miércoles, 1 de septiembre de 2010

Creer Querìa.

Creer quería

Tenía un tic nervioso, abría y cerraba su puño derecho cuando algo la inquietaba, la enardecía, la emocionaba.
Sus medio hermanos eran mucho mayores que ella, uno exitoso, distante, nada mujeriego, sólo su familia contaba, nada de terceros.
La otra apenas podía con su vida, llena de hijos, hermosos, como lo fuera ella misma antes de ajarse prematuramente, un marido tan feo como ganador con las polleras ¿por qué sería?.
Ninguno la registraba, la necesitaba o quería.
Sólo los tíos paternos de ella se conmiserarían…algo tenía, no era totalmente normal…pero quién más quién menos alguna particularidad tenía.
Primaria y secundaria casi sin altibajos, la hija de la vejez, su padre decía, la madre casi no hablaba, extranjera, casera del hombre fuera antes, amante a oscuras cuando los hijos del viudo dormían.
Así como le calentaba las sábanas, casi sin hablar ni pedir nada, la mujer se fue metiendo en su vida, él viajaba por trabajo, ella fregaba y obedecía.
Cuando los hijos del viudo fueron adolescentes, dejaron la guarida, el varón para ir a estudiar afuera, el padre así lo disponía, la chica, una belleza dulce y sombría, esperaba el primero de sus hijos, del hombre que sería su obsesión y también su pesadilla.
Ella se anunció sin estridencias, el viudo y la extranjera formaron una familia, la  parentela tenía opiniones divididas.
¡¿Cómo vamos a compartir la mesa con quién ayer la servía?!.
_El que quiera venir que venga y el que no… que no se aflija_ decía el viudo mientras observaba pensativo a su extraña hija.
Su hermana y su cuñado ofrecieron sus simpatías, era una sobrina más y ahí terminaba toda diatriba.
Ella adquirió algunas rarezas, aparte de su mano inquieta, el labio inferior en ocasiones se mordía, era soñadora por naturaleza, un gran amor se juraba que viviría.
El padre viejo y cansado, dudaba que así sería, los hombres buscan lo estándar lo fuera de lo común, asusta, acobarda…aunque fuera una idea mezquina.
Lindo y sedoso cabello, físico armonioso, sonrisa pronta y mirada esquiva, a muy temprana edad  comenzó a necesitar la compañía masculina.
No se hacían rogar, bocado sabroso si los había…toda su histeria contenida, volcada en el lecho en fuego se convertía.
Lástima que no durara, ellos se marchaban, la herían, no le decían que la amaban, no le ofrecían la luz del día.
Los tíos se inquietaban, la controlaban, miles de preguntas le hacían.
El padre viejo y cansado, con una lectura voraz se abstraía, le ofrecía un techo y comida, más que eso no podía.
La madre ya no existía, víctima de la ignorancia, dio cuenta de la enfermedad, cuando ya nada hacer se podía.
Ella buscaba el amor, con el cuerpo, el alma y la vida.
Un casado, mucho mayor, con mentiras el mundo le prometía, a su cuerpo joven y hermoso una y otra vez volvía.
Ella creía en él, estaba ansiosa, su mano abría y cerraba sistemáticamente, mientras contaba todo lo que él le decía.
Las carcajadas bajas y nerviosas escapaban de su garganta, contenerlas no podía, los ojos de largas pestañas brillaban con la expectativa.
En vano trataron algunos de aconsejarla, “nadie entendía lo que él por ella sentía”, pero no importaba, porque en sus brazos se sentía viva.
Creer quería, que una vez separado con ella viviría, tendrían hijos, formarían una familia.
Creer quería, que no tenía nada de malo, que era como las demás chicas, torta de bodas y una fiesta bonita.
Creer quería, que era su amada y siempre lo sería.
Nunca más lo volvió a ver, pasaron una semana, dos, tres, un mes,…lo buscaba en la calle, en los barrios, creyó verlo más de una vez, se encontraba con risas, con frases como: “está loca” “¿quién podrá ser?”, estaba alterada, nerviosa, a su cuerpo frustrado ella misma daba placer, pero al alma herida no podía contener.
Finalmente alguien la abrazó, cuando se sentía desfallecer, no había probado bocado, ni se había bañado en un día, o una semana, ¿o en todo un mes?...ni ella misma lo sabía.
Brazos fuertes de trabajador, mirada serena, plácida, tranquila, dejó que llorara sobre su pecho, las piernas vencidas, así la encontró al doblar la esquina.
Le impresionó su belleza y su dolor.
Su juventud y su desazón.
Su llanto incontenible y la fuerza de sus manos aferrándolo.
Estaba sentada en el primer escalón de su casa, llegaba de trabajar cuando tal imagen encontró, no tenía idea del padecimiento que la aquejaba, pero casi al instante se enamoró.
Cuando lo juzgó conveniente, a levantarse la ayudó, ella ni siquiera lo miraba, sólo veía su propio dolor.
De alguna manera se encontró en la cocina, sentada con un té caliente entre sus manos que no temblaban, le escocían los ojos, los labios estaban llenos de marcas.
El muchacho llenó la bañera de agua casi hirviendo, hizo espuma con el jabón y una toalla suave y blanca apoyó en un banquito cerca del humeante fuentón.
Rascándose la cabeza pensativamente la miró, sus sollozos por momentos la sacudían y en otros todo era un silencio casi feroz.
