jueves, 23 de abril de 2020

Y NO ES CUENTO...


Y NO ES CUENTO…
Absolutamente todos los que han leído mis cuentos alguna vez, saben que no doy nombres a los personajes, tal vez por eso más de una vez me han preguntado “soy yo el/la de tal cuento?”, porque cada uno se ve a su manera que tal vez no es la del otro.
Pero esta vez sí voy a poner nombres porque como ya lo dice el título, esto no es un cuento, al menos no totalmente.
Durante toda mi vida, en mi mente, en mis dibujos, en mis historias escritas, en mis juegos de roles, siempre, siempre, siempre el tema central era “la familia”.
Más de una vez les pregunté a mis amigas de la infancia, Cintia y Leticia, si no se cansaban de jugar siempre a la mamá, Leti siempre me dijo que le encantaba y Cintia, que hoy vive muy lejos y no es demasiado afecta a lo tecnológico, no concebía otro juego en su momento.
El nuestro no era un simple jugar a la mamá, nada más lejos de eso, éramos aparte cantantes, modelos, fotógrafas, y mujeres que manejaban (no era muy usual en los años setenta y ochenta), por tal motivo, los karting de nuestros hermanitos se transformaban en nuestras cupés.
Tenía también una amiga del barrio al que me mudé, a la que inicié en el vicio de jugar a la familia, Viviana, hoy no tenemos relación pero por conocidos en común sé que formó una familia como la que inventábamos años atrás y lleva más de treinta años en ella.
Con Vivi, invariablemente el juego era que nos íbamos de vacaciones a Tanti, al querido y abandonado ahora, Hotel de la Bancaria, aún en esa época era lo más parecido a un old inclusive.
A mis ojos era todo tal real, tan vívido, que me costaba salir de esa fantasía para algo más terrenal como ir a bañarme, a comer, a dormir….hoy con mi mirada de “Seño Patri”, me doy cuenta que siempre fui una “experta en juego dramático o de roles”….realmente me creía los personajes, nada podía convencerme de lo contrario y con mi entusiasmo y descripciones de lo que “iba a suceder en el juego”, en el “dale que”, contagiaba a mis amigas que al igual que yo, no veían la hora de continuar.
Hoy en las salas que he tenido la dicha de estar como docente, detecto “esa mirada especial” en mis nenes y nenas cuando están absolutamente imbuidos en el personaje que crearon.
De más grande, a mis ocho  o nueve años más o menos, con Leti decidimos ser “mellizas” (nada que ver a la infancia de hoy a esa edad, yo jugué hasta los catorce con muñecas, de manera diferente tal vez, disfrazando el juego de tenerlas peinadas, vestidas, que queden lindas, pero juego al fin), bueno, con mi casi gemela, éramos de la misma estatura, contextura física, el color de los cabellos y acentuábamos la fantasía peinándonos igual, y vistiéndonos parecidas, una vez que la producción estaba hecha, pedíamos de hacer algún mandado, jugar en la puerta o en su “garaje” que era abierto, para que nos pregunten si éramos mellizas, la pregunta llegó más de una vez y aprovechábamos para dar todo tipo de explicaciones y detalles de nuestra familia que deja chiquito cualquier libro de ciencia ficción.
Ella nunca lo olvida, como tampoco que yo convencida de que iba a suceder, de cuando le dije que mis ojos estaban cambiando a verdes (son castaños, no tan oscuros pero sin duda castaños…sólo ella sabe lo que me cuesta reconocerlo), me acompañaba hasta dos veces por día con uno de los espejos que las madres usaban para arreglarse las cejas, o a los botiquines de su casa o de mi abuela para ver si las manchitas más claras iban aumentando.
Cuarenta años después, y con una vida tan complicada como digna de ser vivida que hemos tenido ambas, la pregunta “y Patri, ya están totalmente verdes?”, de igual manera lo hacen sus padres cuando nos encontramos en el súper del barrio, “obvio, por eso siempre estoy parada delante de las lechugas, para acentuarlos”.
Es nuestra broma. Es nuestra historia. “nuestro juego de gemelas”, en honor a la verdad, ella es bastante menor de edad, así que si a mis nueve teníamos la misma estatura, ella ahora se corre del rostro las copas de los árboles, mientras yo sigo lustrando zócalos.
