martes, 21 de mayo de 2019

ENTRE ESPINAS.


Entre Espinas…
Se llevó las manos a los ojos, hizo una leve presión como para quitarles el sueño, había dormido poco y mal.
No fue una pesadilla exactamente, pero la sensación que le dejó lo transitado por esos mensajes que le enviaba su inconsciente la agotaba.
No estaba segura de con quién había soñado, ni en qué lugar se hallaba, donde transcurría o en qué época, pero la sensación de desprotección, angustia, traición aun persistían en ella.
Se volvió de costado y el sol de la mañana ya colaba su luz entre las hendijas de la ventana, el día prometía sol otoñal.
Un ramalazo vino a su mente “nunca va a ser otra persona” … ¿quién le dijo esa frase? ¿Cuándo? ¿En qué contexto?,
No fue durante el sueño, quería rememorar  el tono de voz de quién fuera el emisor de tal mensaje, no pudo decidir si era hombre o mujer.
Se levantó de un salto, puso el agua para el café, fue al baño, volvió al dormitorio a tender la cama luego de sacudir bien almohada y sábanas…costumbre de su abuela  “a la cama hay que tenderla rápido cuando uno no está bien”.
Pero ella estaba bien, justamente ahora sí, su trabajo le gustaba, era lo que siempre había querido y nunca se había permitido poniendo mil excusas, la casa, los chicos, marido, horarios de todo y de todos…ya no estaba eso, tampoco los treinta años que tuviera cuando las demás luchaban por hacerse un lugar laboral.
El silencio de la casa, que encuentra tal y cual la dejó antes de salir, ya nadie dejaba vasos usados en la mesada, platos vacíos en la heladera, toallas húmedas sobre las sábanas, calzados en la sala de estar al pie de la escalera, y las alacenas vacías horas después de pasarse su poco tiempo libre en el súper comprando lo que todos consumirían pero que nadie se ofrecía o podía proveer, a veces la aturdía.
Ahora con los chicos estudiando afuera, trabajando y viviendo solos, sin la rutina obligada de los domingos de clan o toldería, disponía de tiempo para amigas, gym, la famosa sesión de reflexología, que tanto había postergado, el psicoanálisis, estar bronceada aún en junio, pequeños lujos que en otro tiempo le parecían inalcanzables.
Se sirvió la taza de café importado, humeante, perfumado…otra vez algo la golpeó en sus recuerdos “por favor no te hagas esto una vez más”
¿la voz era de una mujer?, ¿de un hombre?
Fue hasta la galería, se sentó a mirar las hojas que no tardarían en caer de los árboles, la hamaca que pendía de uno de ellos, el rastrillo apoyado en la pared de la cochera, el regador que hacía horas había dejado de girar arrojando su lluvia artificial.
La casa le quedaba grande, bella pero incómoda.
Suspiró, algo la estaba haciendo infeliz cuando por fin había logrado lo que tanto ansiaba un tiempo atrás.
Cuando la compraron fue pensando en criar hijos con espacios propios, todos los colores de las estaciones en su hogar, cobijo para amigos, piyamadas, veranos de piletas, asados compartidos, festejos al aire libre…pero también compraron una libre esclavitud, se convirtió en el lugar obligado de todos los familiares y amigos que huían de la ciudad, del ruido de autos, bocinas, hollín, departamentos coquetos, impecables cajas de lujo sin verdes alrededor.
“Siempre estamos con gente alrededor…o trabajando”, eso sí sabía quién lo había dicho, fue el comienzo del fin, cuando ella comenzó a verse sumergida en una vorágine de compromisos otorgados por la costumbre y que después ya es difícil revertir.
“Este fin de semana podríamos hacer otra cosa…irnos un par de días a algún lugar cerca, a descansar, a tomar sol, sin horarios”.
“Las chicas fueron al teatro esta semana, dicen que estuvo bárbaro, querés que saque entradas para este sábado”,
Las respuestas eran invariablemente las mismas: “para eso la compramos, para tener nuestro propio refugio donde estar con amigos, familia, los chicos se bancan contraturnos y viajes a la ciudad todo el tiempo, yo también … el finde por favor un poco de paz, no quiero ni tocar el auto”
“¿Hubieras ido con las chicas, qué problema hay? No tengo ganas de ir y venir de noche, cansado, quiero llegar por fin a casa, bañarme, prender el fuego, mirar la tele, patear un rato con los chicos, acostarme temprano alguna vez”
La cantinela variaba poco y ella sentía que se aburría, que se angustiaba, amaba a su familia, pero estaba ahogada en lo que era su vida.
“Te faltan problemas a vos, ése es tu problema”….y ahí terminaba la participación de su marido en el intento de acomodar algo de su malherido bienestar.
Vio que un coche pequeño, cómodo y de esos que no te dejan nunca a pie hacía su entrada por el sendero de viejos adoquines, y ahí otro ramalazo de su sueño se hizo presente, ya sabía a quién pertenecía la voz… o las voces.
Eran ellas, sus amigas, sus compañeras, sus estacas emocionales.
Las que una y otra vez le habían desatado el nudo de la garganta, del estómago, con sus abrazos, su manera de escuchar sin juzgar, su charla sembrada de risas que aún en los peores momentos se hacía presente.
Bajaron hablando a la vez, tocando bocina anunciando innecesariamente su llegada, blandiendo facturas, las que tanto le gustaban a ella.
No podía alejar todavía la sensación del mal sueño, ni siquiera podía encontrar la punta del ovillo del entramado que tejió su mente atribulada aún…pero comenzó a sentirse mejor, el mate y la charla iba y venía, les contó su idea de vender, mudarse a la ciudad que era donde trabajaba, lo de los trayectos era cierto, pero ahora casi no valía la pena desandarlos, no tenía tiempo de cuidar de tanto jardín y galerías, no necesitaba tantos cuartos de baño, cochera para varios autos….mochila pesada de sostener, si bien económicamente él aún la ayudaba hasta que ella decidiera qué hacer con su vida  y la propiedad con la que paradójicamente él no quiso comprar su parte ni quedarse.
“Quién va a atender todo esto????”. Fue todo lo que dijo.
Tampoco intento convencerla de lo contrario cuando planteó la separación luego de que su hijo más chico fuera a hacer sus primeros intentos en la profesión exactamente al otro lado del mundo.
“Me parece bárbaro le dijo una de las voces, algo cómodo, fácil de mantener, cerca de tu trabajo, que no tengas que lidiar con estacionamiento peleando por un lugar como si se te fuera la vida, más tiempo útil en lo que quieras, menos gasto…todas son ventajas”.
Ese sería el último ancla que tendría que levar, hablaría con agentes inmobiliarios prácticos y discretos, que se hagan visitas sólo para aquellos que realmente estuvieran interesados y en condiciones de comprar, su parte o al menos gran parte de ella la invertiría en su primer refugio sola, a su medida, con mucha luz, macetones alegres con flores todo el año, cortinas livianas que la brisa de las noches de verano agitaran y tal vez así se contagiara también su corazón, la paz, tranquilidad y satisfacción de no vivir entre espinas ya por presiones ajenas harían el resto para que los sueños molestos no la volvieran a visitar en las horas de descanso.

Santa Fe, mayo de 2019