lunes, 13 de septiembre de 2010

PRIVADA DE LIBERTAD

PRIVADA DE LIBERTAD
Tres  años, largos, rutinarios, angustiantes…¡y faltaba tanto todavía!. Un día era igual al otro, la humedad la acompañaba en su escaso vestuario, en los huesos, las articulaciones, estaba entumecida del dolor, la bronca, impotencia….
Noches eternas, insomnio, falta de privacidad aunque paradójicamente, era una “privada” de lo único que una persona jamás iba a aceptar y asumir ser privada…de la libertad.
El único consuelo que encontraba era en las cartas, sólo dos personas se tomaban el trabajo de hacer su vida más tolerable, su hija y ese desconocido al que imaginaba de mil maneras distintas.
En la magra biblioteca del penal, su vía de escape, había una serie de estantes con “restos” de libros donados por piadosas damas de beneficencia que con gesto magnánimo una vez al mes entregaba todo tipo de pertenencias desechadas por los más afortunados.
Ella se había ofrecido para mantener el lugar en orden y con sus elementos más o menos clasificados, por un lado libros de estudios, viejas enciclopedias, una biblia…y hasta  el impecable tomo del código civil, cuya procedencia jamás quedó clara y que alimentaba la fantasía americana de que una promisoria abogada se gestaba entre las descascaradas paredes.
También había viejos manuales escolares, novelas con menos hojas de las que indicaba el índice, y una serie de semanarios donde los lectores podían hacer amistades desde otros puntos del país.
“joven, buen mozo, deportista y muy compañero te invita a conocernos por intercambio postal. Me gustan las películas de detectives y los partidos de futboll.  Escribime, prometo responder” así rezaba el artículo al que por aburrimiento y curiosidad contestó dando la dirección de la portera del penal. Buena tipa. Una en toda esa mugre que la iba marchitando.
Ansiosamente esperó una semana tras otra, hasta que por fin con gesto pícaro la portera agitó el sobre y ella sin respirar se lo arrebató.
Vivía a muchos kilómetros de distancia, trabajaba en una fábrica de embutidos, era divorciado, sin hijos y prometía foto con el correr de la amistad.
Ella respondió a toda velocidad contándole de su vida anterior, de la alegría cuando tuvo a su hija, de la casita chiquita donde vivían, del jardín lleno de margaritas y nomeolvides, de la tortuga que uno se la chocaba veinte veces al día y que jamás parecía tener apuro ni interés por nada.
Él se lamentaba de la distancia, trabajaba mucho incluso los sábados, últimamente no estaba muy salidor, después del potrero con los amigos, una cerveza y a la “cucha”…pero si ella podía ir un domingo a visitarlo….
Se lamentó por el momento, más adelante tal vez, ahora era época de exámenes para su pequeña y ella no podía pagar una maestra particular, además ella también trabajaba muchas horas para poder mantener a ambas.
Su hija la visitaba todos los miércoles y domingos de por medio, no quería que el recuerdo del día de paseo durante toda la infancia de su amor transcurriera en ese patio árido, gris, con mesas desvencijadas.
Le contaba de sus compañeros, de las tareas, de las dificultades con el inglés, de la tía que le pasó tres vestidos lindísimos que a su hija le quedaban chicos.
Pero jamás le contó lo crueles que podían ser algunos chicos, de la fuerza que hacía para no llorar delante de ellos cuando hablaban de su querida mamá, que, estando libre, nunca dejó pasar una navidad sin una sorpresita junto al arbolito, que a pesar de la humildad en que vivían siempre hubo globos y una torta para compartir con los del cole.
Demasiado difícil era para su mamá no poder darle el beso de las buenas noches y hacer juntas las tareas, como para encima contarle lo que decían algunos.
“Ellos no sabían nada, mamá tuvo que defenderse, si no lo hubiese golpeado con la botella y clavado ese cuchillo, él me hubiese llevado lejos, pasando la frontera…con sus “contactos”
Pero de nada servía tratar de explicar, cada uno que viva su vida, mamá iba a salir en algunos años y ahí ella le podría ofrecer un hogar, una piecita con un baño a lo mejor, pero juntas, harían los mandados, mamá trabajaría por horas y ella para algo estudiaba tanto ¿no?.
Cada una mantenía el humor cuando se veían, revisaban las carpetas, la mamá enviaba notas a los profes cuando había dificultades en algún tema, por otro lado estaba su “corresponsal” era casi un diario, le contaba cosas que a los del “potrero” no les hubiese mencionado nunca.
Así un día en que no pudo más vivir en la mentira, no le servía, no la consolaba, necesitaba ser verás y débil con alguien que de alguna manera pudiese comprenderla, le confió cuál era su morada real y porqué estaba allí.
Suspirando y sin dudar, casi como una despedida entregó el grueso sobre a la portera, fue con paso cansado hasta su catre y lloró, lloró por su hija a la que no podía abrazar mil veces al día, por su jardín que ya no era suyo, por los barrotes que la ahogaban y porque de alguna manera terminaba de poner fin a uno de sus puntales en ese infierno.
Transcurrió casi un mes entero, sólo las visitas de su nena recibía, la abuela la llevaba pero nunca entraba, continuó escribiendo, para ella…y para nadie más.
La portera, al tanto de todo, pasó por los oscuros corredores a la velocidad de una criatura, se patinó un par de veces y otra más se tropezó hasta que sin aliento llegó a la biblioteca y entre agitada e impaciente le entregó el familiar sobre marrón.
Titubeando y sin saber si en realidad quería conocer otra “sentencia” lo abrió.
“No me asustan los seres humanos que comenten errores, ni quienes dan su vida por sus hijos, prefiero darme la oportunidad de disfrutar de las personas y no de juzgarlas…te puedo visitar? Hasta tanto espero tus cartas, sin dibujos ni disfraces”
Con un nudo en la garganta, pero esta vez de alegría, abrazó muy fuerte a la portera y después de darle un beso ruidoso, tomó su block de cartas rosado y se dispuso a escribir.

Patricia, febrero de 2009

4 comentarios:

  1. Hola Patricia.
    Una de las mejores historias de amor que he leído en bastante tiempo. Está bellisima. Tiene pureza, sencillez, credibilidad. Muchas gracias, Norma

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  2. què comentario! muchas gracias! me alegra de que haya tocado tu alma.

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  3. Voy con Norma Segades: a mi alma también toco muchísimo, Patrícia... Que buenas histórias escribes!

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  4. gracias Bruninho Albuquerque! estàs siempre invitado a recorrer el blog y compartirlo, muy amable en tus comentarios!

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