domingo, 11 de noviembre de 2018

Con Sabor a Nostalgia


CON SABOR A NOSTALGIA.
Mientras el melódico y potente tema musical “story of my life” (historia de mi vida) sonaba en el ambiente acompañado por la fuerte lluvia que amenazaba con nunca dejar de caer…algo atrajo su atención.
No sabía precisar qué.
Una punzada entre dulce y dolorosa le apretó el pecho.
¿Una sensación?
¿Un sueño reciente?
¿Un recuerdo?
No podía definir si era placentero o no.
Se acercó a la ventana, cerrada para que la lluvia que golpeaba de frente no entrara a su hogar…o al menos no a raudales.
Intentó asir fuerte lo que sentía, como si quisiera prenderlo entre sus manos para que no escape, cerró puños y ojos….pegó su frente al vidrio y sólo escuchó.
La música terminó y la estancia donde se encontraba, sola en su hogar, quedó sumida en el silencio, salvo por los sonidos que el agua provocaba en el exterior al golpea con fuerza sobre diferentes superficies.
Se concentró en eso…. La sensación reapareció…no le tuvo miedo, tenía sabor dulce, sea lo que sea que habitara en ella, era bueno.
Sintió el fuerte repiqueteo sobre las baldosas del patio, sobre el techo de chapa del vecino, sobre los cristales en los cuales estaba apoyada intentando atrapar aquello que la inquietaba, acicateaba, ese sentir que le bailaba en la mente, se escabullía para volver con más fuerza.
Pero había algo más que no lograba descubrir…
Se separó de la abertura, abrió sus ojos siempre dispuestos a mirar el alma de las cosas, la gente, las situaciones…esperó, recorrió despacio los rincones de su patio familiar.
Los cuencos de colores donde comían los gatos, las macetas coloridas con pequeñas plantas obsequiadas y alguna que otra comprada en el vivero cercano….la escalera de madera que llevaba a la otra planta y a la terraza…
La intensa lluvia comenzó a amainar, de a poco la cortina se fue haciendo más liviana hasta convertirse en solo un manto leve de gotas danzantes.
Y otro sonido trajo la punzada nuevamente.
Y una sonrisa inmensa se dibujó en su rostro.
Fue caminando hacia el diminuto patio trasero, que lindaba con un gran terreno con plantas altas, frondosas… escuchó, abrió la puerta y quedó de frente al muro que sólo dejaba ver las hojas más altas del jardín vecino.
Y la sensación se convirtió en un recuerdo de infancia, dulce, cálido, seguro, querido.
Una tarde de lluvia, donde el temporal arreciaba en el exterior y ella acurrucada en la gran cama junto a su abuela se sentía calentita y feliz.
Charlaban en la oscuridad de la habitación que daba al diminuto patio de juegos donde su querida abuela había logrado una “imágen verde” al abrir las persianas, contra todo pronóstico y con poco espacio y luz, sus plantas habían crecido hasta cubrir toda la pared que se encontraba frente a la ventana del dormitorio.
La lluvia se hizo más leve y los secretos compartidos fueron acompañados por el repiqueteo de las gotas sobre las grandes y  carnosas “paletas de pintor” que se alzaban orgullosas.
Ése era el recuerdo que la acicateaba.
Ése era el sonido que le trajo la memoria afectiva.
Ése era el olor a tierra mojada y el lujurioso verde que lo acompañaba.
La tormenta y la siesta habían pasado bajo la forma de un refugio compartido, era hora de levantarse, la abuela iba a preparar churros para acompañar el mate, en un rato llegaría el abuelo del “escritorio” como le  decían al negocio familiar, ella se puso las botas de lluvia y pidió que le abrieran la cancel para salir a jugar en los charcos de agua.
Había calma, expectativa de buenos momentos por venir…. Infancia con abuelos.
Con una gran sensación de paz, volvió a su presente, agradeciendo al cielo, a los elementos que hayan despertado esas vivencias tal vez dormidas.
Se dispuso a preparar el mate, a despertar a su hija más chica que volvió a dormitar con los apuntes de estudio en los brazos, a organizar el resto del acuoso día.
Las sorpresas, lo inesperado, el sabor almibarado que uno espera como “magia” para sacudir el día, invariablemente se encuentra dentro de uno mismo, forma parte de nuestro tejido, de nuestro ser…sólo necesita una pequeña invitación, un resquicio para volver a la luz.