Logré tener mi familia, hoy por hoy puedo decirlo, si bien hace diecisiete años que formé una de las llamadas “ensambladas”, esas de portarretrato, ya que mi gordo y yo teníamos cada uno una hija del matrimonio anterior y ellas sólo tenían diez meses de diferencia, de diciembre a febrero tienen la misma edad y “entre todos” tuvimos a la más chica que hoy transita sus dulces dieciséis  (edad en que yo me comprometí con mi primer marido, con anillo y cintillo, ante la incredulidad de mis compañeros, grandes amores, de mi curso que aún hoy en cada reunión me dicen que estaba loca)
Pero fue en esta cuarentena obligatoria para todos, en que realmente me descubrí y pude decir sinceramente que por primera vez esta familia lo era totalmente.
En qué sentido? En que nunca habíamos vivido todos juntos, más que por fines de semana y algún que otro viaje corto, nunca alenté largas o breves vacaciones veinticuatro horas juntos cada día porque por algún motivo me sentía incapacitada para lograr la convivencia.
Tanto jugar, tanto fantasear….algo estaba pasando…una cosa era soñar y otra escuchar que las puertas se abran y cierren veinte veces, que haya almuerzo y cena cada día, compras para cinco, ser justa en quien elige las películas, los juegos, la música, consensuar y sentir que no se favorece más a uno que a otro.
Evidentemente no hubiera podido formar familia con un viudo.
Por otro lado, mi marido, en todo este tiempo más que ayudar, distraer, ponerse la familia al hombro y brindar hasta las tripas no ha hecho, pero él o la que me conoce sabe que necesito mucho tiempo sola, para leer, (hasta sesenta veces un mismo libro a lo largo de diferentes épocas y siempre me sorprende algo, porque evidentemente voy cambiando mi óptica) para escribir, para hacer los ejercicios por este bendito ciático que me vuelve loca, para dormir, para planificar mi trabajo, para la facultad, para hablar con mis amigas y amigos. Para soñar despierta.
Siempre me preocupó que iba a pasar con nosotros cuando mi marido que en más de tres décadas nunca tomó vacaciones, o dejo de trabajar más que el 25 de diciembre y el 1 de enero, se jubile, o deje de tener obras afuera de la provincia y esté siempre acá…no lograba hacerme esa imagen.
Si bien él agrandó hace unos años la que fuera mi casa original después de mi divorcio, creo lugares para cada uno de nosotros, no me hacía a la idea de él todo el tiempo ahí, y menos que vinieran también nuestra Pupi ( su hija mayor) y mi ojitos de semillitas de sandía (nietito divino y adorado de mi gordo), acostumbrada como estaba a que mis hijas son autónomas en todo lo referente a estudios u obligaciones, lo llevan a cabo en sus dormitorios y yo ignoro completamente que materias tienen o no… tengo la inmensa fortuna que de estudio me hablen sólo para decirme notas excelentes, es decir, la casa está prácticamente vacía por las obligaciones de cada uno y las actividades extras.
¿Ibamos a estar todos juntos a la vez por más de una semana?
Mi marido convertido en puma preocupado por lo laboral, yo enloquecida de ver pasar gente de un lado al otro, buscando llaves que no debían cambiar de lugar, que nadie toque mi mate y mi termo, que las luces se apaguen porque después de la última factura me hicieron casi socia de la EPE, que el baño que siempre uso esté ocupado aunque mi marido construyera dos más con tal de no aguantarme, que todos estemos almorzando y cenando a la vez cuando en casa aunque vivimos cuatro es muy raro que comamos todos a la vez salvo a la noche?????
De entrada me pareció lo más acertado que la mayor y su bebé vinieran, ya que la alternativa era un departamento muy chico y no era sano tanto tiempo encerrados ella y el bebé, pero tanto mi marido como yo, medio en broma y medio en serio pensábamos que ninguno de los seis estábamos acostumbrados a vernos tanto y que nos íbamos a terminar peleando por cualquier pavada.
“Bueno Lucrecia, me dijo él (sólo me dice por mi nombre cuando está absolutamente hinchado las guindas y la lucha llegó hasta el hueso mismo), vamos a ver qué resulta”.
