lunes, 30 de agosto de 2010

ALGO PARA SOÑAR

Algo para soñar


Casa antigua, nada señorial, casi una caja de zapatos.
Ventanas al frente, con celosías, una a cada lado de la pesada puerta de madera.
Aspecto triste y oscuro, igual que su interior.
Casa de abuelos..., no los suyos por cierto, sólo cuidaba a la anciana del lugar.
Incluso debería agradecer esa humilde vivienda, que habitaría...por cuánto tiempo más?.
Qui lo sá.
Paredes con azulino empapelado de seda, algunos arabescos en desteñido dorado, jugaban con la poca claridad del lugar.
El juego de comedor con sillas altas tapizadas con raídos gobelinos y la mesa oval con el caminito tejido al crochet.
Eso era lo más parecido a un hogar, la bondadosa  y casi senil ancianita por sus ojos veía nada más.
Muy rara vez aparecían los hijos, de los nietos mejor no hablar, trabajos, estudios, distracciones, nada de eso podían allí hallar.
Casi no la molestaba, sólo para los remedios, alimentación e higiene personal, aunque claro, era imposible, en dejarla sola, pensar.
Pero ella tenía un lujo secreto, en su “reino real”, aquel en el que se retiraba, a la hora de descansar.
Fue su único gasto grande, jamás podría hacer otro igual, su ventana hacia el mundo, su único medio de olvidar...el chat.
Aferrada al blanco teclado, creía que alguna vez su vida iba a cambiar, entraba febrilmente en las salas, que le prometían un gran amor para encontrar.
Jamás mentía en sus datos, ansiaba que la quisieran tal cual.
Hubo quienes se entretuvieron un rato, sólo eso y nada más.
Se dormía exhausta, cuando los ojos enrojecidos no daban para más, al alba se levantaba para comenzar un tedioso día más.
Pañales sucios, olor a remedios, mezclado con el talco y el perfume floral, con el  que a la anciana  solía perfumar.
Ropa ajada y camisones de franela, todo debía lavar y planchar ya que eso le proveía una remuneración más.
Una noche llegó una sorpresa a su amado chat, algo para soñar.
Decía ser sencillo y trabajador, más o menos de su edad, tampoco estaba casado, ni tenía hijos que cuidar.
Nunca se burlaba de ella, de su vida aburrida y falta de experiencia en el amar, siempre amable en su juego de “citas para chatear”.
Le contó sus sueños, ninguno de los cuales había podido realizar, esposa mimada, hijos perfectos, señora de su hogar, fines de semana en familia y algún viajecito para planear.
Jamás ansió otra cosa, nunca se le dio la oportunidad, no era fea de rasgos, ni su silueta dejaba algo que desear, simplemente su apariencia no despertaba curiosidad.
Las pocas amigas  que tenía, llevaban años viviendo sus propias y ajetreadas vidas, la visitaban para su cumpleaños y navidad, en cuyas ocasiones jamás dejaban de preguntar con aire conspirador: “Y? alguna novedad ?..mientras el mate corría y cada cual comentaba las idas y venidas de su propio hogar.
 Ahora había algo para soñar...
Ella también iba a tener de qué hablar...¡ lo único que faltaba era que no la visitaran más!.
En un par de meses quedaron en conocerse personalmente,  lunes a la siesta tenía que ser, era el día en que la hermana de la anciana por un par de horas solía aparecer.
Muy nerviosa se encaminó a su cita.
Le sudaban las manos y los pies.
El vivía en un monoambiente, limpio y ordenado que olía a frutas y sol, muy ventilado y casi vacío, cubierto de libros del techo a los pies.
Con una sonrisa la recibió, si estaba decepcionado no lo demostró, con bromas le mostró su hogar y ella de a poquito su inseguridad dominó.
Charlaron de todo, escucharon música,  tenía un próximo lunes para esperar, hasta entonces se encontrarían en el chat
Mientras ella le entregaba su mundo, él evitaba un tema muy personal, “para eso está la vida” decía entre bromas,” vamos a distraernos para descansar”.
Un lunes fue muy distinto de los demás, como por supuesto, era de esperar.
Ella temblaba bajo sus brazos, él en susurros la acariciaba aún más, nada la obligaba a dar un paso que no estaba dispuesta a dar.
Ansiosa por entregarse, quería sentir lo que sentían las demás, nunca nadie la había provocado, con sólo mirarla y nada más, las manos de él eran lentas donde se debía demorar, nunca pensó que goce tan exquisito podía experimentar.
Con los músculos tensos y diciendo su nombre, llegó hasta el final, no quería apartarse de su lado, pero era hora de volver a la oscuridad.
Cada lunes acudía ansiosa, le daba pilas para soportar, toda una semana de aburrido encierro, y también algo para soñar.
Aprendió a tocarlo, como a él le gustaba más, jamás pedía nada, estaba siempre dispuesta a dar.