Patricia Figura, Noviembre de 2018,

viernes, 26 de octubre de 2018

Crecí en Abasto.


Crecí en Abasto.
Y esa es una afirmación que nace muy dentro de mí.
No tengo ninguna duda de que todo lo vivido durante estos dos últimos años ha marcado mi forma de ver, sentir, pensar, actuar de una manera más que relevante y no solo fue para bien, sino para mejor.
Crecí en la zona sur de nuestra ciudad costera y toda la vida escuché hablar del “viejo mercado de abasto”, el que se hallaba situado antiguamente en lo que hoy es una de las grandes avenidas casi céntricas del lugar.
El “norte de la ciudad” para mí eran un par de cuadras pasando boulevard Gálvez y poco más, es indudable que no sólo yo fui creciendo, la ciudad también y sobre todo en los últimos años en que realmente floreció a los ojos de todos y donde se puso en valor lugares que por años fueron sólo edificios fantasmas.
Un día llega a mí, docente del nivel inicial, una propuesta laboral, estaba convocada para formar parte del Sistema de Educación Inicial de los Jardines Municipales de Santa Fe.
“Sería en el norte de la ciudad, en Abasto”.
Otra vez el nombre significativo para mí, pero “ése” ya no existía hacía años y solo tenía una vaga idea del otro que había dado origen al barrio en el cuál debía desempeñar mi tarea y que hoy siento también mi hogar.
En cuestión de minutos acepté y siguiendo mi intuición no dudé ni un instante aún cuando no tenía idea de donde quedaba y las calles que me mencionaban me eran desconocidas.
Sabía que los Jardines Municipales quedaban en zonas vulnerables de mi ciudad, esas en las cuales a uno no  se le ocurría transitar solo, o de noche, donde las noticias las mencionaban en policiales…hoy son las calles que al ir llegando cada mediodía, me reciben rostros familiares, cansados en su lucha, jóvenes con sus hijos a cuesta yendo de un lado al otro, niños que saltan de alegría junto a sus tíos, abuelos y primos que también han transcurrido su vida en el barrio.
La primera vez que llegué fue en compañía de mi esposo que me enseño la ruta por autopista, me hizo buscar referentes para darme cuenta donde cambiar el rumbo, bajar por la teniente loza y de ahí buscar la asfaltada para entrar hasta el que sería mi jardín….  Blanco, amplio y cálido, listo para recibirme.
En seguida me familiaricé no sólo con el trayecto, que es como un descanso que me desconecta de mi realidad de mamá, esposa, ama de casa, remisera de tiempo casi completo, etc, para ir poniéndome  de a poco en la piel de la “seño Patri” que invariablemente habita en mí, sino con el querido lugar, las casitas que fui conociendo y alegrándome con sus mejoras, las plantas que fueron creciendo, floreciendo, decayendo en el invierno para volver en la primavera con mayor brío, los colores, sus calles, los grandes bloques naranjas, las chapas refulgentes de sol, la pintura a la cal, los contrastes con frentes pintados en tonos fuertes, realzados con árboles  frondosos, alguna oveja, un gallo que cruza la calle cuál peatón, los perritos que reciben mi final de recorrido hasta llegar a esa gran esquina blanca con el nombre de nuestro refugio feliz, testigo de amor, compañerismo, solidaridad, escucha, abrazos, caricias, descanso , juegos y sueños compartidos.
Sin bien ahora bajo por la ruta que está a escasas dos cuadras del jardín, no me privo de ir tocando bocina y saludando a los pequeños que ya conocen el vehículo y esperan el gesto.
Sin duda puedo decir que crecí en Abasto.
No soy la misma que llegó hace casi dos años atrás.
El vínculo estrecho con las familias que tanto ayudan, alimentan y acortan el espacio entre sus realidades y la institución que abraza a sus hijos.
Mis compañeras que están sin días ni horarios dispuestas a colaborar, enseñar, acompañar…el corazón de nuestro querido lugar, “la” asistente que creció y transcurrió sus días en esa misma coordenada geográfica, crió, educó a sus hijos y trabajó desde la infancia.
Los días de lluvias, a veces sin niños presentes pero siempre trabajando para la calidad de lo que se les ofrecerá mientras las lenguas van más rápido que las manos en ese tiempo compartido donde ponemos en la charla nuestros desafíos, dolores, alegrías y tristezas.
Abasto para siempre va a provocar música y calidez en mi alma, muchos pares de ojos dulces, asustados, confiados, alegres o expectantes van a dibujarse cada vez que escuche hablar del lugar.
Para siempre va a quedar ligado a mí desde la risa de los niños, un patio de juegos donde las aventuras en toboganes se mezclan con bloques grandes que se transforman en las estructuras más increíbles, un tiempo de muñecos, carteras y disfraces, un tiempo de descanso con música de Mendelshonn, Grieg, Beethoven, Tchaicovsky  permitiendo el vuelo de la imaginación y atravesando los límites de nuestro lugar de bienestar para llegar también a los alrededores.
Abasto, sabor a paz, a trabajo, a dignidad, a desafío, a progreso….pero sobre todo a crecimiento más allá de lo personal.





