miércoles, 17 de febrero de 2016

TODO BAJO CONTROL....

TODO BAJO CONTROL….

Sus ojos se dirigieron directamente al cuenta kilómetros del coche de su esposa, ni siquiera podía mirar en calma, la ansiedad por controlar…. lo controlaba a él.
Sesenta km en las últimas doce horas.
Mucho.
Si fue de la madre en la ciudad vecina estaba casi justificado.
Cuando le preguntó esa mañana qué pensaba hacer ella no lo mencionó….durante seis horas matutinas estaba encerrada en su box laboral.
Restaban seis horas.
En las cuales de las cuatro veces que la había llamado, sólo respondió una vez.
Le dijo que estaba en la peluquería retocándose los reflejos.
La peluquería quedaba a escasas diez cuadras.
Luchó durante los diez años de casados para que no tuviera auto propio.
La excusa del doble seguro, doble cochera, doble gasto de combustible y mantenimiento, a regañadientes lograba convencerla.
Se complicaba mucho turnarse con el coche familiar y las actividades tanto laborales como escolares y extraescolares de los chicos.
A medida de que los años pasaban, las discusiones llegaban a puntos realmente fuertes.
Cuando cobraron el seguro de la madre de ella, no había excusa para  dilatar la cuestión, podían permitirse los extras porque la tranquilidad familiar lo valía, era preferible economizar en otra cosa, se habían mudado de casa y si bien la cochera no era totalmente cubierta, los coches entraban.
Fue todo un tema la elección.
Cada vez que ella estaba por cerrar la operación, él encontraba una falla importante en la chapa, motor, sistema eléctrico, o papeles.
Decidió entonces su esposa hacer una entrega y pagar el resto en cuotas de un plan adjudicado.
La palabra cuotas y deudas lo hizo transpirar aún más que la supuesta falta de control en los movimientos de ella.
Le encontró un usado en relativo buen estado, útil para andar por la ciudad, cuidando su uso, no era para grandes trayectos.
Ahora, antes de entrar al hogar familiar, con la llave extra se sentó al volante a mirar como lo hacía diariamente, y sin asomo de culpa, lo que le “informaba” el coche.
Había tierra seca en las cubiertas….eso sí era más que extraño.
Tierra seca? Sesenta km?....el tanque de nafta en la reserva no era demasiada novedad.
Sabia que ella era imprevisible, independiente, si él no “ajustara las tuercas” ….no estaría nunca en la casa, no le gustaba que trabajara fuera del hogar y menos en una oficina donde el ochenta por ciento eran profesionales hombres, con los cierres de los pantalones  falseados….eran conocidos, el mundo era un pañuelo.
Pero contra eso no había podido luchar y por otro lado el dinero se necesitaba.
El era el encargado de llevar minucioso control sobre los sueldos de ambos, sino… sería imposible el ahorro y el progreso, estaba convencido de eso.
No era tonto, ella siempre estrenaba hermosas prendas “compradas fueras de temporadas” según le decía “regalo de las chicas”, “no puedo ir a trabajar en harapos, no seas roñoso”….pero eso estaba calculado, protestaba para que ella sintiera el límite, sino no entrarían en la casa la cantidad de trapos y calzados que ella compraría compulsivamente.
Ella era hermosa, brillante, querible…hasta que se enojaba, hasta que explotaba, podía llegar a estar semanas sin hablarle más que lo justo y necesario…ahí él iba cediendo a cuenta gotas, pero el control le salía de las venas, era más fuerte que él, lo hacía con todo, con las tarjetas de crédito, con los horarios, con los alimentos, con los lugares para vacacionar…. con el dinero de reserva….ése era su punto débil, la cuenta que solo él y su hermana conocían, ambos eran iguales y tenían dos cuentas por orden recíproca que ninguno de los cónyuges conocían….ellos eran hermanos, juntos aunque el mundo colapsara, educados en el ahorro extremo, casi avaricia en una de las formas de la idolatría, se comprendían mutuamente, esas cuentas que engrosaban año tras año, eran sus refugios, sus premios, sus seguros si todo se venía abajo.
Por el retrovisor vio que ella venía con las bolsas de los mandados casi doblando la esquina, esperando a que el torrente de autos que el semáforo había dado pase, le dejara la senda peatonal libre.
Se bajó y cerró, fue caminando hacia ella que aún no lo había visto.
Le sonrió y le dio un sonoro beso en los labios, la abrazó.
Tomó una de las bolsas, le preguntó por los chicos, ella conversaba animadamente, él elogió el nuevo color de cabello, “sí, había ido a la peluquería después de todo” … le preguntó por su día de trabajo,  respondió con “lo mismo de siempre, ya te conté cuando llamaste”….ella planeaba mentalmente la cena, y organizar un poco de papeles que había traído de su trabajo, las horas no le alcanzaban, lo escuchaba vagamente en su discurso diario, con las repetidas quejas y repreguntas, se encerró en su mundo, asentía con la cabeza mientras su mente ya estaba en otro lugar.
Llegaron a la puerta del hogar familiar, caballerosamente él abrió y le dio lugar para entrar, ella se quejó de que todavía tenia que buscar al más chico antes de guardar el auto, él se ofreció a hacerlo así ella podía quedarse cocinando y no cenaban tan tarde, le hacía mal a su hernia de hiato.
Ella se encaminó a guardar todo, y sacar del freezer unas presas de pollo, que acompañarían con arroz amarillo y ensaladas que ya estaban limpias, no le respondió, dejó todo listo y se dirigió al living a buscar su cartera y las llaves del auto, no quería dejar de pasar a pagar por la boutique antes de que cierre, la zapatería y la casa deportiva, ya era diez y después le cobraban todo con recargo, no tenía intenciones de usar la tarjeta de crédito, no tenía ganas de dar explicaciones del resumen si lo abría él antes que ella.
“amor!!!!!.....venís enseguida?????….iba a ir yo….vamos a acostarnos tempranito…. así estrenamos tu nuevo color de cabello…” le dijo en tono jovial mientras ella se estaba yendo, a ver si le decía algo de la peluquería….¿sesenta km? ¿En la ciudad?.
Ella se hizo la que no lo escuchó, saludó a la vecina de enfrente que salía a caminar con su marido, subió al coche, sintió el perfume de él en el interior…. revoleó los ojos… dejó el fastidio de lado, no lo iba a cambiar…. Se miró en el espejo, le gustó el cambio, había valido la pena la distancia y meterse en ese nuevo barrio sin asfaltar en las afueras, la chica era simpatiquísima y trabajaba muy bien, le iba a mandar un mensajito a su amiga agradeciendo el dato.
Dio marcha atrás, puso primera cuando el semáforo de la esquina frenó los coches y fue en busca de su hijo, estaba cansada y aún le quedaban las cuentas por pagar.



Patricia Figura, febrero de 2016