Hubo noches tristes, en que él no entraba en el chat, se aferraba con uñas y dientes a justificaciones que su imaginación solía dar.
Había otras en que la alegría de encontrarlo, borraba  lo demás y como si todo estuviera comenzando  demostraba que su paciencia lo iba a acompañar, simplemente ella estaría allí cuando él quisiera chatear.
Nunca le prometió nada, ni hicieron juntos ningún plan, fuera de verse los lunes para sus caricias poderse convidar.
Llegó un lunes aciago, ése que no olvidará jamás, con pasos apresurados llegó al querido lugar, no deseaba demorarse ni un minuto más.
Cargada de expectativas, y una torta de chocolate para después de amar, tocó el portero tan familiar, esperó un minuto entero, dos y tres más, insistió nuevamente, con la impaciencia hormigueándole las manos, sin otra respuesta que el silencio sepulcral.
La casa oscura y el olor a vejez y enfermedad la recibieron una vez más, la hermana de la anciana señora, se despidió con extraña velocidad.
¿Que cosa tan horrible le habrá pasado, para perder nuestros ansiados encuentros? ¿estará accidentado?. Su familia tan lejos..., tendrá algún compañero de trabajo que sepa algo?, dónde exactamente trabaja? ¡Diós por qué no pregunté más! Cómo voy a poder ayudarlo si no sé otra cosa más que lo amo y que mi vida le podría dar???.
Pasaron horas febriles, de trabajo cansador y rutina agobiada por su soledad, cuando finalmente con dedos temblorosos pudo ingresar al chat, la ventanita de él no se abrió jamás.
Le envió un mail, ofreciendo el teléfono de su triste hogar, le decía que estaba preocupada, él jamás un lunes dejó de estar.
El teléfono no sonaba con demasiada frecuencia en el lugar, pero aún así corría agitada a atenderlo, esperando su voz ronca poder escuchar.
El domingo a la noche, cuando creía desesperar, un ícono conocido en su pantalla vino a brillar.
Con una alegría desbordante la ventana abrió sin demorar, en silenciosa plegaria rogaba “ Dios mío que nada malo le vaya a pasar”.
“ Hola linda cómo andás?, lamento no haberte podido encontrar, fue una semana soñada pero ajetreada, no he podido parar,
Volaban sus pensamientos y sus largos dedos, quería averiguar, acaso él no sentía la misma impaciencia por cada lunes amarse en ese bendito lugar?
Si compartían los mismos momentos y se reían por igual, cómo es que un mismo hecho cosas distintas podía significar?
Para ella era todo el universo, cuando bajo su cuerpo podía estar, revivía mil veces, a solas en su cuarto, cada una de las caricias que él le había hecho gozar.
¿Que le decía? Adonde se mudaba? Ni siquiera había sentido nombrar ese pueblo o ciudad.
Por fin se había recibido, iba a ser profeta en su tierra natal.
Padres y hermanos lo esperaban con los amigos del lugar, estaba todo arreglado, el lunes no remolonearía entre sus brazos, estaría a kilómetros de allí, estaría donde siempre quiso estar.
 Vivir y trabajar entre su gente, los que lo vieron crecer y esperaban con ansiedad, a que con su flamante título en mano, a ellos regresara una vez más.
No podía respirar, ni siquiera mendigar, “ no te vayas de mi vida, no tengo nada más”, leía borrosamente los planes impacientes que él tenía para comenzar...”nunca fuiste cualquier persona para mí, gracias por ayudarme a soportar la lejanía de mi hogar, el último tirón es el más difícil, como falta poco cuesta más”
“nos hicimos compañía durante un tiempo, linda cuidate y no trasnoches de más, con ese teclado que te hace desvelar, después te llama tu viejita y no alcanzaste a descansar, te mando un besote gigante, casi no voy a tener tiempo para chatear, va a ser duro al principio hay mucho por lograr, pero lo tengo a mi viejo que una mano siempre me va a dar”.
El monitor se apagó, para no volver a encenderse más, para qué iba a salir el sol si a él no acudiría más? Cómo iba a poder respirar y moverse durante todo el día si nunca jamás lo iba a volver a tocar? A quién le iba a cambiar la vida el que ella no viviera más?
No tenía padres ni hijos, ni hermanos, ni nadie que la amara de una manera especial.
¿Por qué brillaba tanto el sol? La encandilaba, le hacía mal.
Ésa iba a ser toda su vida? Limpiar, cuidar, llorar y recordar que por un tiempo muy breve, ella también tuvo algo para soñar.

                       Patricia,  Abril de 2007.



1 comentario:

  1. realmente, me debo la oportunidad de reescribir este cuento sin rimas... en ese tiempo me salìa "sòlo asì" la cadencia se adueñaba de mi mente y el ritmo necesitaba plasmarse de esa manera.

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