Dedicado a todos y cada uno / a de los maravillosos seres que he conocido gracias a los Jardines Municipales y rogando que Dios siempre me lleve al mejor lugar, sintiendo que los caminos de mi vida se tejen y nutren de las buenas personas que transitan algún tramo junto a mí.

Patricia Figura, octubre de 2018










jueves, 10 de mayo de 2018

LAS VUELTAS DEL CARACOL


Las vueltas del Caracol
Cada día llegaba al entorno laboral alternando enojo, depresión, euforia, optimismo, dolor, entusiasmo, bronca….y vuelta a empezar.
A medida  que la jornada transcurría ella cambiaba su actitud contagiándose del buen humor propio del sitio en el que desarrollaba sus tareas laborales…aunque por momentos la sensación ambigua volvía y nublaba sus ojos que parecían impostados de tan poco frecuente su color.
Parecía abstraída, siempre viendo una película interior, que aunque contara con lujos de detalle, era difícil de imaginar para los demás.
Cuando comenzaron a trabajar, el grupo de mujeres que convivía cada tarde fue compartiendo parte de sus vidas, cotidianeidades, historias, entre risas, anécdotas, consejos.
La de ella era recurrente.
Como las vueltas de un caracol, sus momentos en la historia de su familia iban transcurriendo hasta llegar siempre al mismo punto… sólo para comenzar una vez más.
Por qué querés eso para vos? Era más de una vez la pregunta de sus compañeras.
No había respuesta.
Y si la había quedaba acallada en su interior.
Muchos años compartidos con quien era su marido y padre de su única hija.
Adolescencia conflictiva, noviazgo minado de prohibiciones, manipulación, celos, inseguridades….¿por qué se aferró como si fuese la única opción?        
La había convencido desde muy joven de que nadie la iba a amar como él.
¿La comodidad de creer?.
Lo cierto es que se continuo una semana mal, otra semana peor, salpicado de momentos buenos donde sentía que era feliz, tal vez sólo haya sido disfrutar de la calma temporaria….pero sentía que esa era la felicidad con la persona que la marcó como nadie.
Hasta que con los años hubo un breack ….por supuesto que no por decisión propia de ver en el desquicio que transcurría su vida, sino motivada por alguien que sin buscarlo ni pensarlo llegó a su vida.
Se enamoró.
O creyó estar enamorada.
Daba igual.
La sensación era inigualable.
Los ojos le brillaban, había expectativa, planes, ganas de estar bien, salir a ganar el mundo…. Por fin se había sacado la soga del cuello.
Mientras la relación duró, estuvo convencida de que eso era amor, que jamás podría volver con su marido, que todos los años vividos junto a él podrían transformarse en un recuerdo que de a poco se iría borrando… solo su hija valía la pena en todo ese calvario con escasos momentos felices.
Los colores nunca le habían sentado tan bien, el brillo en los ojos aumentaban ese color tan particular,  el baile no era sólo una expresión física….así se sentía su corazón.
Hasta que llegó la caída.
Inevitable.
El velo cayó de sus ojos.
Las noticias vuelan.
Las mentiras también.
Quién fuera su “panacea”, su cable a tierra, su fantasía hecha realidad, el artífice de esta nueva mujer feliz en la que hasta le costaba reconocerse…era un embustero, mentiroso, estafador de sentimientos, mitómano, ególatra, mezquino, ruin …no estaba solo, una familia lo esperaba al final de cada día.
Fue como si la chocara un tren.
Porque una cosa es imaginar lo que puede ser vivir algo así.
Otra cosa era vivirlo y que se termine.
En el momento en que más enamorada se sentía.
No sabía que se podía sufrir así, que el dolor podía ser casi físico.
Era un león herido.
No encontraba lugar donde estar ni sosiego.
Quería volcar toda su furia contra él.
No podía verse sola.
No se encontraba….desde muy temprana edad había estado, para bien o para mal con un hombre al lado.
Volvió con su marido.
Y se desató el quinto infierno.
Desoyó todas las voces queridas….
Volvieron los llantos, la angustia, la desconfianza, la depresión, los enojos…
Las vueltas del caracol.
Las recurrencias dolorosas.
Por qué querés esto para vos?
Jamás pudo responder eso a sus amigas.
Tampoco a ella misma.
Se evadía.
Tenía fantasías fuertes.
Buscaba alivio en el wsapp.
Necesitaba que le digan lo que ella no podía ver en sí misma.
Una y otra vez su celular y quienes la rodeaban escuchaban la misma historia sin fin.
Pero ya estaba cansada.
Era hora de hacer cosas que antes no se atreviera.
Tomar decisiones y sostenerlas en el tiempo.
Reir y brillar con luz propia, no el pálido reflejo de quien fuera un espejismo.
Dejar de girar.
Elegir el camino y seguirlo sin desviarse ni permitirse atajos engañosos.
Escaparse y soltar ese adoquín atado al cuello.
Ya se animaría.
Estaba llegando el momento de ver.
De aceptar y reconocer lo que nunca fue.
Y tener por fin… todo por ganar.

