Las vueltas del Caracol
Cada
día llegaba al entorno laboral alternando enojo, depresión, euforia, optimismo,
dolor, entusiasmo, bronca….y vuelta a empezar.
A
medida que la jornada transcurría ella
cambiaba su actitud contagiándose del
buen humor propio del sitio en el que desarrollaba sus tareas laborales…aunque
por momentos la sensación ambigua volvía y nublaba sus ojos que parecían
impostados de tan poco frecuente su color.
Parecía abstraída, siempre viendo
una película interior, que aunque contara con lujos de detalle, era difícil de
imaginar para los demás.
Cuando
comenzaron a trabajar, el grupo de mujeres que convivía cada tarde fue
compartiendo parte de sus vidas, cotidianeidades, historias, entre risas,
anécdotas, consejos.
La de ella era
recurrente.
Como
las vueltas de un caracol, sus momentos en la historia de su familia iban
transcurriendo hasta llegar siempre al mismo punto… sólo para comenzar una vez
más.
Por
qué querés eso para vos? Era más de una vez la pregunta de sus compañeras.
No
había respuesta.
Y si la había quedaba
acallada en su interior.
Muchos
años compartidos con quien era su marido y padre de su única hija.
Adolescencia
conflictiva, noviazgo minado de prohibiciones, manipulación, celos,
inseguridades….¿por qué se aferró como
si fuese la única opción?
La había convencido
desde muy joven de que nadie la iba a amar como él.
¿La
comodidad de creer?.
Lo
cierto es que se continuo una semana mal, otra semana peor, salpicado de
momentos buenos donde sentía que era feliz, tal vez sólo haya sido disfrutar de
la calma temporaria….pero sentía que esa
era la felicidad con la persona que la marcó como nadie.
Hasta
que con los años hubo un breack ….por supuesto que no por decisión propia de
ver en el desquicio que transcurría su vida,
sino motivada por alguien que sin buscarlo ni pensarlo llegó a su vida.
Se
enamoró.
O
creyó estar enamorada.
Daba
igual.
La sensación era
inigualable.
Los
ojos le brillaban, había expectativa, planes, ganas de estar bien, salir a
ganar el mundo…. Por fin se había sacado la soga del cuello.
Mientras
la relación duró, estuvo convencida de que eso era amor, que jamás podría
volver con su marido, que todos los años vividos junto a él podrían
transformarse en un recuerdo que de a poco se iría borrando… solo su hija valía
la pena en todo ese calvario con escasos momentos felices.
Los
colores nunca le habían sentado tan bien, el brillo en los ojos aumentaban ese
color tan particular, el baile no era
sólo una expresión física….así se sentía su corazón.
Hasta
que llegó la caída.
Inevitable.
El
velo cayó de sus ojos.
Las
noticias vuelan.
Las mentiras también.
Quién
fuera su “panacea”, su cable a tierra, su fantasía hecha realidad, el artífice
de esta nueva mujer feliz en la que hasta le costaba reconocerse…era un
embustero, mentiroso, estafador de sentimientos, mitómano, ególatra, mezquino,
ruin …no estaba solo, una familia lo esperaba al final de cada día.
Fue
como si la chocara un tren.
Porque
una cosa es imaginar lo que puede ser vivir algo así.
Otra cosa era vivirlo y
que se termine.
En
el momento en que más enamorada se sentía.
No
sabía que se podía sufrir así, que el dolor podía ser casi físico.
Era
un león herido.
No
encontraba lugar donde estar ni sosiego.
Quería
volcar toda su furia contra él.
No podía verse sola.
No
se encontraba….desde muy temprana edad había estado, para bien o para mal con
un hombre al lado.
Volvió con su marido.
Y se desató el quinto
infierno.
Desoyó
todas las voces queridas….
Volvieron
los llantos, la angustia, la desconfianza, la depresión, los enojos…
Las
vueltas del caracol.
Las
recurrencias dolorosas.
Por qué querés esto
para vos?
Jamás
pudo responder eso a sus amigas.
Tampoco
a ella misma.
Se
evadía.
Tenía fantasías
fuertes.
Buscaba alivio en el
wsapp.
Necesitaba que le digan
lo que ella no podía ver en sí misma.
Una
y otra vez su celular y quienes la rodeaban escuchaban la misma historia sin
fin.
Pero
ya estaba cansada.
Era
hora de hacer cosas que antes no se atreviera.
Tomar
decisiones y sostenerlas en el tiempo.
Reir
y brillar con luz propia, no el pálido reflejo de quien fuera un espejismo.
Dejar
de girar.
Elegir
el camino y seguirlo sin desviarse ni permitirse atajos engañosos.
Escaparse
y soltar ese adoquín atado al cuello.
Ya se animaría.
Estaba
llegando el momento de ver.
De
aceptar y reconocer lo que nunca fue.
Y
tener por fin… todo por ganar.
Patricia
Figura, mayo de 2018
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