Dudando cuál sería su reacción la llevó al baño, tranquilizándola con movimientos muy suaves la bañera blanca e invitante le indicó.
Ella esbozó apenas una sonrisa y a desvestirse comenzó.
La dejó sola, sumergida, suspirando vaya a saber porqué traición, ella era una extraña, harapienta…”sólo una circunstancia” le repetía su corazón.
Podía ser muchas cosas que se le ocurrieran, pero estaba seguro de que nada malo, surgiría de un ser con esos ojos sedientos de comprensión.
Ya llegaría el momento de hablar…o para su desdicha tal vez no.
Tal vez desapareciera de su vida tan rápidamente como entró.
Mientras pensaba recostado en la silla que antes ocupara ella, con sus dedos se enroscaba un mechón de su cabello, algo salpicado de las partículas que volaban mientras las partes de un todo soldaba.
Quería conocerla, consolarla, saber por qué de esa manera lloraba, era muy difícil que una criatura tan sensible y hermosa de él se enamorara.
¿Qué podía ofrecerle a semejante muchacha?.¿ Una casa sencilla con flores en el patio?.
¿Ventanas amplias con cortinas blancas? ¿O sus viejos muebles de madera tallada?, nada de lujo sólo pacíficas comodidades.
Seguramente ella querría mucho más, merecería más, alguien estudiado, con brillante futuro, exitoso para poder aspirar a semejante escolta.
Pero por el momento estaba allí, en su casa, en la intimidad de su baño.
Temió que se haya dormido en el agua, pidió permiso y un débil “adelante” lo invitó.
_¿Te sentís mejor?_ le preguntó muy despacio, no quería provocarle temor.
_Sí, gracias, ni siquiera me acuerdo de cómo llegué hasta acá_ se enjabonaba despacio, distraídamente con la mirada perdida dentro de sus propios pensamientos.
_ No importa eso ahora, cuando lo necesites vas a recordar, me conformo con una sonrisa chiquita y que tu angustia me permitas calmar_ se sentó en el banquito donde estaba la toalla, con una mano se la extendió_ seguramente el agua se estará enfriando, salí que te espero con algo para que puedas ponerte y un caldo calentito y con mucho sabor._ hubiera muerto por abrazarla y jurarle que jamás una lágrima volvería a derramar.
Ella lo miró agradecida pero no lograba reunir el valor para abandonar el acuoso refugio, era la primera sensación de bienestar en mucho tiempo.
_ Vamos, vamos que te vas a congelar, necesitas moverte, yo te tengo la toalla, con los ojos cerrados y sin trampas_ con sus brazos gruesos y musculosos, propios de su oficio, extendió la suave tela y cuando sintió que la rozaba,  ciñó y frotó su cuerpo tembloroso.
_ Muy bien_ le decía en susurros_ ahora vas a mi habitación, una remera, jeans de cuando tenía catorce años, y un suéter de algodón, vamos antes de que pierdas el calor-.
Se dejó llevar, ninguna resistencia ofreció, miró con indiferencia las prendas que él le ofrecía, extrañada por tanta dulzura y protección.
Mientras se vestía lo escuchaba trabajar en la cocina, silbaba, parecía contento, aunque seguramente pensaba que ella era demente, querría que alguien se hiciera cargo, que alejara esta funesta  invasión.
Nunca se habían tomado molestias por ella, ni siquiera quién pensaba que la quería.
Este joven fuerte y atento sabría ser leal a su amada, si es que la tenía.
No debía soñar despierta, por ser así es que estaba tan herida, alguien tan amable, valeroso y dulce como él, jamás en una chica rara como ella se fijaría.
Pero sería lindo que la volviera a cobijar entre sus brazos, que no la viera como los demás la veían…ella siempre supo que a escondidas todos algo decían.
Creer quería en una posibilidad, de vivir una vida normal y tranquila.
Creer quería que eso para ella no era una utopía.
Creer quería, que por una vez, un príncipe de ella se enamoraría, sin frenos, ni a escondidas.
Pero el héroe que la había salvado ese día, le parecía demasiado, mirada limpia, confiado, cariñoso, y con una casita tan linda, con olor a hogar, a mesa servida, capaz de ofrecer un baño caliente, ropa limpia, y un plato de comida a ella, que no era más que una extraña, que era diferente, abandonada por casi todos, una desconocida.
Todo depende del cristal con que se mire, lo que para algunos es pobre y deslucido, para otro puede ser la octava maravilla.
A veces sentimos que no somos importantes, estéticamente lindos, socialmente aceptables, o simplemente creemos que estemos o no el mundo no va a hacer diferencia…generalmente eso pasa cuando nos medimos con varas ajenas, cuando la imagen de nosotros mismos está formada por retinas que no son las nuestras.
Tal vez es necesario, en esos casos tocar el fondo para poder impulsarnos muy fuerte hacia arriba, a la superficie, con determinación propia, y ¿por qué no? aceptando la mano firme de gente sincera, que creen todavía que la bondad y el amor son las mejores herramientas en esta vida.
                                                  Patricia, agosto de 2007

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