Patricia Figura, mayo de 2018






                            

domingo, 25 de marzo de 2018

JARDÍN SOMBRÍO


Jardín Sombrío
Recorrió el parque tan familiar con la mirada.
Un jardín amplio que abarcaba toda la esquina de una gran avenida frente a la costa de la ciudad.
Los muros oscuros se alzaban a casi cincuenta metros de las rejas del frente.
Las ventanas angostas, de vidrios esmerilados en rombos  de la planta superior, desdibujaban el paisaje… y a quienes se encontraran en él.
Las de la planta baja permanecían casi siempre con las persianas de hierro cerradas a las miradas indiscretas de los transeúntes.
Las altas puertas de madera se veían coronadas por las tejas españolas que hacían el medio hexágono que protegía al porche y zaguán de entrada.
Al costado de la gran casona había un pequeño y oscuro pasillo que continuaba a todo lo largo de la propiedad hasta desembocar en el patio de atrás también con añejas plantas en macetones más viejos aun, la pequeña fuente, los árboles frutales y la relativamente nueva cochera con espacio para dos vehículos.
Jamás hicieron la piscina tantas veces planeada.
Cuando se construyó no se estilaba y después su abuela no había querido sacrificar ninguno de sus árboles ni el césped verde, fresco, luminoso del jardín trasero.
Ella estaba con la frente apoyada contra una de las contraventanas observando el ir y venir de los caminantes domingueros, la laguna brillaba como si tuviese hilos de plata por el sol intenso del mediodía.
El jardín, tan querido, con tantos recuerdos de sus hermanos y primos jugando a la escondida, al fuerte, a la guerra, a las princesas, a la casita, eligiendo algunos de los bancos de madera y hierro o las escalinatas para emular un hogar repleto de muñecos y juegos de cocinita.
Le parecía estar viéndose a sí misma en otros tiempos corriendo al sol, buscando. acostada panza arriba, dibujos en los rayos solares al colarse entre el follaje de los añosos árboles que circundaban el lugar, asistiendo a su propia coronación con el vestido de 15 de su tía, la menor de todas, bajando las escaleras con la mirada en alto y su mano posada apenas sobre la de su primo que hacía las veces de príncipe consorte.
Fueron días luminosos, donde el invierno no era tan frio en las siestas soleadas del querido lugar, ni los veranos tan calurosos con los
improvisados pic nics a la sombra de los frondosos arbustos y  la brisa de la laguna en esos atardeceres soñados.
Ahora todos eran grandes, cada uno había emigrado hacia sus propios nidos lejos de la ciudad, anque del país también.
La casa mantenía algo del encanto antiguo, pero en algunas habitaciones poco ventiladas, el empapelado de seda que en otro tiempo fuera de “decoración”, ahora pendía en jirones, la plata de candelabros y cubertería hacía tiempo que no se pulía, los cristales de las innumerables copas estaban casi opacos…. Y el sol ya no entraba a raudales en el largo comedor familiar.
Pero lo que más le estrujaba el corazón era ese maravilloso jardín, ahora casi completamente en sombras, umbrío.
Las grandes raíces de los árboles que se hallaban junto a las rejas habían levantado el césped, surcándolo de un entramado alocado de venas de  troncos que se iban uniendo y enredando unas con otras.
Las copas altas, gigantescas también formaban una gran sombrilla natural donde el sol solo entraba en contados resquicios.
No había flores.
No había un abuelo que podara las rosas del frente, ni regara al atardecer, tampoco los hijos, adultos con sus propias crías, que se unían para armar las antorchas que más allá de agregar encanto, mantenían alejados a los mosquitos.
Solo quedaba ella, que fue cerrando habitaciones a medida que iban partiendo los moradores o visitantes.
El gran caserón necesitaba innumerables reparaciones y los impuestos eran tremendos.
Cada uno de los descendientes tenía sus propios gastos y viviendas que sostener.
Había llegado el momento de ponerla discretamente en venta.
Con todo lo que eso implicaba.
Sus primos le habían dado el poder para que operara, ella comunicaría las ofertas y entre todos “via on line” decidirían.
Cada uno le daría un destino diferente al fruto de la venta, nadie tenía espacio para una habitación “emocional” donde poner los antiguos y queridos objetos, igualmente cada uno podía llevarse lo que quisiera antes del remate que buscavidas y advenedizos compradores de historias ajenas esperaban impacientes.
Ella compraría un nuevo hogar….o al menos, intentaría que lo fuera.
Era hora de soltar.
Compraría muebles modernos, sin olor a moho ni comidos por las polillas ávidas de madera antigua.
Probablemente un coqueto y luminoso departamento por la zona…pondría flores de colores en algún diminuto patio o balcón, cortinas de voile blanco que se agiten con la brisa nocturna, paredes blancas impolutas, luces frías y algunas más cálidas también en los rincones especiales.
Ese sería su proyecto.
Su motor para hacer de tripas corazón cada vez que los extraños invadieran sus muros queridos buscando deterioros o rajaduras para mermar el valor de la propiedad.
Estaba cansada, había llegado el momento de un cambio, ya no era la nena mimada de una gran familia con su propio Castillo, era casi una “solterona” si las épocas fueran otras, había que poner movimiento a su vida, resolver, abandonar ese jardín sombrío que poco tenía que ver con el de su infancia.
Suspiró, se alejó de la ventana y se dirigió a la vieja cocina a prepararse un bocado para comer, lo llevaría al patio de atrás, junto a la fuente que ya no emanaba grandes chorros luminosos de agua,  y comenzaría una lista de prioridades a conversar con los agentes inmobiliarios a primera hora del día siguiente, les encargaría que vayan buscando algo para ella de acuerdo a sus gustos y nuevas necesidades.
Era la que se había quedado hasta el final….nadie puso en tela de juicio de que era lo mínimo que merecía.
Era un buen domingo después de todo…. Eso que hacía rato de que no era su día predilecto de la semana,
Se acercaron unos pajaritos a comer de sus migas… sonrió, tenía compañía para almorzar.


Patricia Figura, marzo de 2018

jueves, 15 de marzo de 2018

Y ahora? Qué hago?