Y fueron desde hace mucho, los días más felices que viví en mi vida, mientras todos veían el lado oscuro yo me aferré a esas “vacaciones” que nunca tuvimos todos juntos y por tanto tiempo…más allá de la incertidumbre laboral por parte de él, lo financiero, las precauciones para que este virus de la realeza no nos visite, sólo veía el sol veraniego,  a mi Flor y mi Cati disfrutando de su hermana que tenía su lugar dentro del que era nuestro hogar, tomábamos sol, jugábamos en la piletita con Ciro, pedíamos helado, hacían rutina de bailes y gym, el gordo nos preparaba comidas riquísimas, el asador a full y yo recibí como nunca colaboración que el millón de pequeñas cosas que no aparecen hechas como magia en un hogar.
Hace unos días, conversando con una persona increíble, de mi entorno laboral, que cada tanto descubrimos que tenemos algunos espejos que nos asemejan, me dice “¿Cómo Lucrecia???????????
Le expliqué que para mi marido salvo que esté enojado o hallamos discutido, suelo ser Lucrecia, Irma, Sofía Ema, Marcela, así en Navidad cuando el papá Noel reparte, y nombra dos o tres de estos epítetos, mientras los demás miran a ver quién es la nueva integrante de la familia, yo riendo voy en busca de mis regalos.
Ella, entusiasmada y enérgica como es siempre me dijo “Lucrecia, qué genial Lucrecia…. Me encanta, me muero, tenés que escribir sobre esto, me divierte mucho”, “bueno, te lo voy a dedicar, pero preservo tu identidad…Olga” nos reímos mucho y algo que iba a ser completamente diferente terminó siendo este escrito.
Cada vez que alargaban la cuarentena, nosotros más allá de lo laboral, era como que recibíamos el premio de “jugar a la casita” un poco más, así pasamos el cumple del gordo el 31 de Marzo y el de mi Cati el 19 de abril, donde Flor hizo tacos, la Pupi hizo tortas y postres, Cati se prendió tan clásica ella, en los ritmos elegidos por las mayores y tentada participó de reggaetones y cumbias…mi pequeño amorcito tenía un harem para él solo y por un tiempo tal vez muy largo para muchos pero muy breve para mí…tuve mi familia completa, fui muy feliz y una vez más tengo que agradecer que de lo malo, siempre surge algo muy bueno.
Gracias Flor, gracias Pupi, gracias Cati, gracias “pato pato”, gracias gordo…y gracias a mi misma que a pesar de ser muy densa para la convivencia, logré sacar el mejor partido de mi esencia.
Gracias “Olga querida, por insistirme tanto, aunque no es lo que pensábamos en nuestras charlas, escribir esto me hizo mucho, mucho bien”.

Patricia Figura,  Abril de 2020

martes, 21 de abril de 2020

Daños Colaterales


Daños Colaterales…( final de la saga “Te voy a lastimar”, “A mí no me hiere nadie”)
“Violetas para Nadie”, el título de ese legendario cuento de Poldy Bird que tanto la marcara en su adolescencia, volvía una y otra vez a su mente.
Recordaba habérselo leído en voz alta a su amiga y compinche una de las noches antes a que cada una partiera por estudio a lugares diferentes, le había calado hondo en el corazón, su amiga se reía con esa voz grave diciéndole una y otra vez “eso no te va a pasar… quien se enamore de vos va a valorarte desde el minuto cero”, “inspirás protección”….por qué venían esos recuerdos justamente ahora a su mente?
Sabía demasiado bien por qué.
Seis años habían pasado de esa noche fatídica.
Esa noche en que su mundo se había venido abajo.
Esa noche en que su familia fue arrasada por un tsunami.
Esa noche en que supo que nunca, nada, jamás iba a volver a ser como fuera…su burbuja de amor, cuidado, respeto, contención, seguridad y alegría se había destrozado.
Él creyéndola dormida la había tomado por los hombros y le había dicho “tenemos que hablar”.
Cuando vio sus ojos hinchados, conociéndola tanto se dio cuenta de que había estado llorando.
