la nena volvió a reír, se acostumbró a pedirle pequeños favores y él quería entregarle el alma.
La casa pronto expuso su cartel de “se vende” y él supo que no podía dudar… tenía que actuar rápido, ofrecerle su amor, su vida, vivirían sin los lujos a los que ella estaba acostumbrada pero serían felices, borraría de una vez esa tristeza en los ojos de largas pestañas y la sonrisa que lo iluminaba a él cuando la ofrecía quedaría dibujada para siempre en el rostro de ella.
Habló con uno de sus patrones, le dijo que necesitaba algo fijo, y lo consiguió, pero no estaba acostumbrado a la rutina y con sus escasísimos estudios  tenía poco respaldo para el progreso.
Tejió una telaraña de fantasías, haría lo que fuera para poder lograrla, tenía una voluntad muy férrea, era educado….a lo único  que jamás se había acostumbrado y no toleraba era a los libros… sólo tenía hasta el ciclo básico.
Una noche soñada con la luna que iluminaba todo en azules y plata como si fuera un cuento de Disney, la sintió acomodarse en las reposeras, cada tanto el tintinear del hielo en su vaso le indicaba que no estaba dormida, hacía calor y él estaba atento a cada oportunidad, se bañó, se perfumó, se puso su mejor camisa, los jeans impecables y fue… nervioso y con la determinación de una topadora  la invitó a compartir un helado.
El amor de él y la soledad de ella hicieron el resto, fue una noche caliente e interminable, hermosa, la buscó innumerable veces, en el césped recién cortado, en las reposeras, contra los muros, en la pileta… ella jamás dijo que no, tampoco buscaron el refugio del dormitorio.
Fueron meses irreales, ella ya no tenía el aspecto  vencido, estaba espléndida  segura, con la determinación  de salir adelante y tratar de definir su situación de la mejor manera.
El le planteó sus proyectos de formar un hogar… ella al principio lo encontró divertido, le hizo ver que una cosa era un recreo compartido donde ambos encontraban fuerzas para enfrentar sus realidades y otra pensar en que ella iba a salir de un divorcio para  convivir con él o con quien fuese.
Después todo empeoró, comenzó  ir a su casa cada vez que los celos  lo corroían, necesitaba poseerla, sentir que ella se estremecía y  disfrutaba al límite, la cabeza le daba vueltas sobre lo mismo, la tomaba una y otra vez como un poseso,  siestas enteras dedicado a darle y recibir placer, ella descargaba toda la adrenalina de los cambios que estaba enfrentando y apagando el fuego que llevaba tanto tiempo sin satisfacer.
Hasta que las discusiones invadieron los momentos de relax, él no entendía de las diferencias de edades, de proyectos, ella llevaba años respondiendo a una pareja, horarios, planteos que no siempre eran propios, él tenía su primer experiencia en el amor… estaba dispuesto a todo con tal de que no se le escurriera como agua entre las manos.
Finalmente ella tomó la decisión de cortar y él en su impotencia estaba ciego y enfurecido… terminaron mal, ella le prohibió que se le acerque, él montaba guardias eternas, lloraba, suplicaba….amenazaba con hacerse daño.
La casa se vendió y ella lo abrazó fuerte una última vez mientras la bronca brillaba en los ojos que la habían mirado con adoración; intentó aconsejarlo, hacerle ver lo que él era incapaz de reconocer.
Luego de eso…no volvió a pasar por el frente de la casa, tampoco pegaba su oreja al muro que dividía las propiedades, no podía ver ese jardín donde se habían amado tanto, vacío y sin la presencia de ella… le quemaban las entrañas… necesitaba tenerla, le urgía hundirse en esa piel y ese perfume que lo volvía loco.
Dejó de trabajar … pasaba su tiempo mirando el techo de su habitación, discutía con su madre, llegó a gritarle y echarle en cara su condición humilde… el padrastro por primera vez en su vida intentó frenarlo y él desató toda su frustración en el rostro del buen hombre.
Se fue de la casa, deambuló por lo de algunos conocidos, pero no hallaba paz ni sosiego… se le acercaron malas juntas… esas que “huelen” la debilidad ajena, primero fueron algunas salidas de las que antes se hubiera horrorizado, comenzó a tomar…. Cambió el día por la noche.
Al principio robaba comida, después “hacía trabajitos “ para uno de esos “jefes” que en todo barrio marginal se precia de comandar….
Se abrió, el resentimiento lo acompañaba…se sentía “mercadería podrida”, nunca iba a estar a la altura de la mujer que alguna vez tuvo y ya no.
Usaba y abusaba de su encanto… que salía a la luz cuando lo necesitaba, así consiguió sobrevivir un tiempo… después…vino la merca y con eso la oscuridad total.
Una siesta que estaba más alterado que de costumbre, salió a caminar a ver si “encontraba algún  descuidado”… se bajó la capucha y se encaminó hacia una avenida.
De lejos divisó una chica que caminaba a buen ritmo, era menuda, no iba a ofrecer resistencia… se iría acomodando a su paso, se acercaría despacio… y cuando notara su presencia… el miedo haría el resto, siempre funcionaba.
Tomó su revolver, compañero de aventuras y lo mantuvo escondido en el bolsillo… la chica ya había notado su presencia… se acercó y ella giró para enfrentarlo en el momento en que la tomaba del brazo y la presionaba en el costado para mantenerla quieta.
Entonces se vio en esos ojos asustados… y por un momento fue como volver al pasado… uno que nunca quedó del todo atrás… sintió vergüenza… mucha.
Aflojó la presión del arma sobre las costillas de ella que lo miraba muda y sorprendida… evidentemente nunca pensó en que él … su amante… su refugio en la tormenta se convertiría con los años, en una amenaza a la vuelta de cualquier esquina.
Se vio como ella debía de estar viéndolo y no pudo soportarlo.
La soltó, se encasquetó la capucha de su canguro y se alejó corriendo… a su madriguera.
No se soportó a sí mismo.
No podía ser esto en lo que se había convertido.
Las cosas tendrían que cambiar…no podría seguir viviendo de esa forma… sentía asco… y mucha vergüenza.


Patricia Figura, agosto de 2010

4 comentarios:

  1. Trilogía? dále que tus cuentos, tan bien contados, siempre me dejan con ganas de saber más de esos personajes, de esas vidas...

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    1. gracias Susi... quien te dice que se venga el final.... alguna sugerencia?

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  2. Yo soy como la Susanita de Quino, quiero un final en el que sean felices y coman perdices. jajajajaja. Me gustó mucho, pero dale otra oportunidad. Otra oportunidad, otra oportunidad.
    Besos

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    1. se va a tener que convertir en trilogìa entonces jaajajjaja

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