Y ahora? Qué hago?
Sentada frente al estar vacío miraba en derredor
Solo los ambientes reformados de lo que fuera la casa familiar de sus padres algnos pocos muebles y enseres más quedaban en el lugar.
Querido lugar.
Su infancia.
Su adolescencia….el tapial del frente donde se sentara a conversar con su primer novio a la salida del colegio.
Siempre le gustaron los chicos “de moda”, los que gustaban a las demás y ella podía tener de alguna manera.
Luego de años de novia con otro pícaro encantador, amigo de los negocios, dinero abundante, finanzas oscuras, buen trato y simpatía de vendedor, llegó el momento de casarse y tener hijos.
Sus padres le cedieron el que fuera su hogar, ellos deseaban algo más chico y de una sola planta.
No era poca cosa.
A él le brillaron los ojos, buena zona, posibilidades de mejoras edilicias, venido de arriba, poco importaba a nombre de quién estuviera la propiedad….mientras la dueña siguiera viendo por sus ojos, todo marcharía bien.
La princesa necesitaba una carroza acorde al momento….un pequeño crédito, fácil de pagar.
Había que ganar espacio para una buena cochera y quincho….”apenas te das cuenta y los chicos ya comienzan a traer a los amigos”, ella estuvo de acuerdo, era fácil contagiarse de sus proyectos, era no solo persuasivo sino muy convincente.
Daban un lindo espectáculo recibiendo en la casa.
No eran demasiado versados en ningún tema en particular, sólo comerciantes con respaldo, algo de deporte daba buen tono y algunas relaciones sociales.
Que a decir verdad a ella mucho no le interesaban.
Tenía sus amigas que vivían la misma onda familia de foto, eso sí, no había que rascar mucho bajo la superficie para que aparecieran los lamparones descascarando la imagen
Pero quién no los tiene? Qué familia sale impoluta en ese aspecto?
Ellos no, ciertamente.
Las cosas tomaron giros angustiantes.
No había dinero. Había deudas. Muchas. Importantes.
Mantener el status quo era casi utópico,
Los chicos adolescentes con continuas demandas tal y como estaban acostumbrados a vivir.
Las vacaciones fuera de la ciudad eran absolutamente necesarias si se quería encarar un año con algo de fuerzas y pilas nuevas.
Las cuotas del colegio y de la universidad eran astronómicas pero el estudio es lo menos que le pueden legar a un hijo…o no???.
Estatal?  El jovencito poco dado al estudio iba a tardar mil años en recibirse y la nena…. Ni pensar un secundario en escuela pública, eso es de otra época, cuando no era terreno de falopas.
Y así las excusas y los prejuicios los fueron hundiendo.
Remaban pero en sentido contrario a la orilla.
Era un continuo ir y venir de discusiones, cédulas, abogados, inhibiciones, embargos.
Caótico.
Hasta que por fin (digo por fin porque  las decisiones que no se toman por iniciativa propia las termina tomando la vida, el destino, el azar, la Divina Providencia o en quién se quiera creer) todo detonó y la pelota no se pudo seguir pateando fuera de la cancha.
Los acreedores con sus oficiales de justicia fueron tomando “lo que era suyo”….él seguía insistiendo en sus buenas intenciones para con la familia.
