miércoles, 6 de octubre de 2010

NOCHE FRÌA

Noche Fría

Y sin embargo muy cálida.
El invierno parecía que no iba a abandonarlos jamás en aquel pueblito costero.
Tan diferente en época veraniega, típico de las zonas turísticas, con flores en las plazas y los canteros, los negocios ofreciendo un abanico de colores estridentes con sus juegos de playa, sillones y planchitas para barrenar.
La gente caminado las suaves pendientes del terreno con sus ropas livianas, sombreros de paja y la infaltable filmadora a cuestas.
Y ellos, todos, desde el más chico hasta el jefe del hogar corriendo de un lugar a otro tratando de ofrecer alegría y comodidad al huésped.
Vivían en una pequeña hostería de madera, sobre una colina desde la que por una estrecha escalera de piedras del lugar, se descendía a una lejana y tranquila playa.
Durante la temporada alta, casi ni conversaban unos con otros, jamás tenían tiempo de una cena o desayuno familiar.
Mientras uno ventilaba los cuartos, otro extendía las blancas sábanas de algodón para que el sol y el viento las perfumaran y secaran.
Una sonrisa amable detrás del antiguo mostrador  estaba siempre dispuesta para ofrecer los placeres del lugar y si alguien asomaba su nariz en la cocina a cualquier hora del día podía ver las ocho hornallas rebosante de manjares y un sin fin de vajillas azul y blanca pulcramente ordenada en el armario de madera de pino.
Era importante que cada uno cumpliera con su trabajo, ya que del producto de esos pocos meses se viviría prácticamente el resto del año.
La gente se despedía satisfecha, feliz, diciendo una y mil veces que en verano no había mejor lugar para pasarlo,
Todos llevaban un souvenir del lugar, los licores de menta de la abuela, los llaveritos de tronco y flores disecadas que armaban durante el invierno  y  por supuesto la foto con toda la trouppe en el jardín de la  vivienda.
“Este lugar está hecho para el verano debe ser tan solitario en el invierno” era invariablemente la frase de todos los pasajeros.
Ellos reían y murmuraban algo como al pasar mientras se despedían.
Pero cuando terminaba la temporada y gran parte se cerraba y acomodaba para el año siguiente todos respiraban tranquilos  y satisfechos, como una gran familia de osos se retiraban a hibernar.
Volvían las charlas hasta altas horas, los juegos de mesa donde al abuelo era difícil de ganar, la cocina calentita los cobijaba a todos.
Y cuando la noche era más fría, más juntos y felices se sentían.


            Patricia Figura, octubre de 2007

1 comentario:

  1. Hermoso Patricia.!! Me encantó.... sentí como si lo estuviera viviendo.!! Besos y muchas gracias por compartirlo.!

    ResponderEliminar