miércoles, 20 de mayo de 2020

MARCADOS A FUEGO...


Marcados a Fuego.
Una vez más se dispuso a comenzar el día con todas las pilas….como siempre.
Era una máquina de hacer y generar nuevos desafíos.
Contagiaba a quien tuviera el placer de encontrarse por un motivo u otro dentro de su mundo.
Era bella? Si, o al menos lo testificaban los grandes modistos que habitaban el planeta, jurados de belleza, cientos y cientos de tapas de revistas, en cuanto al espejo…era humana, como todos, había días en que se veía y se sentía como para comerse el mundo, otros, no tanto, pero lejos de desanimarla, descubría alguna otra faceta , otros tonos, colores, gestos.
Clásica, elegante, de sonrisa rápida, obsesiva, posesiva, encantadora, mundana, cosmopolita, incansable, divertida, compañera…pero su fuerte era conocerse a sí misma como si se hubiese diseñado antes de nacer.
Tal vez con el tiempo si, en parte era una creación propia, pero venía de buena cepa, supo potenciarlo, nada la detenía cuando iba tras un proyecto, sabía rodearse de quienes podían llevarlo a  cabo bajo su óptica…había aprendido a terciarizar, pero jamás se alejaba demasiado de la fuente a producir…ella era su marca y su sello.
Se había casado por primera vez siendo casi adolescente.
Esas historias donde la estrella del deporte queda obnubilada ante el candor y belleza de quien con solo mirarlo fijamente lograba quedar “grabada a fuego”,
Por supuesto que el matrimonio duró un suspiro, un suspiro intenso, inolvidable, que al recordarlo le dibujaba una sonrisa soñadora y dulces evocaciones.
Pero él supo que ella estaba para grandes cosas, no iba a ser una compañera de lo que él vislumbraba como su futuro, retirado del medio, vida rural, lejos de las luces y los flashes y con el alma desgarrada la dejó en libertad.
Ella no quería esa libertad, lloró, prometió e imploró…y finalmente la vida le demostró que él tenía razón.
Con los años la buscó, la felicitó, había seguido toda su carrera, él había formado familia con un a tranquila muchacha de pueblo, tenía hijos…el brillo en los ojos cuando la miraba estaba intacto…
Ella se casó nuevamente cuando comenzaba su segunda década de vida, tuvo un marido intenso como ella, le gustaban las reuniones, la buena mesa, los juegos de azar, era atractivo inquietante, cuando ambos entraban a una fiesta, los ojos tanto masculinos como femeninos se volvían imanes.
Tuvieron hijos amados, buscados y disfrutados.
Ella continuaba deslumbrando en las pasarelas, tenía amigas sólidas, amadas, refugios, risas compartidas, leales, compañeras, que compartían diferentes aspectos de su vida.
Era pasional, necesitaba las pulsaciones al máximo, desafíos, adrenalina…pero a la vez buscaba la estabilidad, la paz, el lugar seguro que jamás sería arrebatado.
Y lo logró.
Pero antes tuvo que atravesar otra separación, esta vez con hijos en el medio, resolver cuestiones personales, planteos, mantenerse firme y sobre todo fiel a sí misma, ya no se encontraba en esa pareja.
Trabajaba mucho, muchísimo, no conocía el cansancio físico, viajaba, conocía gente, generaba contactos, se convirtió en empresaria, revisaba números, tendencias, era objetiva con todo lo referente a su firma, el viejo continente la inspiraba, junto a las historias compartidas junto a sus padres, jamás olvidados y siempre ponderados.
En plena vorágine llegó a su vida quien fuera a cumplir a su lado las Bodas de Perla…treinta años juntos.
En qué momento pasó todo?
Juntos lograron un familión…compañerismo, charlas, pasión, “nos marcas a fuego” le susurró él con voz ronca luego de hacer el amor una y otra vez.
A ella le encantó.
Se estiró en su gran cama, como un gato remolón, observó su lugar privado dentro del que era su hogar, se despertaba feliz rodeada de pares de ojos significativos y amados, las paredes cubiertas de imágenes que retrataban su larga, aunque pareciera corta, y grata vida.
Sus libros, gran lectora, sumaban grandes cantidades, en los cuales se imbuía y abstraía de su propia historia de novela.
Sus cremas, potiches, faciales, rubores, sombras, rizadores…un guardarropa siempre renovado, clásico y vanguardista a la vez.
Sus gafas, colecciones completas.
La luz que entraba a raudales por los ventanales.
Por momentos deseaba capturar todo en su mente, con total detalle, otras prefería tener una memoria selectiva, nunca se veía igual, el aburrimiento y la desidia no tenían lugar en su diccionario de palabras preferidas.
Se levantó, iba a preparar su cafecito…a ver sus plantas, a recorrer sus rincones mientras su cuerpo se ponía a tono con su espíritu.
Se sentía plena. Se sentía feliz.


Patricia Figura, mayo de 2020

Para una lectora que no sólo disfruta y comenta mis cuentos, sino que aporta ideas y sugerencias, los vive, los siente, me honra con eso.
Vos sabés.