Perdió el equilibrio y la decisión,  esos ojos lo desarmaban, era tan hermosa, tan suya, tan única, no soportaba ver el dolor en su rostro tan amado.
Su cuerpo aún guardaba los rastros de esa pasión volcada en el cuerpo de quien le trastornara la cabeza desde que la viera por primera vez.
Se mordió los labios.
No podía argüir que fue una debilidad, un error que terminó antes de comenzar, que lo había llevado al borde del abismo…era una excelente mujer y la hermana del alma de su propia esposa.
Existe algo peor?
Por qué era una desgracia por donde se mirara?
Cuál era el camino?
Irse a vivir a marte lejos de todo y de ambas?
Una vida sin la cotidianeidad de su hogar maravilloso, cálido, con hijos increíbles?
Intentar una vida con quien le hiciera temblar el vientre de sólo pensarla?
Si unos meses antes alguien le hubiera dicho que iba a estar en esta encrucijada, se hubiese reído con ganas y se hubiera atrevido también a jurar que no existía tal posibilidad.
Y ahora estaba en el centro del remolino sin poder nadar para salir de él.
Ella lo había mirado sin alentarlo a hablar.
Él la miraba con un rostro atormentado como jamás le viera.
No había suspiros.
Contenían inconscientemente la respiración esperando que el otro diga algo.
_ Te amo con toda el alma y sin embargo te traicioné de la peor manera, no hay nada que pueda decir para justificar esta monstruosidad que me está pasando, no puedo negarla, no puedo hacer de cuenta que no pasó, no puedo darte una actuación para no destruir tu mundo que también es el mío_ lo dijo sin libreto previo, con los ojos anegados en llanto y la voz estrangulada.
Una lágrima silenciosa rodaba por el rostro de ella, había perdido toda furia, toda energía, estaba aterida de dolor…cegada como si mil faroles alumbraran sus ojos, a pesar de estar en la penumbra de las luces bajas de su dormitorio.
No le preguntó por qué había estado llorando ella, ni remotamente pensó que había sido testigo de esa mutua declaración de ¿amor?.
_Te amo, te amo tanto tanto, y a los chicos, a nuestro hogar, nuestra vida tranquila en este pueblo, amo las reuniones con nuestras parejas amigas, los veraneos juntos los cuatro…no debe haber tipo en el mundo más agradecido a la vida que yo… y sin embargo, les fallé, con un acto mío, personal, de mi responsabilidad…sé que los destruí a todos de alguna u otra manera_  estaba pálido, tembloroso, toda la vitalidad que desplegó en esa pasión salvaje, incontrolable con la amiga de su mujer, lo había abandonado por completo, se sentía un zombie.
Ella no reaccionó como lo hubiera hecho horas antes de ser testigo involuntaria de esas declaraciones demoledoras en la sala de su amiga.
No le preguntó de qué hablaba, a qué se refería, no lo abrazó fuerte diciéndole que todo tenía solución, mientras estuvieran juntos todo lo podían.
En otro momento hubiera creído que él se refería a un desorden financiero, un error inmenso en lo profesional…cualquier cosa menos que había estado dentro del cuerpo ávido de otra mujer.
Y que esa mujer era la mejor amiga, de toda la vida de ella.
Fue una noche larguísima, dolorosa, en un momento de la misma ella fue como una autómata a abrir las ventanas de su habitación que daba al jardín…inhaló como si hubiera estado conteniendo la respiración contra su voluntad.
El no ofrecía una solución.
No la tenía.
“no la hay” dijo él en un momento, desesperado ante el mutismo de ella, “eso no es cierto”, dijo ella por fin “las soluciones son eso, soluciones, ni lo que ansiamos, esperamos o deseamos, es resolver de la manera menos dañina posible un problema”.
Mientras fue asimilando el golpe, la muerte de su vida tal y como la conocía, ante el cadáver mismo de su matrimonio, fue descubriendo su resiliencia, no iba a morir, no esa noche, no ante la traición de los que amaba…no lo merecían.
El aún con su camisa transpirada, el sudor agrio de la adrenalina, sentado en el piso y apoyado contra el costado de la cama, sus pantalones siempre impecables eran una sola arruga, los cabellos que unas horas antes habían sido enredados en dedos largos y lujuriosos, estaban en desorden de tanto pasarse las manos en gestos desesperados, vio que iba amaneciendo.
