domingo, 19 de septiembre de 2010

un laberinto

Un laberinto

Tuve que transitar, pensé que era un túnel, pero había recodos, ésos que no te dejan ver la luz.
“Pero el otro lado está”, me decían, “de a poco te vas a acostumbrar a la oscuridad y los resquicios luminosos vas a encontrar casi sin darte cuenta”.
Muchas veces fue un camino a ciegas, con suerte, con la protección de Diós.
Otras daba una vuelta inspirada y todo se hacía más claro, más sano, más fuerte, como si fuesen los rayos del sol los que iluminaban mi laberinto privado.
Las emociones me jugaban malas pasadas, otras vivía casi exaltada, después como en el país de “Alicia” todo se transformaba y un nuevo golpe me dejaba aturdida y confusa.
Tanteaba en la oscuridad y la manito de mi hija sentía muy confiada.
Escuchaba, a veces sin querer oírlas, las voces de mis seres queridos.
Y mis amigas, las de siempre, las de toda la vida.
Que intentaban que llegue al final de este engañoso laberinto.
Donde había senderos que no me inducían a ningún lado.
Donde otros estaban casi camuflados y yo sin saber por qué parte lo iba transitando.
Muy de a poquito fui haciéndome más fuerte, y de los malos abrazos pude
desprenderme por fin.
Llegaron los pequeños recreos, premios de tranquilidad y sosiego.
Las manos de Diós se tornaron más firmes y pude llegar a entrever el último tramo de tan difícil laberinto, no  estaba compuesto de espejos divertidos.
Tampoco de arbustos perfumados.
Pero ahora ya casi no importa.
Pertenece a mi pasado, superado en partes, pero evidentemente no está olvidado.
Mi laberinto involuntario a veces me visita en sueños.
Me hace creer que allí estoy todavía.
Por suerte me despierto…está mi amor respirando, no tan suave como quisiera.
Camino hasta la habitación vecina, donde mi nena querida descansa con dos nuevas compañeras de juego.
“Lo que no te mata te fortalece”, es una frase repetida, gracias a Dios puedo decir que se hizo realidad en mi propia vida.




                 Patricia Figura, octubre de 2007

1 comentario:

  1. Hermoso relato. Brota desde el fondo del alma para decirnos que realmente es así: lo que no te mata, te fortalece... Norma

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