martes, 19 de noviembre de 2019

Vida? Estamos en Paz?


¿Vida, estamos en paz?

Estaba detenida en uno de los tantos embotellamientos de las arterias de su ciudad.
Odiaba ir al centro en coche, pero no le quedaba otra opción si quería llegar a tiempo a su trabajo, debía presentar documentación en el colegio de sus hijos y firmar para retirar las libretas.
Esto último le parecía un absurdo teniendo en cuenta que luego las entregaban on line.
Miró el reloj de su muñeca, innecesariamente porque ya había mirado el del vehículo y ambos tenían la misma hora, avanzaban muy lentamente, uno de esos semáforos eternos y calles desviadas congestionaban aún más el tráfico, suspiró y canto por lo bajo el tema que sonaba y conocía de memoria, así como todos los que se irían sucediendo.
Delante de ella y a mitad de cuadra, no por la senda peatonal, ve que cruza a los saltos el nuevo ¿novio? de una de sus amigas más queridas, instintivamente estuvo por tocarle bocina y algo la detuvo.
Tal vez la espectacular pelirroja que le extendió los brazos y que seguidamente le dio un sonoro beso en la boca, cosa que lo hizo reír y abrazarla para continuar caminando.
Ella alargó el cuello todo lo que pudo, pero la camioneta que estaba delante de ella le tapaba el ángulo de visión.
Pensó en ella, en su amiga y todo lo que había pasado cuando su esposo falleció cuatro o cinco años atrás, la montaña de deudas que hacer frente, la casa grande y difícil de mantener en todo sentido, los chicos en plena adolescencia y con gastos propios de estudios, academias, recreativos, sociales….no daba abasto con su profesión, comenzó a preparar comida casera los fines de semana y como todo lo que hacía, daba resultados óptimos, pronto los encargues superaron sus expectativas, necesitó ayuda y los chicos se la brindaron, ella sabía crear vínculos.
El grupo de amigas colaboraba llevando y trayendo a los hijos junto con los propios, cuando comenzaron los cumpleaños de quince los maridos, amigos del difunto, se encargaban de buscarlos en la madrugada.
Cuando estuvo más tranquila, comenzó a salir con algunas madres de compañeritos que también estaban solas, compartía con los grupos de antes, pero ahí la ausencia de su compañero se hacía más tangible.
No tardaron en llegar las invitaciones masculinas.
Era simpática, emprendedora, con mucha energía y buena predisposición…compañera, divertida, se dio un par de oportunidades que no prosperaron.
¿Ese “tenés con quién dejar los chicos?” que invariablemente llegaba y era difícil de coincidir con todos los compromisos infantiles, provocaba que el desgano ganara al interés por el flamante parternaire.
Volvió a mirar, pero no lo vio, la cola de autos comenzó a moverse y avanzó varios metros, quedó delante del semáforo y la peatonal se hacía ver en un sinnúmero de personas caminando en todas direcciones.
Le pareció distinguir a la pelirroja sentada en una de las mesitas con sombrillas azules que atajaba el calor del sol, estaba de perfil, miraba hacia algo o alguien que la hacía sonreír, lo vio llegar a él a la mesa con sendos cucuruchos que evidentemente se rendían al clima y se derramaban sobre sus manos.
Parecían relajados y   divertidos.
Un tiempo atrás, su amiga las invitó a matear en su casa, preparó una de sus famosas tortas secas, compró biscochos, y la sonrisa le invadía la cara…les contó que había conocido a alguien especial, diferente, que respetaba sus tiempos y los de sus hijos.
Iban muy lento, de a poco, pero hacía mucho que no se sentía expectante y feliz.
Por supuesto que todas quisieron saber detalles, donde y cómo se conocieron si era soltero, casado o divorciado, si tenía hijos, si trabajaba, edad…ella no las dejó con las ganas, sus ojos estaban iluminados.
A los pocos meses, se organizó un asado donde incluyeron a los maridos, el tipo parecía macanudo, atendía, ofrecía, participó de las conversaciones, la sobremesa, el café con lo dulce, pidió helado para todos y trajo a sus pequeños hijos que tenían más o menos la misma edad que los de su amiga.
Estaba anonadada…herida por ella y por todos, habían abierto su cofradía, su intimidad, su amiga le había brindado lo que jamás había compartido con nadie que no fuera su esposo.
Y él la traicionaba.
En plena peatonal.
En plena luz del día.
El semáforo le dio paso por fin, por primera vez avanzó a desgano.
Hizo todo mecánicamente, no podía apartar de su mente lo que vio y la risa de su amiga cada vez que hablaba de él.
Se estacionó bajo la sombra de un árbol.
Buscó entre sus contactos el celular de ella.
La llamó.
La voz querida la saludó con el Hello, característico de siempre.
Le preguntó como estaba, qué hacía y grande fue su sorpresa cuando le dijo que estaba con él, aprovechando el silencio infantil, todos los chicos en la escuela.
La risa pícara y la voz de él atrás saludándola la dejaron atónita.
Titubeando le dijo que le pareció verlo en la peatonal, unos minutos atrás, que seguramente se había confundido.
_Salvo que tenga un doble, puedo jurar que era él_ agregó.
_Claro!, le respondió_ _ son gemelos, ¿nunca te dije?


Patricia Figura, noviembre de 2019