lunes, 13 de septiembre de 2010

Pura Piel


Pura piel


Era linda, dulce, tierna, naif, típica adolescente de los noventa, finales de los ochenta.
Familia culta, preparada, desde la cuna criada para ser la escolta ideal de un buen esposo.
Amigos de siempre, del barrio, del cole, del club, de las vacaciones en el mar y en la montaña.
Las chicas, amigas inseparables, todas soñando con un amor fuera de lo común, heroico, obsesivo, acomodado, doloroso…¿por qué no?, todas querían tener la oportunidad de llorar por amor…en ese entonces, claro, ahora ya no.
Despertaba cada día imaginando cómo y quién sería su amor, el que le estaba destinado, ¿acaso uno de sus compañeros?...no, seguramente que no, sería alguien que todavía no había hecho su aparición.
Fantaseaba mientras iba camino al colegio, miraba rostros ajenos tratando de imaginarse si alguno tendría relación con su futuro señor.
Las novelas medievales le hacían perder la razón, esos hombres del ayer, tan poderosos, déspotas, desquiciados por la pasión; mujeres poseídas, acicaladas, victimas de arreglos familiares y raptos que la sumían en el deshonor.
Horas de teléfono con sus amigas, todas diferentes, leales, un calidoscopio de personalidades.
La tímida y estudiosa, la práctica tan fría como hermosa, la alegre y desprejuiciada, la nerviosa siempre víctima de sus juegos mentales, la histriónica, con sus frecuentes cambios temperamentales, todas tan lindas, jóvenes y ansiosas.
No estaba preparada para lo que le ocurrió, toda la vida estuvo enamorada de una idea del amor, que nada tenía que ver con esto que le cortaba la respiración.
Él cuando la descubrió, puso el sello y jamás dudó.
Trabajo de hormiga, toda su fealdad con un encanto sin igual  suplía, caballero, atento y con ojos  hechos de caramelo, como ése que se prepara con la olla tibia.
Tenía un atractivo muy particular, deportista, sano, fuerte, el mundo le quería obsequiar.
La bella y la bestia, bromeaba sonriendo, siempre esperando una oportunidad, no tenía ningún complejo de que su rostro no tuviese la belleza convencional, algo había en su manera de ser que a ellas las hacía estremecer.
La nena dudaba, una y otra vez, una cosa era soñar y otra muy distinta lo que podía suceder.
Finalmente se pusieron de novios, el dieciocho, ella dieciséis.
La idea del matrimonio estaba a fuego desde la niñez, así la habían educado, estaba tentada pero no quería ceder.
Pura piel había entre ellos, él la mareaba, su perfume la hacía enloquecer, toda la fuerza de voluntad que su compañero ponía, lo sumía en un esfuerzo que a ella le costaba entender.
_ No te voy a hacer nada, te lo juro, ni siquiera voy a besarte otra vez, solamente dejame respirar tu perfume, recorrerte la piel_ estaban solos,  con el coche de un amigo de él  habían ido a la casa de campo donde la familia se reunía una que otra vez, habían planeado estar  juntos y tranquilos pero el juego se les escurría de lo que debía ser.
Sentía la respiración agitada, parecía que con el olfato la iba a beber, solo rozándola apenas por el cuello la comenzó a recorrer, no la tocaba, temblaba mientras su aroma lo hacía enloquecer, ella con los ojos cerrados y tan transpirada como él estuvo a punto de ceder.
_No linda, no es así como tiene que ser, es obvio que vas a dejarme llegar hasta lo último, si quiero en este momento mismo te puedo poseer, pero por nada del mundo quiero peleas mañana o palabras que nos puedan ofender.
Por toda respuesta ella le ofreció sus labios y con un gemido  derrotado él se sumergió sin poderse contener, con sus brazos fuertes de nadador la levantó y en la cama gigante, de bronce con toda suavidad la acostó.
Las oscuras manos de él sobre su tierna y cremosa carne se deslizaron, apenas con las yemas de los dedos, muy despacio sin dejar de observarla y apenas controlando su propio ardor.
-Tengo miedo, no sé si quiero llegar hasta el final, si supiera que después no tenemos que separarnos, cada uno a su hogar… pero …_ el acalló la frase con sus labios, mentalmente ya había tomado una decisión,  se frotó contra ella sin dejarla respirar y luego de acariciarla donde jamás antes se había atrevido, jadeante al extremo se apartó.
Agitada, confundida inquieta y extrañamente satisfecha lo miró.
_¿ Lo hicimos? ¿ pasó? No me dolió nada_ se incorporó a medias mientras él se restregaba las manos por la cara y poco a poco regularizar su respiración buscaba.
_ No, no lo hicimos, al menos no totalmente, yo no_ la miró sonriendo y le pellizcó la nariz, se alejó rápidamente y su ropa acomodó.
_ Fue lindo, me gustó, no te vayas es temprano todavía_
_ja! Los dos nos vamos ya, no te aseguro que otra vez vaya a ser tan caballero_  de un tirón la levantó y ella riendo lo ayudó a dejar todo en orden como lo habían encontrado.
De regreso en el coche luego de un rato de silencio él fue el primero en hablar.
_ Mi entrenador quiere que compita en aguas abiertas, Europa, son tres meses a partir de veinte días en adelante, hay sponsors  y alojamiento allá, las competencias son en el último mes pero habituarme va a ser lo más difícil._ conducía con una mano, la otra estaba apoyada en su sien.
_ ¿Me estás diciendo que esta fue nuestra despedida?, ¿para eso hiciste que me volviera loca hasta que acepté darte una oportunidad? ¿Querías cinco o seis meses de recreo antes de comenzar el trabajo duro?_
_ Lindo chiste…si hubiese querido diversión te puedo asegurar que lo de hoy hubiese pasado mucho antes y sin ningún tipo de miramientos o freno, tampoco te hubiera buscado a vos sólo para pasarlo bien, si te cuento esto es porque no quiero irme sin vos
y de la única manera que podés acompañarme es casándote conmigo_
Muda, no pudo articular ni una sola palabra, jamás ni en sus sueños más locos contempló una boda a los dieciséis partiendo para acompañar a su marido en una competencia europea.
Era el único noviazgo en su haber, en ese momento juraba que era amor, ahora a la distancia se podría decir que era pura piel, una gran pasión, impensable vivirla plenamente con los prejuicios que obnubilaban su razón.
¿Por qué los padres dieron su autorización?, ¿era más seguro una hija casada correctamente antes que la posibilidad de que fuera deshonrada? ¿Por qué no intentaron persuadir su voluntad y al menos conseguir que esperara el regreso de él?
De cualquier manera los arreglos se hicieron, la maratón era vox populi, justificado el apuro, las amigas, de novias algunas y en veremos otras estaban encantadas de la suerte romántica de “la casada”.

