viernes, 20 de agosto de 2010

fue hace tanto tiempo...

Fue hace tanto tiempo…
Hace muchos años atrás, más de diez, ella era una joven esposa que parecía tenerlo todo.
Mamá de una nena,   casa cómoda, calefaccionada en el invierno y con un lindo jardín para el verano, donde su hijita  alternaba los juegos de su pequeña “placita” con la pile o la manguera para regar las plantas.
Trabajaba por cuenta propia, época de bonanza y placidez en lo económico, noviazgo largo y matrimonio breve, al poco tiempo de mudarse, su esposo  decide vivir lo que a los veinte no pudo…o  no necesitó.
Así fue que las madrugadas la encontraban sola, desvelada, con la cabeza a mil, en la habitación contigua el ritmo regular de su hija le daba el sosiego que su matrimonio le consumía.
Poco dados con el barrio, saludaban a todos pero no familiarizaban con nadie, entraban y salían a trabajar, recibían a familia y amigos los fines de semana, cambiaban  los vehículos, abultaban las cuentas bancarias… pero no se encontraban.
Se conversaba de negocios, de problemas con clientes, trámites repartidos, noticias familiares, amigos que se casaban, viajes proyectados pero nada que dejara las cartas sobre la mesa.
Cuando sintió que se estaba marchitando decidió tomar el toro por las astas y ante la renuencia de su compañero de toda la vida se habló de todo lo que era más que evidente.
Sin negarlo ni confirmar nada el arguyó pobres excusas y cada tanto se intentaba una nueva conversación para “hacer las cosas sin lastimar a nadie”.
Pero cuando solo uno va con la verdad y se pone sólo el  cincuenta por ciento de una pareja, todo tiende a caer por su propio peso.
Si se abría la caja de pandora… no iba a tener fin, por otro lado tenían mucho más que otras parejas en la treintena, que por supuesto dividido era nada… o casi nada.
Pero el amor a la vida pudo más y ella luchó con alma y vida para poder dar punto final a esa pantomima de matrimonio, no eran lo que los demás veían, el espejo estaba muy empañado y de lo que fuera alguna vez no quedaba siquiera el respeto.
Durante la lucha encarnizada donde hasta tuvieron cabida las amantes de él, ¿acaso no se daba cuenta ella de que otras se morían por tener lo que ella desechaba?, se mostraron las peores miserias humanas, lo más bajo de cualquier lacra que se pueda imaginar.
En medio de tanto agotamiento, dolor, desencanto y desazón… cuando  una tarde las lágrimas se mezclaban con las gotas que salpicaban sobre el verde primaveral  al regar el jardín, escuchó una voz juvenil y despreocupada que le ofrecía ayuda.
Aceptó y el trabajo sin bien placentero pero arduo, se hizo en la mitad de tiempo, no era un desconocido, era un vecino que siempre había sido muy amable con su hija cuando se le rompían los patines, o se le escapaba la perrita, para llamar a los gritos al heladero o inflarle las ruedas de la bici.
La tarde transcurrió entre mates y charla, podaron, replantaron, sacaron lajas rotas que molestaban en el camino, lavaron los juegos, y ajustaron la escalerita del tobogán que se movía como un flan cada vez que la nena se trepaba.
Como un acuerdo tácito cada sábado a la tarde era la cita para reacondicionar el jardín, a veces la hija era de la partida y todo se transformaba en un carnaval, era mucho menor que ella pero era más que obvio que estaba enamorado de su vecina, que estaba sola, vulnerable, desamparada y sobre todo triste.
Una noche tarde, de verano, mientras los grillos cantaban y la luna ocupaba todo el patio, sentada sola en una de las reposeras escucha su nombre casi susurrado, presta atención y sí, decididamente la estaban llamando a ella.
Con desgano, casi somnolienta cruza el patio de lajas, el jardín, la cochera y se asoma por una diminuta ventanita para ver quien era.
_soy yo, traje helado de tres gustos para tomarlo en tu jardín… si no hay mosquitos…_
En ese momento se dio cuenta de que le gustaría tener compañía, una noche soñada, perfumada de jazmines y azahares, con el arrullo del agua en la pileta… si, sería lindo compartirlo, tener con quien charlar un rato.
Abrió la puerta y no encontró al joven de shorts , ojotas y cabello alborotado, sino a un hombre muy bien plantado, que parecía mayor de lo que era, con pantalones impecables, camisa fresca y con las mangas algo arremangadas que dejaban ver muñecas bronceadas, brazos fuertes, el cabello de corte canchero, y un after shave como para marear a una lesbiana.
Se inclinó a saludarla con un beso en la mejilla y antes de que  cerrara la boca le dio el gigantesco pote de helado y cerró la puerta de calle con mano firme, sin dejar de mirarla a los ojos.
Si bien a ella las manos le “titubeaban”  mientras preparaba las compoteras para servir el postre él parecía no darse por aludido de que las cosas no eran como siempre, el vecinito para todo servicio, siempre dispuesto…es decir … estaba más que dispuesto a “ampliar” esos servicios.