Su mujer, en adorable camisolín, como era su costumbre, se las compuso para preparar el desayuno de los niños, despertarlos, y saludarlos en la puerta cuando se dirigieron a su cercano colegio, ante las preguntas de su nariz y ojos enrojecidos les dijo que debía tener gripe, que luego del contra turno fueran  directamente al club y finalmente volvieran a casa a la tardecita.
Para ese entonces ya habría comenzado lo que sería el resto de su vida.
Llamó por teléfono a quien amara como si fuese hermana de sangre, “nos debemos una conversación” le dijo…silencio del otro lado, luego de un momento un “voy” apenas susurrado se dejó oír por respuesta.
Era como si se vieran por primera vez, pero absolutamente diferentes a ese primer “hola” de toda una vida atrás.
La mesa de la cocina los reunió a los tres, la amiga no pudo dejar de ver la devastación de los rostros de ese matrimonio perfecto hasta que ella llegara.
No soportaba la distancia con ella, ese abrazo fuerte, su risa contagiosa y siempre pronta.
Eran tres fantasmas, pobres restos de lo que habían sido días atrás.
_No hay marcha atrás, no se puede deshacer lo que ya está hecho, alguna vez se iban a conocer y tarde o temprano evidentemente esto iba a pasar..les creo cuando dicen que nadie buscó que esto sucediera, porque soy testigo que la que más insistió en todos estos años para tenerlos a ambos bajo mis alas fui yo_ rio de una manera triste y sarcástica, se asombró de su autocontrol, de la claridad de sus palabras, de la fuerza que nacía del dolor.
_No hay magia, no nos vamos a despertar de esta pesadilla a pesar de que nos pellizquemos….como supuestamente soy la “victima”, junto a mis hijos por supuesto, tengo derecho a pedir de hacer este duelo en soledad, eso quiere decir que, al menos por un tiempo no quiero verlos, olerlos, escucharlos…y mucho menos convivir_ esto último lo dijo mirándolo fijamente a él._ no quiero verlos juntos, ni separados, no quiero saber qué pasó o no con uds…no quiero compartir actos escolares, entregas de libretas, fiestas, reuniones de pueblo, nada, nada de nada con ninguno_
_Voy a pedir un traslado a otro pueblo, o al fin del mundo, donde sea, necesito que entiendas que esto no es contra vos_ la que hablaba era la amiga_ Soy sola, puedo organizarme, pero por favor no puedo deshacer mi historia con vos, fuiste la familia que elegí de toda la vida, te juro que esto ni siquiera fue alimentado, no sé qué decir.
Ella la miró desde su nueva coraza, desde otro lugar, como si fuera una desconocida, no le respondió.
Se convino que ella dejaría a los chicos en la casa con el padre por unas semanas, se iría a la pequeña ciudad donde vivían sus padres, pediría una licencia especial por salud, fue irónica al decirle que podía hacerle el certificado médico, tomaría distancia y necesitaba hacerlo sola.
Ellos podían continuar como se les diera la gana, pero no iba a perdonar el daño que le infringieran a los chicos.
Esas semanas se fueron sucediendo una a otra, al principio en medio de un dolor lacerante, sus padres la mimaron, la cuidaron, jamás hablaron mal de él o de la amiga y ella mentalmente lo agradeció.
Él la llamaba todos los días, ella nunca respondió, cosa curiosa, no extrañaba a los chicos, no extrañaba sus muebles, su jardín, su cocina…era como el águila que se aísla para renovar sus partes viejas.
Hablaba con los chicos, los tranquilizó con respecto a su salud, les pidió que fueran tan sanos y fuertes como siempre, que la vida a veces cambia de un momento para otro y eso no siempre tiene por qué ser malo, simplemente es otro rumbo, otra dirección y otras personas se cruzan en ella.
Esas semanas se transformaron en meses, organizó un traslado laboral que no tardó en salir
Solo habló con él para ponerse de acuerdo con respecto al cambio de colegio y dirección de los niños, naturalmente pasarían feriados, y vacaciones con él, la casa se vendería, ella no tenía apuro, estaba muy bien donde estaba.