En la vieja cama de bronce donde todo antes comenzó, esta vez ella y él buscaron el placer de la seducción, hambrientos e impacientes y también con un poco de temor, fueron descubriéndose uno a otro, ya nada podía frenar el fuego interior.
Viajaron, recorrieron algo de lo mucho que había para ver, el entrenador los separaba cada vez que tenía ocasión, fueron meses mágicos, soñados, esos que se atesoran en el corazón.
La vuelta a casa les devolvió la razón, ella a terminar sus estudios, a dirigir la casa y él con un tercer y cuarto puesto debía sacrificarse para conseguir un empleo mejor, seguiría nadando e intentándolo pero llevar una familia adelante no era azar o sólo intención.
Si bien había ternura mutua y proyectos en común, la pasión una y otra vez satisfecha fue calmando su ardor, pasaban buenos momentos juntos, había confianza, ternura y la piel seguía entre los dos.
Pero mirando en la distancia secretamente cada uno había llegado a una conclusión:  “hubiese sido mejor disfrutarse plenamente sin tantos prejuicios ni condicionamiento interior, tan jóvenes e inexpertos, con un futuro complicado de a dos, noviazgo, sí , ¿porqué no?,  mientras cada uno labraba un porvenir mejor.”
Y si con el tiempo las cosas no funcionaban…Buena suerte y  adiós.



                        Patricia, setiembre de 2007














1 comentario:

  1. los prejuicios de las diferentes èpocas, el medirse de acuerdo a la mirada de otro, el tener que responder a los cànones esperados socialmente... lleva muchas veces a tomar decisiones en contra de nuestros propios deseos o intereses.

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