_Estabas en el fondo?,  pongo las cosas allá, así no es necesario prender más luces, aumentan el calor, con semejante luna es como tener el mejor farol del mundo no?_ ella no despegó los labios, sólo asintió y lo siguió llevando las cucharitas y mirando como con absoluta familiaridad pero sin ser invasivo él acomodaba otra reposera y colocaba las servilletas y el helado en la mesa bajita, todo perlado como en un sueño, eran siluetas difusas bajo un cielo único en su belleza.
Él se mostraba atento y encantador, le fue a buscar una jarra de agua fresca y los vasos largos, guardó el resto del postre en la heladera y cuando se unió a ella que tenía su cerebro embotado y a la vez a mil, una música suave, los lentos que ella escuchaba incansablemente mientras leía o dibujaba llegó con él.
No se sentó a su lado, le tendió la mano y como si estuviese hipnotizada se encontró en ese pecho amplio y fuerte, muy joven y a la vez tan protector como hiciera años que  no sentía en torno a ella.
Olía riquísimo y los músculos de su espalda estaban tensos, ella apenas le llegaba  a la punta de la nariz, la sonrisa satisfecha de él le anticipaba lo que estaba por ocurrir.
_No vas a decir nada?, no te parece diferente la noche de hoy? Pensás seguir muda?._ se burlaba pero no la hacía sentir incómoda al contrario, sino mucho más joven de lo que se sintiera en mucho tiempo. _Te comieron la lengua los ratones…_ lo dijo en un tono pausado y cómico como si estuviera hablando con una criatura, pero ella no podía apartar los ojos de esas pupilas pícaras, traviesas, que le juraban mil cosas de las que ya ni se acordaba que existieran… si es que alguna vez existieron para ella_ A ver si es cierto?_ como si ella fuera de merengue él comenzó a acercarse suave primero, buscando sus labios que se abrieron al menor roce, la disfrutó y saboreó con todas las ganas acumuladas de tantos meses de soñar con su vecina, de imaginarla y desearla hasta pasar noches enteras sin poder pegar un ojo.
Las manos iban y venían, se enredaban, buscaban, se impacientaban, arrojaban la ropa con la furia de ir salvando barreras para llegar al límite, al premio, al sosiego.
Fue una noche larga, dulce, rodeada de perfumes, iluminados por la luna, con la música suave de fondo y la voracidad de él que parecía no tener límites.
Fue una época linda, fuerte, mientras toda una realidad se venía abajo, existía todo un paraíso prohibido, un recreo secreto, que daba  seguridad, comenzó a sentirse sana,  atractiva, joven, divertida  y como era de esperar para ella todo eso tenía un punto final.
Casi trece años de diferencia, momentos distintos, proyectos y gustos dispares, sólo la cama y las sesiones de sexo disfrutado y compartido los unían.
Hubo que poner distancia… dolorosa y drástica, por supuesto él no aceptaba ni entendía esas diferencias que a ella parecían importarle tanto, muy a su pesar terminaron mal, muy mal, con llantos, histerias y amenazas…durante muchos años no se vieron más ni supieron del otro
Hasta hace casi un mes atrás, después de diez años o más,  ella iba caminando a la siesta por una conocida avenida de la ciudad, poca gente en la calle, paso rápido y mirando cada tanto por encima del hombro.
Una sombra se acerca y ella apura el paso, la sombra se apresura también, y ella siente el sudor como espinas recorrerle el cuerpo, las piernas no le dan más cuando siente una mano en su brazo y gira tratando de zafarse y gritar… otra  mano se posa sobre su boca, ni un alma en la calle y árboles añejos ocultan la escena.
Clava los ojos suplicantes en su captor y bajo la capucha del canguro que el muchacho tenía puesto reconoce sus ojos, siente la presión de un arma al costado de su pecho pero no piensa en nada, lo mira fijo y no puede creer que él se haya convertido en un raterito, un vulgar ladrón, un…asesino?... se queda inmóvil, él también la reconoció, lentamente afloja su mano, guarda el arma porque ella ya no la siente sobre sus costillas, le sostiene la mirada un momento y bajando su capucha más sobre la frente, da media vuelta y huye.
Años antes y en una etapa dolorosa se sentía segura porque él existía y la protegía… años más tarde la angustia de saber que personas como él estaban a la vuelta de cualquier esquina solo le provocaba pánico.


Patricia Figura, agosto de 2010

4 comentarios:

  1. lA HISTORIA ES CAUTIVANTE ,EL DOLOR DE UNA MUJER QUE APARENTEMENTE , ANTE LOS DEMAS , TIENE TODO PARA SER FELIZ , PERO VIVE EN LA MAS DOLOROSA DE LAS SOLEDADES , FINGIR SIEMPRE ...TERRIBLE PERO NO IMPOSIBLE ...DE PRONTO ESE SER MAGICO QUE LE BRINDA TERNURA , ATENCION , TODO LO QUE ELLA NECESITA ...BARRERAS QUE SE CREAN ...Y DARSE CUENTA FINALMENTE QUE TODO DE UNA U OTRA MANERA EN SU VIDA FUE UN ENGAÑO ...
    DOLOROSO PERO VERDADERO Y FANTASTICO ESCRITO!!!
    GRACIAS PATRICIA!

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  2. gracias Ana, me encantò la reseña que hiciste, la intermpretaciòn libre de todo prejuicio.

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  3. guau, qué temita, Patricia. Muy bueno!!

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    1. gracias Raulo, està en el mismo mes la segunda parte y en este año hice el final! besos.

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