martes, 7 de septiembre de 2010

LOS SILLONES NUEVOS

Los sillones nuevos.
Era raro recorrer la casa  sin sentir los sonidos familiares.
Desde el patio se escuchaban los pajaritos cantar sobre las ramas del viejo níspero.
En sol se filtraba por la puerta de vidrios emplomados, que jamás se abrió, en la última pieza.
 Así la llamaba la abuela.
Era donde se planchaba, se guardaban los incontables libros del abuelo, el viejo pianito de cola de las “chicas”, nuestro banquito, la sillita blanca…y los sillones para sentarse en la puerta las tardes de verano.
Ahora estaba a la venta, sus muebles, adornos, sus libros…la casa.
Era una construcción típica,  dos ventanas al frente, una puerta gruesa, fuerte, de madera puesta de costado, tapialito bajo que se transformaba en caballito, montaña, anfiteatro, silla para tomar la leche en la puerta, en fin, todo dependía de los juegos que eligiéramos con mis primos.
Ellos eran los “habitúes” esa casa era en gran parte su hogar y los abuelos “sus abuelos”, tarde comprendí cuánto me querían, lo orgullosos que estaban de mis logros escolares, de mi crecimiento, de mi amor por la lectura que es herencia directa del abuelo.
Cuando era muy chica, pasábamos los domingos allí, era el único día de la semana que el menú variaba, pasta con salsa de pollo, la abuela era la encargada de repartir el diminuto seso  entre mi primo y yo, era casi una ceremonia, mientras mi otro primo mucho más chico decidía que sí o sí su mamá debía llevarlo al baño, justo cuando todos estábamos sentados y con los platos rebosantes.
De alguna manera pasaba la siesta… con los gritos del abuelo, era asombroso escucharlo porque realmente se “sacaba” y con los chicos era imposible que el silencio entrara en la vieja casa de calle Amenábar.
Invariablemente el abuelo, como cada día de su vida, se levantaba a las cuatro de la tarde e iba al billar, nunca conocí a sus amigos del café, pero sé que era muy querido, excelente jugador sobre el paño y aunque no me daba cuenta… compañero.
La abuela y las “chicas”, nuestras madres, nos lavaban un poco, cambiaban nuestras ropas por las de jugar afuera, y cuando llegaban las tías, hermanas de la abuela … llegaba la “sugerencia”… -Pochi, Piru, traigan los sillones de la última pieza.-
Ante mi asombro, algo cambió, ya no eran los viejos sillones de aluminio y cintas amarillas, gastadas y un poco vencidas también.
Nuestras madres venían por el pasillito con “los sillones nuevos”, sus cintas, firmes, brillantes estaban impecables,¡ y había de todos los colores! Y de a pares.
La ancha vereda parecía un jardín en primavera…salvo por la silla gris que jamás dejaba de usar una de las tías para quedar “bien erguida”.
Las tardes domingueras nunca cambiaron, aunque ya no nos quedábamos a pasar el día, la familia recibió a más chicos una primita y un hermano para mí, siempre nos dábamos una vueltita, buscábamos los sillones nuevos y nos sentábamos un rato hasta que oscurecía y llegaba el abuelo con el diario.
Ahora nadie los usaba, estaban muy vencidos, con sus cintas plásticas algo pegoteadas, no tengo idea de qué pasó con ellos finalmente.
A los libros los repartimos entre mis primos y mi hermano, la tía  y mamá guardaron algunas porcelanas y cristales.
La casa se vendió.
La reformaron mucho, baño y cocina nuevo… ¿qué habrán hecho con la última pieza?...no tengo idea.
Creo que nunca se habitó en realidad, siempre está cerrada.
Creo, que todavía, si me animara a espiar por sus ventanas la vería a la abuela pasar a ritmo de vals, tarareando “las manos de mi madre” y al abuelo despojado de sus ropas de salir, sentado al lado de la puerta con el infaltable libro en su regazo.


A mis primos, mi hermano y a todos los que conocieron a los abuelos Grifoll, gente buena, trabajadora, sencilla, querida… mis abuelos también.

                                Patricia, setiembre de 2009.

5 comentarios:

  1. Hermoso,tierno,entrañable. No sé si leíste "El Cantar de los Abuelos" de Vicente Battista. Te lo recomiendo, ya vas a ver por qué.

    http://elbroli.free.fr/textos/Battista.html

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  2. Patri, estoy segura de haberlo leído, no se por qué no quedó mi comentario... pero te lo dejo ahora, me suena tanto... es como revivir escenas propias, aunque no tuve la suerte de vivir con mis abuelos.

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  3. si, susi, lo comentaste en uno de los foros. besos y gracias.

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  4. muy buena descripcion de nuestra infancia en la casa de los abuelos.. yo considero la casa no se habita porque el abuelo les pega regios cagasos a la noche jajajajaja... ( Cristian )

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    1. jajajajaj yo pensaba que la que merodeaba era la abuela.... esperando que lleguemos a hacer lìo! jajjajajajajaja

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