domingo, 8 de septiembre de 2019

ENTRE AMIGAS....


Entre Amigas..
Te busco, me buscás, paso diez minutos entre un mandado y otro, caminemos mejor, tengo dos horas antes de buscar a la más chica y la fiesta a la que llevo a la más grande, no sé qué hacer de comer, no hagas nada, vamos  unos días por ahí, sin celulares?, nos van a encontrar igual…. Y así se podría seguir hasta el infinito.
Finalmente se opta por lo posible, por lo viable y terminan caminando un rato, más a ritmo de paseo que de footing pero despeja y hace bien igual.
Ambas vivían en el mismo barrio, con los coches enquistados más por cubrir horarios y trayectos familiares que por los de ellas mismas, salvo lo laboral, claro, pero era parte de la organización y aporte familiar.
Juntas tenían la capacidad de reírse, de las situaciones cotidianas, de las renegadas con los hijos adolescentes, de algunos comentarios masculinos, de los maridos que por momentos creían que hablaban chino mandarín porque no lograban descifrar absolutamente nada de lo que decían entre carcajadas mientras las lágrimas corrían entre sus mejillas y los ocultos abdominales dolían.
Se conocieron más de una década atrás, cuando ambas estaban al final de la treintena, coincidieron en una clase de pilates y la onda y el humor que  aportaban a las clases las hicieron compinches y compañeras, los tediosos ejercicios pasaban entre bromas y ridiculeces hasta que la o el profe les llamaba la atención, como si fueran adolescentes.
Después por diferentes motivos personales dejaron de ir, se encontraban cuando en los recorridos cotidianos una pasaba por el frente de la casa de la otra que invariablemente paseaba al pequeño perro, casi un rey en su hogar.
Las bromas y las risas primaban aunque fuera a las disparadas, pero nunca sobre banalidades, les fue pasando de todo, literalmente, a lo largo de los años, pero lo relataban una a otra a modo de tragicomedia e inevitablemente la carcajada llegaba para disipar la angustia, tristeza o incertidumbre.
El azar las volvió a reunir en catequesis familiar…tres años de hacer renegar y volver locos a un grupo de padres dormidos los viernes a la siesta y ni hablar de la pobre catequista que por momentos optaba por “clavarles el visto” y seguir… aunque cuando planteaban algo de verdad y con intención de debate o para establecer conceptos, solían brillar y hasta recibir uno que otro aplauso.
Hasta ese entonces la ¿amistad? era solo de ellas, los maridos sabían que existía una tal…y escuchaban pacientemente parte de las anécdotas que jamás faltaban en las caminatas o encuentros, pero más que de pasada o a lo lejos no había trato, era una relación de a dos.
Casi sin querer, perdón digo casi porque la intencionalidad siempre está aunque sea latente, una calurosa noche de verano, se encontraron las parejas de casualidad en uno de los tantos barcitos que colindan al boulevar de la ciudad y uno de ellos se ofreció a compartir mesa.
Y ahí comenzó “el romance” entre ellos, diferentes en todos o casi todos los aspectos, vidas opuestas, maneras de pensar dispares, excelentes personas, inteligentes y verborrágicos los dos cuando el tema los apasionaba, se adoptaron.
Como compañeros en desgracia más de una vez llegaba el momento de consolarse de las “consortes” que el camino, la vida o la divina providencia les habían otorgado, familieros, caballeros, proveedores del bienestar de  quienes amaban, buena gente, solo había que tenerles paciencia en determinados temas, pero ellas la tenían clara…agua que no has de beber, déjala correr y eso hacían cuando sentían que no iban a recoger varas ajenas.
Eran un recreo, gastronómico si se quiere, ya que cuando estaban los cuatro juntos, lo que se iba a comer era la vedette del encuentro, el cálido quincho que uno de ellos, el cocinero del grupo, construyera para disfrutar con gente querida, era testigo de asados de toda especie, y demás delicias, la madrugada los encontraba con postres, mates, té , café pero sobre todo esa sensación de alegría, distracción que provocaba que el fin de semana se viviera diferente, era como que “rendía más”, y la semana con su mezcla de sinsabores y aciertos pareciera más liviana,
Cada uno tenía sus amistades de toda la vida, las laborales, las de la adolescencia, familiares, gente con la que alternaban, disfrutaban y querían, eran relativamente “nuevos” en cuanto a la gesta de lo que tenían entre sí, pero valía la pena, lo cultivaban, y en algunos aspectos también era único, diferente.
Cuando alguien se acerca con una sonrisa grande, ofreciendo lo bueno de lo que hay para dar o recibir, por lo general la vida tiene la magia de brindar este tipo de cosas, en nosotros está alimentarlas, cuidarlas o dejarlas pasar.
Pero eso sí, lo de ellas fue primero, era otra cosa…había mucho confiado, tal vez mucho callado, privado, pero sabían que lo que en esos encuentros se compartía les pertenecía, no se juzgaba, se entendía y brindaba la oreja o una palabra optimista…como solo se hace entre amigas.

Santa Fe, septiembre de 2019