Nunca volvió a hablar con ella más allá de que su amiga lo intentara, no abrió ninguna de sus cartas y tampoco los mails que iban directamente a correo no deseado.
Sus padres dieron amor y cobijo a todo el grupo de expatriados, con el tiempo se fue sintiendo más fuerte, más tranquila, sus compañeros de trabajo eran un tema aparte, nunca preguntaron, pero siempre estuvieron, algunos eran compañeros de escuela de tantos años atrás.
Sólo cuando se firmó el divorcio al que él se negara en un principio, se permitió llorar, mucho, lloró hasta que las lágrimas se agotaron, lo hizo sola , ignoraba si él continuaba o no con quien fuera su amiga, lo que importaba es que el hombre con el que ella había vivido tantos años y a quien amara ya no era el mismo.
Ya no confiaría más en él.
Y como la vida ofrece revanchas, resarcimientos o como quiera llamarse, un día descubrió que en la sala de profesores siempre la esperaba un bombón, un chocolate, una oblea, una flor.
Sabía de quien venía, era profe, era colega, era su novio de cuarto grado, era su primer amigo en ese nuevo lugar, era quien se había bancado interminables cenas escuchando una historia que dolía cerrar, era el que le obsequiaba miradas de deseo, pero también un abrazo compañero .
“violetas para nadie”… por qué su mente repetía ese título una y otra vez?
Es que este nuevo amor, esta nueva oportunidad llegaba tarde?
Es que ella ya no creía en la lealtad de una pareja?
O tal vez porque quien fuera su amiga había reído al escuchar ese cuento hacia siglos atrás y le decía que a ella se la valoraba y cuidaba desde el primer momento.
No tenía todas las respuestas a sus propias preguntas.
Pero se sentía bien, viva, libre…tenía momentos de felicidad que eran intensos, le gustaba el nuevo hogar que había armado para ella y los chicos, le gustaban sus nuevos amigos, le gustaba tener a los padres cerca….no pudo evitar la catástrofe que la asoló años atrás.
Pero pudo salvarse y salvar a sus hijos.
Por los chicos supo que el papá no había vuelto a formar familia, vivía solo en un departamento arriba del estudio.
Como el mundo es un pañuelo supo que quien fuera su hermana en la amistad, estaba viviendo al otro lado del mundo, algún lugar de Europa, pero ya no sentía dolor o rencor, simplemente ya no era parte de su vida.
Entró a la sala de profesores, sonrió al ver su chocolate preferido al lado de su taza de café, lo abrió, se apoyó sobre la mesada y la disfrutó de a poco con una sonrisa esperanzadora en los labios.

Patricia Figura, abril de 2020

Dedicado una vez más, a quien impulsó que aquel primer cuento de diez años atrás se convirtiera en una saga: espero haber satisfecho las expectativas de cada lector y de la musa aunque no protagonista, aclaro, Teresa Calandra.










domingo, 5 de abril de 2020

A MÍ NADIE ME HIERE...


A MÍ NO ME HIERE NADIE.
El sudor frio le recorría el cuerpo, todavía joven, dentro de su sencillo vestido de algodón, las manos rígidas sostenían aún el plato cubierto que había llevado a su amiga cuando escuchó que no estaba sola.
Estaba con un hombre, se habían encontrado en la intimidad de esa sala que olía a ella, a la mundanidad que nada tenía que ver con el pueblo que ahora habitaba, estaban escuchando música “clásica”, a ella nunca le había gustado ese tipo de composiciones complicadas y melancólicas…a su marido sí.
Se estaban declarando la mutua pasión que los abrazaba, les quemaba las entrañas y la cabeza, hablaban de no poder acallar por más tiempo eso que sentían…nada había pasado aún, pero eso no era lo importante, sabían que iba a pasar, que no iban a poder contenerlo más tiempo.
Caminaba apresurada hacia…¿hacia dónde?, ¿a su casa?
Su amiga del alma, recientemente llegada al pueblo donde ella habitaba felizmente junto a su adorado esposo, los hijos productos de un amor constante y compañero y donde habían construido el entorno familiar y laboral que los hacía felices, se había enamorado como nunca jamás en su ajetreada vida y al parecer él sentía exactamente lo mismo y ella hubiera sido la primera en festejarlo, abrazarla fuerte y decirle “viste que a vos también te iba a pasar?” .