Ella ya no quería oírlo.
Quería que desapareciera.
De golpe no soportaba su presencia.
No quería oír su voz.
Su perfume le cerraba la garganta.
Los chicos querían que soluciones TODO para poder continuar con su vida tal y como la habían conocido.
Qué vida? Tal era la negación? No veían lo que estaba pasando? No se daban cuenta de que la casa estaba casi literalmente “pelada”?
Miraba por el gran ventanal que daba al patio, la pequeña piscina donde se hacían las reuniones de verano, el mini gym en el quincho, las reposeras en madera haciendo juego  con el deck…en cualquier momento volaban también.
Las plantas curiosamente sin flores.
Así se sentía ella.
O en todo caso, si algo quedaba florecido era muy en su interior.
Por fuera se sentía marchita.
Era como si un tsunami acabara de pasar, ya no tenía a su familia tal y como la conociera desde siempre, sus hijos estaban ofuscados, molestos, pasaban facturas permanentemente, él pretendía aferrarse una vez más a ella como si fuese un salvavidas.
Ella más que nunca lo sentía como un adoquín atado con una soga que la hundía a las oscuras profundidades oceánicas.
Cortó la cuerda.
No era como las ratas que huyen cuando el barco se va a pique…era subsistencia.
Ya no le creía más.
Muchas mentiras. Engaños y dejarse engañar también. No iba a ser injusta en eso.
Suspiró y miró la hora en el celular.
“llegando” le decía un wsapp.
Una vez más la mano venia de sus padres, cuando la vieron determinada y absolutamente convencida de que el rumbo debía cambiar sí o sí, nuevamente ofrecían una ayuda, mínima, como para que pueda salir adelante con los chicos, comprar algunos muebles, actualizar algunas facturas de servicios y escolaridad, ella debía redoblar apuestas en su trabajo, salir de la zona de confort, bajar de ese nivel imposible e irreal de sostener frente a semejante situación.
Esbozó una sonrisa…lo peor es la nebulosa, no saber, la incertidumbre, pero aunque un tanto desolador, el panorama era bastante claro.
Ahora, casi al final de los cuarenta, debía revertir en muchos aspectos, dar prioridad a lo que realmente haría una diferencia, sus hijos deberían aprender a barajar y dar de nuevo, elegir lo que realmente era importante para ellos, todo no era posible….seleccionar y sopesar, equivocarse…pero con responsabilidad y asumiendo riesgos.
Sonrió, otro wsapp….” Qué tal?, tanto tiempo sin saber de vos!”
 Se dispuso a contestar, pero lo pensó mejor, lo dejaría para más tarde, para el silencio de su alcoba, después de la charla con sus padres y de la cena con los chicos.
Se iba a premiar con un rato on line con quien fuera ese novio apenas adolescente recientemente encontrado por un grupo de ex alumnos.
Corrió la cortina del ventanal, estaba cayendo la tarde….no le disgustaba del todo tener tanto espacio libre en el estar.
Tal vez no fuera necesario atiborrarlo nuevamente de cosas.
Basta de acumular.
Solo lo necesario….para vivir cómoda…. tranquila y en paz


