Y NO ES CUENTO…
Absolutamente
todos los que han leído mis cuentos alguna vez, saben que no doy nombres a los
personajes, tal vez por eso más de una vez me han preguntado “soy yo el/la de tal cuento?”, porque
cada uno se ve a su manera que tal vez no es la del otro.
Pero
esta vez sí voy a poner nombres porque como ya lo dice el título, esto no es un
cuento, al menos no totalmente.
Durante toda mi vida, en mi
mente, en mis dibujos, en mis historias escritas, en mis juegos de roles,
siempre, siempre, siempre el tema central era “la familia”.
Más de una vez les pregunté a mis
amigas de la infancia, Cintia y Leticia, si no se cansaban de jugar siempre a
la mamá, Leti siempre me dijo que le encantaba y Cintia, que hoy vive muy lejos
y no es demasiado afecta a lo tecnológico, no concebía otro juego en su
momento.
El
nuestro no era un simple jugar a la mamá, nada más lejos de eso, éramos aparte
cantantes, modelos, fotógrafas, y mujeres que manejaban (no era muy usual en
los años setenta y ochenta), por tal motivo, los karting de nuestros hermanitos
se transformaban en nuestras cupés.
Tenía también una amiga del
barrio al que me mudé, a la que inicié en el vicio de jugar a la familia,
Viviana, hoy no tenemos relación pero por conocidos en común sé que formó una
familia como la que inventábamos años atrás y lleva más de treinta años en
ella.
Con
Vivi, invariablemente el juego era que nos íbamos de vacaciones a Tanti, al
querido y abandonado ahora, Hotel de la Bancaria, aún en esa época era lo más
parecido a un old inclusive.
A
mis ojos era todo tal real, tan vívido, que me costaba salir de esa fantasía
para algo más terrenal como ir a bañarme, a comer, a dormir….hoy con mi mirada
de “Seño Patri”, me doy cuenta que siempre fui una “experta en juego dramático
o de roles”….realmente
me creía los personajes, nada podía convencerme de lo contrario y con mi
entusiasmo y descripciones de lo que “iba a suceder en el juego”, en el “dale
que”, contagiaba a mis amigas que al igual que yo, no veían la hora de
continuar.
Hoy
en las salas que he tenido la dicha de estar como docente, detecto “esa mirada
especial” en mis nenes y nenas cuando están absolutamente imbuidos en el
personaje que crearon.
De más grande, a mis ocho o nueve años más o menos, con Leti decidimos
ser “mellizas” (nada que ver a la infancia de hoy a esa edad, yo jugué hasta
los catorce con muñecas, de manera diferente tal vez, disfrazando el juego de
tenerlas peinadas, vestidas, que queden lindas, pero juego al fin), bueno, con
mi casi gemela, éramos de la misma estatura, contextura física, el color de los
cabellos y acentuábamos la fantasía peinándonos igual, y vistiéndonos
parecidas, una vez que la producción estaba hecha, pedíamos de hacer algún
mandado, jugar en la puerta o en su “garaje” que era abierto, para que nos
pregunten si éramos mellizas, la pregunta llegó más de una vez y aprovechábamos
para dar todo tipo de explicaciones y detalles de nuestra familia que deja
chiquito cualquier libro de ciencia ficción.
Ella nunca lo olvida, como
tampoco que yo convencida de que iba a suceder, de cuando le dije que mis ojos
estaban cambiando a verdes (son castaños, no tan oscuros pero sin duda castaños…sólo
ella sabe lo que me cuesta reconocerlo),
me acompañaba hasta dos veces por día con uno de los espejos que las madres
usaban para arreglarse las cejas, o a los botiquines de su casa o de mi abuela
para ver si las manchitas más claras iban aumentando.
Cuarenta años después, y con una
vida tan complicada como digna de ser vivida que hemos tenido ambas, la
pregunta “y Patri, ya están totalmente verdes?”, de igual manera lo hacen sus
padres cuando nos encontramos en el súper del barrio, “obvio, por eso siempre
estoy parada delante de las lechugas, para acentuarlos”.
Es
nuestra broma. Es nuestra historia. “nuestro juego de gemelas”, en honor a la
verdad, ella es bastante menor de edad, así que si a mis nueve teníamos la
misma estatura, ella ahora se corre del rostro las copas de los árboles,
mientras yo sigo lustrando zócalos.
Logré tener mi familia, hoy por
hoy puedo decirlo, si bien hace diecisiete años que formé una de las llamadas “ensambladas”,
esas de portarretrato, ya que mi gordo y yo teníamos cada uno una hija del
matrimonio anterior y ellas sólo tenían diez meses de diferencia, de diciembre
a febrero tienen la misma edad y “entre todos” tuvimos a la más chica que hoy
transita sus dulces dieciséis (edad en
que yo me comprometí con mi primer marido, con anillo y cintillo, ante la
incredulidad de mis compañeros, grandes amores, de mi curso que aún hoy en cada
reunión me dicen que estaba loca)
Pero fue en esta cuarentena
obligatoria para todos, en que realmente me descubrí y pude decir sinceramente
que por primera vez esta familia lo era totalmente.
En qué sentido? En que nunca
habíamos vivido todos juntos, más que por fines de semana y algún que otro
viaje corto, nunca alenté largas o breves vacaciones veinticuatro horas juntos
cada día porque por algún motivo me sentía incapacitada para lograr la
convivencia.
Tanto
jugar, tanto fantasear….algo estaba pasando…una cosa era soñar y otra escuchar
que las puertas se abran y cierren veinte veces, que haya almuerzo y cena cada
día, compras para cinco, ser justa en quien elige las películas, los juegos, la
música, consensuar y sentir que no se favorece más a uno que a otro.
