domingo, 11 de noviembre de 2018

Con Sabor a Nostalgia


CON SABOR A NOSTALGIA.
Mientras el melódico y potente tema musical “story of my life” (historia de mi vida) sonaba en el ambiente acompañado por la fuerte lluvia que amenazaba con nunca dejar de caer…algo atrajo su atención.
No sabía precisar qué.
Una punzada entre dulce y dolorosa le apretó el pecho.
¿Una sensación?
¿Un sueño reciente?
¿Un recuerdo?
No podía definir si era placentero o no.
Se acercó a la ventana, cerrada para que la lluvia que golpeaba de frente no entrara a su hogar…o al menos no a raudales.
Intentó asir fuerte lo que sentía, como si quisiera prenderlo entre sus manos para que no escape, cerró puños y ojos….pegó su frente al vidrio y sólo escuchó.
La música terminó y la estancia donde se encontraba, sola en su hogar, quedó sumida en el silencio, salvo por los sonidos que el agua provocaba en el exterior al golpea con fuerza sobre diferentes superficies.
Se concentró en eso…. La sensación reapareció…no le tuvo miedo, tenía sabor dulce, sea lo que sea que habitara en ella, era bueno.
Sintió el fuerte repiqueteo sobre las baldosas del patio, sobre el techo de chapa del vecino, sobre los cristales en los cuales estaba apoyada intentando atrapar aquello que la inquietaba, acicateaba, ese sentir que le bailaba en la mente, se escabullía para volver con más fuerza.
Pero había algo más que no lograba descubrir…
Se separó de la abertura, abrió sus ojos siempre dispuestos a mirar el alma de las cosas, la gente, las situaciones…esperó, recorrió despacio los rincones de su patio familiar.
Los cuencos de colores donde comían los gatos, las macetas coloridas con pequeñas plantas obsequiadas y alguna que otra comprada en el vivero cercano….la escalera de madera que llevaba a la otra planta y a la terraza…
La intensa lluvia comenzó a amainar, de a poco la cortina se fue haciendo más liviana hasta convertirse en solo un manto leve de gotas danzantes.
Y otro sonido trajo la punzada nuevamente.
Y una sonrisa inmensa se dibujó en su rostro.
Fue caminando hacia el diminuto patio trasero, que lindaba con un gran terreno con plantas altas, frondosas… escuchó, abrió la puerta y quedó de frente al muro que sólo dejaba ver las hojas más altas del jardín vecino.
Y la sensación se convirtió en un recuerdo de infancia, dulce, cálido, seguro, querido.
Una tarde de lluvia, donde el temporal arreciaba en el exterior y ella acurrucada en la gran cama junto a su abuela se sentía calentita y feliz.
Charlaban en la oscuridad de la habitación que daba al diminuto patio de juegos donde su querida abuela había logrado una “imágen verde” al abrir las persianas, contra todo pronóstico y con poco espacio y luz, sus plantas habían crecido hasta cubrir toda la pared que se encontraba frente a la ventana del dormitorio.
La lluvia se hizo más leve y los secretos compartidos fueron acompañados por el repiqueteo de las gotas sobre las grandes y  carnosas “paletas de pintor” que se alzaban orgullosas.
Ése era el recuerdo que la acicateaba.
Ése era el sonido que le trajo la memoria afectiva.
Ése era el olor a tierra mojada y el lujurioso verde que lo acompañaba.
La tormenta y la siesta habían pasado bajo la forma de un refugio compartido, era hora de levantarse, la abuela iba a preparar churros para acompañar el mate, en un rato llegaría el abuelo del “escritorio” como le  decían al negocio familiar, ella se puso las botas de lluvia y pidió que le abrieran la cancel para salir a jugar en los charcos de agua.
Había calma, expectativa de buenos momentos por venir…. Infancia con abuelos.
Con una gran sensación de paz, volvió a su presente, agradeciendo al cielo, a los elementos que hayan despertado esas vivencias tal vez dormidas.
Se dispuso a preparar el mate, a despertar a su hija más chica que volvió a dormitar con los apuntes de estudio en los brazos, a organizar el resto del acuoso día.
Las sorpresas, lo inesperado, el sabor almibarado que uno espera como “magia” para sacudir el día, invariablemente se encuentra dentro de uno mismo, forma parte de nuestro tejido, de nuestro ser…sólo necesita una pequeña invitación, un resquicio para volver a la luz.

Patricia Figura, Noviembre de 2018,

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