Patricia Figura, marzo de 2018












domingo, 11 de marzo de 2018

DICHOSAS...LAS CINCO.


DICHOSAS….LAS CINCO.

Daba saltos de alegría en su particular, hermosa y desvencijada, en algunos rincones, propiedad.
Era la mejor propuesta por whatsapp que le habían hecho en largo tiempo.
La mesa chica de su grupo de secundaria, con la que se reunían casi semanalmente para compartir meriendas, cenas o alguna cervecita proponía una estadía corta en el vecino país esteño.
Una ponía el depto. a muy bajo costo por ser el de amigos que así se lo ofrecían por unos días al final del verano, otra su camioneta y los gastos eran dividido cinco….era lo mejor en medio de una sucesión de trabas financieras y legales que le tocaba atravesar en el momento.
Quedó convenida fecha, faltaban casi dos meses, pero era algo bueno para esperar y mientras tanto se divertirían haciendo planes como en la adolescencia que las unió alguna vez y que la madurez volvió a elegir.
Ella cuando supo que el plan realmente estaba en marcha, lo compartió solo con sus afectos más íntimos, los que sabían lo que representaba la vuelta a ese lugar donde había disfrutado en familia la última vez.
Habían pasado dos décadas de eso, pero aún sentía el olor del mar, su espuma densa, el suelo de arena, piedras y caracoles, escuchaba la risa de sus hijos que durante un mes al año vivían la increíble sensación de tener un familia sólida, donde el padre no se ausentaba misteriosamente, ponía excusas para desaparecer repentinamente o se mantenía ocupado con negocios que lo alejaban del hogar.
Ella y quien fuera su esposo habían sido una de las parejas más bellas de la ciudad donde residían, ambos eran inteligentes (para algunas cosas, como todos), modernos, activos, divertidos, audaces y contar con su presencia en determinados eventos o reuniones era… lo más.
Enero en Punta era la tradición familiar, durante un mes festejaban cumpleaños de alguno de sus hijos, de amigos, tomaban mate en la playa, recorrían, eran habitués de la famosa avenida del lugar, andaban en moto, jet ski, coches de alta gama siempre importados, bronceados, hermosos y con la bella prole a cuesta, cuando ellos llegaban recién los demás comenzaban a brillar bajo la luz que ellos emanaban.
Febrero era otra cuestión…la magia terminaba.
Hasta que ya no hubo más eneros en el este…pero eso ya es parte de otra cuestión, que no es exclusivamente la de este cuento, no tan cuento.
Y ahora iba a volver.
Sola.
Es decir, ya no con todo su círculo afectivo.
Ella ya no era la misma de entonces, muchas vendas se habían caído, las que debían caer y las que no también, por momentos sentía heridas expuestas y en otros se sentía invencible.
En el momento previo a partir se encontraba eufórica, impaciente, podía oler la costa a kilómetros de distancia, las cinco cotorreaban planes sin parar, no les iba a dar el breve tiempo para todo lo que cada una quería darse el gusto de hacer.
Estaban a escasos metros de la playa, no una de las más nombradas, pero la geografía era la misma, más allá de las variaciones propias de bordear un sitio.
Se dispusieron los dormitorios compartidos.