Pero eso ahora se tornaba imposible…
Por que quien era amado, correspondido y deseado por quien fuera su hermana del alma era su propio esposo.
El mismo que se acercaba mientras ella terminaba alguna comida y la abrazaba despacio, le susurraba anticipándole lo que pasaría luego, en la paz de esa alcoba que guardaba los más íntimos secretos de años y años de amor y entrega de ambos.
El que se desesperaba ante el menor signo de enfermedad de ella o de los chicos.
El que iba a trabajar lloviera o tronara y siempre regresaba rápido al refugio que habían creado.
El que la hacía lucir orgulloso cuando mantenía alguna conversación o daba clases extras de idioma extranjero.
El mismo que se despedía con pesar ante cada viaje laboral y volvía  anticipándole su llegada con una llamada risueña y un “prepárate porque no te voy a dejar dormir en toda la noche”.
Hasta muy poco tiempo atrás y durante años había sido así.
Ahora lo notaba distraído, preocupado, evasivo ante las preguntas de ella, sabía que su trabajo pasaba por períodos difíciles y dio por sentado que ese era el motivo.
Se preocupó en ser más compañera aún, no le costaba nada, era increíblemente feliz, más desde que había logrado que su querida amiga, hermana, compinche viniera a vivir a cuadras de su hogar y cambiara su vida compleja y frustrante como médica de una gran ciudad y sin un amor verdadero.
Pero no contaba con que se iba a enamorar de su marido.
Podía entenderla, era imposible no amarlo…encantador, compañero, atractivísimo, educado, caballero…pero lo que no entendía y era como una cuchilla hirviendo clavada en su pecho, era la voz de él diciendo que le había sucedido lo mismo más allá de que luchara con todas sus fuerzas para revertir esos sentimientos.
Llegó a la plaza del pueblo.
Se apoyó contra un añoso árbol.
Rugoso, áspero, pero con una apariencia fuerte y protectora…como ella, pensó.
El dolor la hacía doblarse en dos, ¿cómo vivir de ahora en más?.
Su primer impulso fue huir, alejarse de esa visión blasfema.
Nadie le iba a sacar a su marido, era “suyo”, nadie le iba a sacar su vida tal y como era, ni siquiera ella, a quien le hubiera dado un riñón de haberlo necesitado.
Pero sabía que eso no era verdad, no dependía de ella, la habían traicionado, en el mismo momento y el mismo lugar las dos personas que había amado incondicionalmente durante años.
Era verdad lo que habían dicho cuando llegó ese abrazo del que fue testigo y que le hacía gritar de angustia, ellos podían tenerse uno al otro…¿Quién la abrazaría y consolaría a ella?. ¿Qué era lo que sugerían?, ¿Vivir los tres en el pueblo repartiéndose los chicos durante los fines de semana?.
Los chicos!!!!!!
Como decirles que su vida tal y como la conocían había terminado?
Porque se tomara la decisión que se tomara nada nunca jamás volvería a ser igual.
Y sintió una ira desconocida hasta el momento.
Furia, cómo se atrevían a tenerle lástima? A ella? A quien se pasara años contándoles a uno sobre el otro? Cómo se atrevían a hacerle tal ultraje? Cómo se atrevían a destrozarle la vida a sus hijos?????.
Ese enojo que le brotaba por los poros, por los dedos, por los ojos era algo absolutamente contrario a su vida, su paz, su tranquilidad.
Cerró los ojos un momento, “pueblo chico, infierno grande”, por qué le vino esa frase a la mente?
Miró alrededor y no vio a nadie, es lógico, es la hora en que cada familia se reúne en torno a su mesa…él debió ir directamente del trabajo, como cuando tenía imprevistos.
“A mí no me hiere nadie”.
“A mí nadie me destroza la vida”.
“A mí nadie me va a determinar cuándo termina un amor de años”.
Ellos sí, le susurró alguien en su interior. Arrojó el estúpido plato con su contenido ya frío en un tacho de basura, se limpió los ojos, se sonó la nariz y arrojó también el repasador.
