sábado, 3 de mayo de 2014

Existe esa sensaciòn?

Existe esa sensaciòn??

Sensación rara, de angustia, de despedida, de final, de desapego….de que todo iba a cambiar… pero no todavía.
Estaba su amiga de siempre, de toda la vida, la que la ayudó en cada una de sus mudanzas.
Guardaba cosas sin empaquetar, sin etiquetar por cajas, pero también había otras personas, jóvenes, alegres, desconocidas, que apilaban la vajilla, despejaban alacenas, conversaban y la apuraban… “vamos, dale que ya es hora”.
¿Hora de qué? ¿A dónde iban?.... salió por una puerta, al campo, una casa luminosa con pintura fresca, una mesa bajo los árboles frondosos, no muy lejos vio un muchacho más o menos de la edad de ella y de su marido, montando a caballo, el cabello lacio, color miel se agitaba, algo encorvado, sonriente….
Transmitía paz, alegría, alejaba la sensación de soledad, de no entender.
Había como una cierta algarabía alrededor por los recién llegados, entusiasmo, buenos deseos… “.¿pero yo me voy a quedar acá?”,  se preguntaba ella en silencio…” ¿Cómo voy a hacer para vivir alejada de todos?” la miró a su amiga del alma que estaba tan cerca y que en momentos se iría, y el nudo en la garganta fue insoportable.
Era otoño… las hojas doradas invadían el suelo crujiente, había perfume en el aire, a tierra húmeda, a enredaderas.
“Mira cómo te estamos ordenando todo…. No te podes quejar….después vos terminas de acomodar tranquila, pero esta noche ya podes dormir acá” le dijo ella con esa sonrisa gigante.
La sensación de angustia casi la paralizó.
Sintió que sus ojos, rasgados y dulces por lo general, se agrandaban de miedo, de incertidumbre, el chico del caballo merodeaba por ahí, acercándose al grupo, ella logró articular “Entonces el día se me va a hacer interminable, si ya se van…voy a necesitar fuerzas para pasarlo”… se sentía como una criatura de cinco años cuando llega la hora de que los abuelos se vuelven a su hogar y queda bajo el mandoneo de sus padres.
El muchacho sin decir nada, dio media vuelta y se acercó al esposo de ella, algo le dijo e inmediatamente bajó algunas cervezas heladas de su camioneta.
Miró sin entender, de dónde había salido la bebida, vio las mangas de la camisa de jeans medio arremangadas sobre la piel dorada, bronceada,  resabios del verano campestre, moverse entre la leña y llevarla al asador….no le habló a ella, pero inmediatamente había descubierto su angustia, su tristeza, casi su pánico al agujero que se abría en su interior, y mágicamente de la nada había creado un momento de transición, había frenado el cambio brusco,  transformó el ahogo en un programa compartido, un asado, una reunión, un momento feliz….. y se sintió protegida, cobijada, la sensación de abandono fue vencida una vez más.
“Entonces no me voy a sentir tan sola acá”….de alguna manera estaba acostumbrada a que su marido, bueno, trabajador, estaba siempre metido en sus propios asuntos, sabía que apenas si podía con su propia existencia, que hubiera querido solucionarle todos sus problemas, apenas pudiendo con los propios…. pero ya se había resignado a que él estaba en su propio mundo tratando de sostener lo insostenible, juntando incansablemente sus propios pedazos, sus demonios internos, buscando la paz, amando a su familia dentro de su manera de amar.
Le hubiera gustado sentirse abrazada por, ese desconocido que parecía conocerla tan bien, o al menos que la intuía de esa manera, como para haber podido frenar en segundos algo que no iba a poder manejar ella misma.
La sonrisa de su amiga estaba cerca, como siempre, manos a la obra, preparando las ensaladas, conversando, creando un lugar cálido y único donde fuese.
“Y si se casara con él?” fue la idea…”podría tenerlos a los dos cerca mío, siempre”, lo cual era un disparate, su amiga ya estaba casada., por  momentos “soportablemente casada”…ojalá los abrazos impermeabilizaran el alma del dolor, de la angustia, de la tristeza, entonces con la amistad que las unía tendrían garantizada la fuerza para enfrentar el dolor.
De un momento a otro todo cambió, el lugar, la gente, la música…algo la sofocó… se revolvió inquieta, buscando a su amiga, al chico de la camisa azul….al notar la rapidez del cambio, se dio cuenta de que había estado soñando.
El sueño seguía a medias.
Pero los personajes habían cambiado.
La Sensación también.
Se quedó en la cama un rato más….en la penumbra, abandonando su mente, pero también intentando reconstruir parte del sueño.
¿Quiénes eran?. ¿Por qué ese traslado al campo? El sentimiento de abandono, de desamparo no era nuevo…..Tampoco esa inestimable sensación de que mágicamente alguien te devuelve la paz, la tranquilidad, el sosiego…. toma las riendas del caballo desbocado que sola no puede encauzar.
Ya estaba despierta.
Era entrada la mañana.
Seguía en su casa de siempre.
Con su vida, enfrentándose a lo que le deparara el día, la gente, la familia.
Había que levantarse…


Patricia Figura, mayo de 2014