Se dispusieron los horarios de baños (más importantes aún que los lechos).
Se dispusieron los horarios de las comidas (para poder organizar el día)
Se dispusieron las visitas que deseaban hacer sí o sí en la corta estadía.
Se dispusieron las idas al súper. (demasiadas “ensaladitas y listo hace mal a algunos intestinos).
Se dispusieron las horas al sol para no achicharrarse y poder aprovechar el tiempo en otra cosa…
Demasiadas disposiciones.
Y la libertad?. Y el factor sorpresa? Y lo que pinte?....había necesariamente que moverse en bloque?
Ella se escapaba todo lo que podía a las reglas… no le daba la vista, ningún sentido en realidad, para absorber todo lo que sentía, la rodeaba, los cambios en el querido lugar.
Por momentos veía a tres niños corriendo al mar, repitiendo una y otra vez “maaaaa, mirá maaaa”.
Eran adultos, manejaban sus propios viajes y compañías.
Según algunas de sus metódicas ex compañeras de curso, era muy “bohemia”… signifique eso lo que signifique en sus mentes.
Ella hizo gala de una admirable paciencia frente a tanta estructura y condicionamiento.
Ganó la cordura.
Y vivió….largas caminatas a orillas del mar, dejó que el viento le enrede el cabello una y mil veces, las olas la arrullaron mientras se adormilaba al sol, soñó despierta y entre dormida también.
Era otra la que subió al auto familiar por última vez hace tantos años atrás, dejando su refugio feliz….pero había puntos en común con la mujer fuerte, segura, bella, rebelde y feliz ( de a ratos, como todos), de hoy.
Las que no tenían nada, pero nada que ver con las risueñas y arriesgadas adolescentes de tantos años atrás eran sus queridas compañeras.
La vida las había atravesado a todas, como a quien más o a quién menos…pero ellas pretendían hacerle frente imponiéndoles un marco inamovible, como si de esa manera pudieran mantener los imprevistos y contratiempos prudentemente alejados de su precaria estabilidad.
Seguramente sí en algunos aspectos, era claro que por diferentes motivos de no habér compartido un sinnúmero de gastos, individualmente pocas lo hubiesen podido realizar.
Y aunque se hubiera podido, en algún punto la época en que era estigma viajar solas, aún se hacía presente en la mente de alguna que otra compañera de secundaria.
Pero valió la pena.
Ajustando algunas clavijas.
Poniendo algunas pautas.
Imponiendo algunas libertades.
Desoyendo mandatos.
Haciendo caso omiso a algunas sutilezas, el saldo era positivo, dichosas las cinco cargaron bártulos para volver a su país, a su ciudad, a sus hogares…a sus vidas.
Tal vez todo quede en prueba piloto.
Tal vez pasado el fastidio de la convivencia de cinco mujeres hechas y formadas, si surge alguna tentadora posibilidad, vuel
van a poner el pecho a las balas y se arme otra escapada.
O tal vez no.
Ella aún tenía grabada en sus retinas, esas increíbles puestas de sol a solas….o compartidas por algún fantasma del ayer… pero conociéndola, me imagino que no miró ni atrás ni hacia adelante en esos momentos, solo se vio a sí misma cumpliendo un sueño.



A vos…con todo mi amor… como siempre, primix.

Patricia Figura, marzo de 2018.