TODO BAJO
CONTROL….
Sus
ojos se dirigieron directamente al cuenta kilómetros del coche de su esposa, ni siquiera podía mirar en calma, la ansiedad por
controlar…. lo controlaba a él.
Sesenta km en las últimas doce horas.
Mucho.
Si fue de la madre en la ciudad vecina estaba casi
justificado.
Cuando le preguntó esa mañana qué pensaba hacer ella
no lo mencionó….durante seis horas
matutinas estaba encerrada en su box laboral.
Restaban seis horas.
En las cuales de las cuatro veces que la había llamado,
sólo respondió una vez.
Le
dijo que estaba en la peluquería retocándose los reflejos.
La
peluquería quedaba a escasas diez cuadras.
Luchó durante los diez años de casados para que no
tuviera auto propio.
La excusa del doble seguro, doble cochera, doble
gasto de combustible y mantenimiento, a regañadientes lograba convencerla.
Se
complicaba mucho turnarse con el coche familiar y las actividades tanto
laborales como escolares y extraescolares de los chicos.
A
medida de que los años pasaban, las discusiones llegaban a puntos realmente
fuertes.
Cuando cobraron el seguro de la madre de ella, no había
excusa para dilatar la cuestión, podían permitirse
los extras porque la tranquilidad familiar lo valía, era preferible economizar
en otra cosa, se habían mudado de casa y si bien la cochera no era totalmente
cubierta, los coches entraban.
Fue
todo un tema la elección.
Cada vez que ella estaba por cerrar la operación, él
encontraba una falla importante en la chapa, motor, sistema eléctrico, o
papeles.
Decidió entonces su esposa hacer una entrega y pagar
el resto en cuotas de un plan adjudicado.
La
palabra cuotas y deudas lo hizo transpirar aún más que la supuesta falta de
control en los movimientos de ella.
Le encontró un usado en relativo buen estado, útil para
andar por la ciudad, cuidando su uso, no era para grandes trayectos.
Ahora, antes de entrar al hogar familiar, con la
llave extra se sentó al volante a mirar como lo hacía diariamente, y sin asomo
de culpa, lo que le “informaba” el coche.
Había
tierra seca en las cubiertas….eso sí era más que extraño.
Tierra seca? Sesenta km?....el tanque de nafta en la
reserva no era demasiada novedad.
Sabia que ella era imprevisible, independiente, si él
no “ajustara las tuercas” ….no estaría nunca en la casa, no le gustaba que
trabajara fuera del hogar y menos en una oficina donde el ochenta por ciento
eran profesionales hombres, con los cierres de los pantalones falseados….eran conocidos, el mundo era un
pañuelo.
Pero
contra eso no había podido luchar y por otro lado el dinero se necesitaba.
El
era el encargado de llevar minucioso control sobre los sueldos de ambos, sino… sería
imposible el ahorro y el progreso, estaba convencido de eso.
No era tonto, ella siempre estrenaba hermosas
prendas “compradas fueras de temporadas” según le decía “regalo de las chicas”,
“no puedo ir a trabajar en harapos, no seas roñoso”….pero eso estaba calculado, protestaba para que ella sintiera el límite,
sino no entrarían en la casa la cantidad de trapos y calzados que ella compraría
compulsivamente.
Ella era hermosa, brillante, querible…hasta que se
enojaba, hasta que explotaba, podía llegar a estar semanas sin hablarle más que
lo justo y necesario…ahí él iba cediendo a cuenta gotas, pero el control le salía de las venas, era más fuerte que él, lo hacía
con todo, con las tarjetas de crédito, con los horarios, con los alimentos, con
los lugares para vacacionar…. con el dinero de reserva….ése era su punto débil,
la cuenta que solo él y su hermana conocían, ambos eran iguales y tenían dos
cuentas por orden recíproca que ninguno de los cónyuges conocían….ellos eran
hermanos, juntos aunque el mundo colapsara, educados en el ahorro extremo, casi
avaricia en una de las formas de la idolatría, se comprendían mutuamente, esas cuentas que engrosaban año tras año,
eran sus refugios, sus premios, sus seguros si todo se venía abajo.
Por el retrovisor vio que ella venía con las bolsas
de los mandados casi doblando la esquina, esperando a que el torrente de autos
que el semáforo había dado pase, le dejara la senda peatonal libre.
Se bajó y cerró, fue caminando hacia ella que aún no
lo había visto.
Le sonrió y le dio un sonoro beso en los labios, la abrazó.
Tomó una de las bolsas, le preguntó por los chicos,
ella conversaba animadamente, él elogió el nuevo color de cabello, “sí, había ido a la peluquería después de
todo” … le preguntó por su día de trabajo, respondió con “lo mismo de siempre, ya te conté cuando llamaste”….ella planeaba
mentalmente la cena, y organizar un poco de papeles que había traído de su
trabajo, las horas no le alcanzaban, lo escuchaba vagamente en su discurso
diario, con las repetidas quejas y repreguntas, se encerró en su mundo, asentía
con la cabeza mientras su mente ya estaba en otro lugar.
Llegaron a la puerta del hogar familiar,
caballerosamente él abrió y le dio lugar para entrar, ella se quejó de que todavía
tenia que buscar al más chico antes de guardar el auto, él se ofreció a hacerlo
así ella podía quedarse cocinando y no cenaban tan tarde, le hacía mal a su
hernia de hiato.
Ella se encaminó a guardar todo, y sacar del freezer
unas presas de pollo, que acompañarían con arroz amarillo y ensaladas que ya
estaban limpias, no le respondió, dejó todo listo y se dirigió al living a
buscar su cartera y las llaves del auto,
no quería dejar de pasar a pagar por la boutique antes de que cierre, la zapatería
y la casa deportiva, ya era diez y después le cobraban todo con recargo, no tenía
intenciones de usar la tarjeta de crédito, no tenía ganas de dar explicaciones
del resumen si lo abría él antes que ella.
“amor!!!!!.....venís enseguida?????….iba a ir yo….vamos
a acostarnos tempranito…. así estrenamos tu nuevo color de cabello…” le dijo en
tono jovial mientras ella se estaba yendo, a ver si le decía algo de la peluquería….¿sesenta
km? ¿En la ciudad?.
Ella se hizo la que no lo escuchó, saludó a la
vecina de enfrente que salía a caminar con su marido, subió al coche, sintió el
perfume de él en el interior…. revoleó los ojos… dejó el fastidio de lado, no
lo iba a cambiar…. Se miró en el espejo, le gustó el cambio, había valido la pena la distancia y meterse
en ese nuevo barrio sin asfaltar en las afueras, la chica era simpatiquísima y
trabajaba muy bien, le iba a mandar un mensajito a su amiga agradeciendo el
dato.
Dio marcha atrás, puso primera cuando el semáforo de
la esquina frenó los coches y fue en busca de su hijo, estaba cansada y aún le
quedaban las cuentas por pagar.
Patricia Figura, febrero de 2016