SEPARADAS, PERO JUNTAS.
La
belleza de los lagos sureños la tenía subyugada, todo parecía quieto, pero
estaba en constante movimiento, como su
interior, sus emociones, su tristeza que iba y venía en oleadas, que la ahogaba…hasta
que exhalaba ese suspiro reparador,
Había
días en que el dolor quedaba encapsulado, guardado en un cofre de abrazos y
contención tejido por los que amaba y la amaban.
Otros que parecía un dique que abrió
sus compuertas amenazando ahogarla.
Les
había ocurrido a todos…cada uno lo vivía como podía, se daba cuenta de que
delante de ella se mostraban más fuertes de lo que en realidad se sentían, eran
una bendición absolutamente todos y cada uno de ellos, con sus similitudes y diferencias, con esos rostros y gestos que hacían
recordar a quien ya no estaba…era como que su sonrisa y su mirada buena jamás
se iba a ir del todo.
El
fin del mundo quedaba cerca, no había distancia geográfica que mitigara lo que
llevaba en su alma, pero ahí, en ese
cielo cubierto de estrellas, con las montañas que lo acariciaban y esos espejos
de agua que lo reflejaban se sentía más cerca de ella, más en armonía.
A
lo lejos vio a sus nietos haciendo equilibrio en la tabla, se reían, una de sus
tías estaba con ellos, querían que subiera, ella los quería filmar y compartir
ese instante en las redes
Su
esposo comenzaba con el fuego en la galería cubierta, chivito patagónico, esa
era su terapia, su momento en que al acomodar las brasas del asador, daba una
vuelta a las de su alma,
Sentados
en lonas, abrigados, conversaban cerveza
de por medio el resto de la familia, el atardecer era de fotografía….capturar
instantes, buscó su celular al que muy poco le prestaba atención, pero que era
el cordón umbilical que la mantenía unida a ellas, las “inseparables” estén
donde estén cada una, en las buenas, en las no tan buenas y en las mejores, que
las hubo y muchas.
Capturaba
cada rayo de sol, necesitaba sentir que la piel le ardía, el sonido del mar era
hipnótico, había viento, como siempre, estaba acostumbrada al clima esteño, donde hubiera mar y sol era su lugar en
el mundo… al menos por ese instante.
Escuchaba
a su hija y amigas ensayar uno de sus últimos temas junto a sus amigas, tenía
un evento a la noche…después de tantos años de intentos la cosa se estaba encaminando…sonrió satisfecha.
Había
recorrido el mundo varias veces, primero con ”ellas” como artistas, luego con
su esposo, hijos, por la profesión de su marido, pero lejos de ser una snob,
era brillante, cálida, contenedora, le gustaba organizar su pequeña huerta, ver
el crecimiento de su jardín lujuriosamente verde, estar cerca de sus nietos,
jugar, sacarles fotos, buscarlos del colegio…
Sabía
rodearse de lo que le hacía bien, ponerse fuerte para ayudar, abrazar, dar la
dosis de humor y optimismo que tanto confortaba al que la recibia.
Escuchó
el sonido de la moto de su marido entrando por el camino que daba a la playa,
mentalmente lo vio dejando el casco que protegía su codo, dejando la campera de cuero apoyada en algún
lugar, levantándose los lentes de sol, buscarla en la arena con la mirada y
acercarse a paso ágil, jovial, como siempre, como cuarenta años atrás.
Podían predecirse...¿eso era malo?,
¿restaba emoción?. Ella sabía de artilugios
y escaramuzas para vencer el tiempo… aún lo deseaba, aún la deseaba.
Se
sentó un rato a su lado, le preguntó si iban a ir al evento de la menor,
quedaron en acompañar entre bambalinas y sentarse en algunas de las mesitas un
rato, la noche anterior se habían “guardado temprano”, fue noche de scrable y
champagne, con trampas incluidas que provocaban la risa de ambos.
Cuando
volvió a quedar sola, en la paz de esa
playa alejada de la “movida del este”, su mente fue invariablemente a sus amores,
ellas, las incondicionales, se preguntó como estaría la “sureña”, aún no había
hablado con ninguna en el transcurso del día.
Tomó
el celular que tenía junto a la novela que leía de a ratos y se colocó los
lentes para mandar un mensaje al chat privado de las tres.
Orgullosa miraba como su nieto
había aprendido a nadar, sin bracitos ni chalecos, tan chiquito en una pileta
tan inmensa…se escuchaban las carcajadas de sus
hijas que extraordinariamente habían coincidido en el mismo sector del planeta
y se aprovechaban al igual que sus pequeños de todas las edades.
Ella
amaba a su familia, a su adorada, imperfecta, frondosa y maravillosa familia.
Eran
hermosos, sanos, jóvenes, trabajadores, exitosos….¿donde estaba la
imperfección?.
En
que estaban lejos, la mayor parte del tiempo se la pasaba extrañándolos, tratando
de cubrir ese volcán de amor que la invadía con videollamadas, mensajes, chats….no
era lo mismo, pero eran una gran cosa… muy distinto a cuando ella y sus “otras
dos partes de sí” recorrían el mundo deslumbrando en los mejores escenarios.
Levantó
la vista y vio a la “Reina Madre”, el roble de la familia que artísticamente
estaba en el borde, tomando sol con una de sus elegantes gafas a tono con la
enteriza.
Dio gracias a Dios mentalmente por
eso.
Era su turno de tirarse de cabeza,
se habían sumado dos nietos más y se lo reclamaban a coro.
Feliz
les propuso otro desafío, después vendría la merienda en la galería, con
chocolatada fresca y algo rico para comer, descansando la mirada en el verde
del parque, mechado de colores por los juguetes esparcidos.
La casa estaba vibrante de vida.
Su marido se acercó, lo traía medio
a la rastra uno de los chicos… se zambulló y aplaudieron…eran felices con tan
poco y a la vez era tanto.
Pensó
en ellas, estaban todas separadas, pero unidas, juntas… fue a buscar su celular
que estaba junto a su toalla…iba a mandar un videíto al chat privado…vió que
estaban entrando mensajes desde dos puntos diferentes…hasta en eso estaban
conectadas… era así, era intuición, era magia, era amor.
Para
uds…que desde lo público y lo privado ( maravillas del chat) me hacen sentir
parte de quienes creí jamás poder llegar a tener tan cálida relación.
Mi
primer cuento del año.
Patricia
Figura, enero de 2020
¡Felicitaciones, Patricia!
ResponderEliminargracias mi ciudadana ilustre! qué piropo viniendo de vos.
ResponderEliminargracias mi ciudadana ilustre, qué piropo viniendo de vos...
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