Evidentemente
no hubiera podido formar familia con un viudo.
Por
otro lado, mi marido, en todo este tiempo más que ayudar, distraer, ponerse la
familia al hombro y brindar hasta las tripas no ha hecho, pero él o la que me conoce sabe
que necesito mucho tiempo sola, para leer, (hasta sesenta veces un mismo libro
a lo largo de diferentes épocas y siempre me sorprende algo, porque
evidentemente voy cambiando mi óptica) para escribir, para hacer los ejercicios
por este bendito ciático que me vuelve loca, para dormir, para planificar mi
trabajo, para la facultad, para hablar con mis amigas y amigos. Para soñar
despierta.
Siempre me preocupó que iba a
pasar con nosotros cuando mi marido que en más de tres décadas nunca tomó
vacaciones, o dejo de trabajar más que el 25 de diciembre y el 1 de enero, se
jubile, o deje de tener obras afuera de la provincia y esté siempre acá…no
lograba hacerme esa imagen.
Si bien él agrandó hace unos años
la que fuera mi casa original después de mi divorcio, creo lugares para cada
uno de nosotros, no me hacía a la idea de él todo el tiempo ahí, y menos que
vinieran también nuestra Pupi ( su hija mayor) y mi ojitos de semillitas de
sandía (nietito divino y adorado de mi gordo), acostumbrada como estaba a que
mis hijas son autónomas en todo lo referente a estudios u obligaciones, lo
llevan a cabo en sus dormitorios y yo ignoro completamente que materias tienen
o no… tengo la inmensa fortuna que de estudio me hablen sólo para decirme notas
excelentes, es decir, la casa está prácticamente vacía por las obligaciones de
cada uno y las actividades extras.
¿Ibamos
a estar todos juntos a la vez por más de una semana?
Mi
marido convertido en puma preocupado por lo laboral, yo enloquecida de ver
pasar gente de un lado al otro, buscando llaves que no debían cambiar de lugar,
que nadie toque mi mate y mi termo, que las luces se apaguen porque después de
la última factura me hicieron casi socia de la EPE, que el baño que siempre uso
esté ocupado aunque mi marido construyera dos más con tal de no aguantarme, que
todos estemos almorzando y cenando a la vez cuando en casa aunque vivimos
cuatro es muy raro que comamos todos a la vez salvo a la noche?????
De entrada me pareció lo más
acertado que la mayor y su bebé vinieran, ya que la alternativa era un
departamento muy chico y no era sano tanto tiempo encerrados ella y el bebé, pero
tanto mi marido como yo, medio en broma y medio en serio pensábamos que ninguno
de los seis estábamos acostumbrados a vernos tanto y que nos íbamos a terminar
peleando por cualquier pavada.
“Bueno
Lucrecia, me dijo él (sólo me dice por mi nombre cuando está absolutamente
hinchado las guindas y la lucha llegó hasta el hueso mismo), vamos a ver qué
resulta”.
Y
fueron desde hace mucho, los días más felices que viví en mi vida, mientras
todos veían el lado oscuro yo me aferré a esas “vacaciones” que nunca tuvimos
todos juntos y por tanto tiempo…más allá de la incertidumbre laboral por parte
de él, lo financiero, las precauciones para que este virus de la realeza no nos
visite, sólo veía el sol veraniego, a mi
Flor y mi Cati disfrutando de su hermana que tenía su lugar dentro del que era
nuestro hogar, tomábamos sol, jugábamos en la piletita con Ciro, pedíamos
helado, hacían rutina de bailes y gym, el gordo nos preparaba comidas
riquísimas, el asador a full y yo recibí como nunca colaboración que el millón
de pequeñas cosas que no aparecen hechas como magia en un hogar.
Hace unos días, conversando con
una persona increíble, de mi entorno laboral, que cada tanto descubrimos que
tenemos algunos espejos que nos asemejan, me dice “¿Cómo Lucrecia???????????
Le expliqué que para mi marido
salvo que esté enojado o hallamos discutido, suelo ser Lucrecia, Irma, Sofía
Ema, Marcela, así en Navidad cuando el papá Noel reparte, y nombra dos o tres
de estos epítetos, mientras los demás miran a ver quién es la nueva integrante
de la familia, yo riendo voy en busca de mis regalos.
Ella,
entusiasmada y enérgica como es siempre me dijo “Lucrecia, qué genial Lucrecia….
Me encanta, me muero, tenés que escribir sobre esto, me divierte mucho”, “bueno,
te lo voy a dedicar, pero preservo tu identidad…Olga” nos reímos mucho y algo
que iba a ser completamente diferente terminó siendo este escrito.
Cada vez que alargaban la
cuarentena, nosotros más allá de lo laboral, era como que recibíamos el premio
de “jugar a la casita” un poco más, así pasamos el cumple del gordo el 31 de
Marzo y el de mi Cati el 19 de abril, donde Flor hizo tacos, la Pupi hizo
tortas y postres, Cati se prendió tan clásica ella, en los ritmos elegidos por
las mayores y tentada participó de reggaetones y cumbias…mi pequeño amorcito
tenía un harem para él solo y por un tiempo tal vez muy largo para muchos pero
muy breve para mí…tuve mi familia completa, fui muy feliz y una vez más tengo
que agradecer que de lo malo, siempre surge algo muy bueno.
Gracias
Flor, gracias Pupi, gracias Cati, gracias “pato pato”, gracias gordo…y gracias
a mi misma que a pesar de ser muy densa para la convivencia, logré sacar el
mejor partido de mi esencia.
Gracias
“Olga querida, por insistirme tanto, aunque no es lo que pensábamos en nuestras
charlas, escribir esto me hizo mucho, mucho bien”.
Patricia Figura, Abril de 2020