Le diría a los chicos que lavaran los platos y se acostaran, que a ella le dolía la cabeza, que el papá volvería después… se acostaría en una larga noche insomne hasta que él se durmiera abrazado a ella como cada noche.
Descubrió que podía manejar los celos por un tiempo, que no iba a tomar decisiones apresuradas, no les allanaría el camino, no se haría a un lado, tenía años y años de un amor como el que pocos podían contar, eso valía mucho más que un deslumbramiento, una debilidad.
En la sala que cobijaba a los enamorados, luego del abrazo siguió el silencio interrumpido solo por Tchaicovsky al que Grieg le había dado paso.
El concierto número uno le pareció aún más trágico que de costumbre,
Él la despegó apenas de su pecho, le sujetó el cabello hacia atrás y la besó con una voracidad que hacía mucho no sentía, ella respondió como si recibiera una gran bocanada de aire luego de estar en las más oscuras profundidades.
Él no pudo detener sus manos, buscaba la piel de ella como un poseído, quería beberla, rozarla, hundirse con una urgencia desconocida u olvidada hace mucho tiempo.
Se desconocía, la respuesta ávida de ella lo enloquecía aún más de lo que ya estaba, la música inmortal repiqueteaba en su cabeza…el olor de ella lo hacía sentir hambriento y animal.
Ella en ningún momento consideró detenerlo.
Lo que sentía sobrepasaba todo lo que había fantaseado desde que lo conociera personalmente.
Se sentía hambrienta, salvaje.
Cuando creyeron morir de lujuria y llegando al placer más álgido y satisfactorio que ambos habían disfrutado en mucho tiempo, el solo del cisne negro los acompañó como corolario de lo que había sucedido en esa sala que jamás olvidaría ninguno de los dos.
Ninguno podía precisar cuánto tiempo estuvieron uno en brazos de otro cuando todo acabó.
Ninguno habló de culpa, no insultarían el momento con tal hipocresía.
Ninguno hizo ademán de soltar al otro.
Hasta muy tarde, cuando la transpiración de sus cuerpos se había secado, dando paso a un frío repentino.
Qué vamos a hacer? Le preguntó ella mientras él se vestía para ir a su hogar.
_Voy a ir a casa, habrá supuesto que me quedé en la oficina, la voy a despertar, le voy a decir la verdad, no le voy a dar tal dolor a cuentagotas, no la voy a matar de a poco ni maltratarla con una distancia, que te confieso, me va a costar horrores mantener_
_Entonces? Por qué mantenerla? Por qué no seguir con tu vida tal como está?, Dios sabe que yo jamás hablaría con ella, puedo inventar un traslado, o lo que sea…estoy absolutamente sola, eso, en este caso, tal vez sea una ventaja.
_Porque te conocí y en eso me desconocí…y eso ya no va a cambiar…más allá de si lo nuestro prospera o no, si logramos congeniar en la vida como en el sexo, más allá de lo que te pase o no a vos conmigo o viceversa…ya no soy el que era antes de conocerte, ya no soy el esposo que fui durante años…y nunca fui promiscuo o infiel…no lo soporto_
Silenciosamente como había llegado, desanduvo el camino hasta la puerta de calle, la cerró, caminó lentamente las cuadras que lo separaban de su hogar, su amadísimo hogar que ya nunca sería igual.
Se paró en la puerta de su dormitorio, la observó dormir, seguramente alguna pesadilla habitaba su sueño, estaba encogida, en posición fetal…., “como nos conocemos” pensó…se acercó despacio, le sacudió apenas un hombro, suave, la llamó por su nombre…ella no respondió, él insistió, ella abrió sus ojos hinchados, llorosos, él de rodillas a su lado, le acarició el suave cabello y susurró…. “Tenemos que hablar”.

Patricia Figura, abril de 2020
Este cuento es la segunda parte, ¿final? de otro escrito hace diez años y que quienes lo han leído, más de una vez me han pedido la continuación.
Anoche, lo hizo también una conocida modelo, actriz, conductora y empresaria, la encantadora Teresa Calandra, que desde hace un tiempo lee gratamente y me comenta mis queridos hijos literarios.
Esto es lo que surgió como segunda y ¿última? Parte de “Te voy a Lastimar”.