miércoles, 18 de agosto de 2010

UNA MAMÀ PROFESIONAL

Una mamà profesional.

El sueño la vencía, estaban por ser apenas las seis de la mañana de un día que ya sabía agotador antes del mediodía… sin contar las corridas de la tarde.
 Si abría los ojos y comenzaba a despabilarse…la jornada estaría en marcha y no  terminaría hasta casi veinte horas después.
Pero quería tomarse unos mates sola, tranqui, en el silencio de la cocina, viendo las primeras sombras en el jardín porque el día perfilaba diáfano y ella estaría encerrada hasta altas horas sin poder disfrutarlo siquiera por una ventana.
Era el trabajo que había elegido.
Era una apasionada en lo suyo… pero le llevaba la vida… y la infancia de su hija.
Una cosa era antes con veinticuatro horas para dedicarle, otra muy distinta complementarlo con una familia.
Pero así se dio y a ninguna de las dos era capaz de renunciar.
Con cuidado bajó los pies de la cama, tratando de no hacer ruido, sabiendo que  al más mínimo sonido su gorda no dudaría en asomarse por los barrotes de la cuna y comenzar el día con todas las pilas y junto a mamá.
Que en hora y media debía estar con total profesionalismo en otro mundo totalmente ajeno a los chupetes, mamaderas, ositos de juguete y demás accesorios imprescindibles para la más chiquita del hogar.
Mordiéndose el costado del labio y con cuidado fue al baño para despejarse mientras la pava comenzaba a calentarse.
¿Cómo tirar la cadena despacio?.
Abrió ventanas para dejar entrar los perfumes del jardín, encendió la compu para ver los titulares del diario o si había algún mail que pudiera interesarle, después el pronóstico y responder a un par de amigos que hacía poco retomaron contacto gracias a las maravillas del facebook.
Escuchó los pasos de su marido hacia el baño,  sacó las tostadas y la manteca, las acomodó sobre sendos individuales sobre la gran mesa de la cocina, que más de una vez se transformaba en escritorio, tabla de planchar, y lugar ideal para los juegos del invierno cuando la familia que vivía a tantos kilómetros de distancia, llegaba un domingo de larga sobremesa a compartir un asado y mucha charla interrumpida por los más chicos.
Le extrañó no escuchar que su hija la reclamara, por lo general tenía un radar cuando ella necesitaba un momento a solas y era cuando más inquieta se ponía.
Conversando en voz baja lo comentó con su marido.
El sonrió, sabiendo que invariablemente llegaría el comentario de la culpa por dejarla tanto tiempo en amorosas manos pagas.
Pacientemente la escuchó, ella monologaba acerca de que su trabajo era casi full time o nada y que nada era fuera de discusión.
Por supuesto terminó convenciéndose que por el momento era así, pero que ya iba a surgir otra opción y así tendría más tiempo para dedicar a la familia.
Con una sonrisa él asintió y tranquilizó,  sabiendo que la había conocido obsesionada por su profesión, compró el paquete sin ninguna venda.
Claro que le hubiese gustado encontrarla con más tiempo libre, o sin que se desmayara antes que él llegue a acostarse, que septiembre no le dibuje ojeras o que llegue casi arrastrándose a las vacaciones.
Pero cuando la escuchaba hablar de un nuevo logro, un desafío que le hacía marchar las suprarrenales a full, una complicación satisfactoriamente resuelta y los ojos brillantes de emoción, se volvía a enamorar como la primera vez que la vio concentrada en su mundo y lejana a todo estímulo exterior.
Mientras juntaban los restos del desayuno, hicieron algunos planes para el finde, ella propuso una escapada solos, le iba a llevar un tiempo organizarla pero si él estaba de acuerdo….
Llegó la niñera, la beba reclamaba la primer mamadera del día mientras hacía noni noni al bebote que recibió en navidad, su marido salió para el trabajo, ella dio las instrucciones que la paciente señora conocía de memoria, fue a su cuarto a cambiarse y a tener un rato de mimos con su gorda, sabia que la miraba con desconfianza, que cuando su mamá salía por una puerta… no se sabía cuándo volvía a entrar… pero no era tan malo, ella tenía una compañera de juegos, un jardín, una casa sólida con mucho sol donde los pajaritos y las ranitas pasaban a saludarla, juguetes de todos los colores y a  la hora de descansar mamá y papá miraban un ratito de tele en la cama con ella y abrigadita y feliz se iba quedando dormida.
La mañana estaba en plena marcha, otro día de trajín había comenzado.

Patricia Figura, marzo de 2010

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