¿Vida, estamos en paz?
Estaba
detenida en uno de los tantos embotellamientos de las arterias de su ciudad.
Odiaba
ir al centro en coche, pero no le quedaba otra opción si quería llegar a tiempo
a su trabajo, debía presentar documentación en el colegio de sus hijos y firmar
para retirar las libretas.
Esto
último le parecía un absurdo teniendo en cuenta que luego las entregaban on
line.
Miró
el reloj de su muñeca, innecesariamente porque ya había mirado el del vehículo
y ambos tenían la misma hora, avanzaban muy lentamente, uno
de esos semáforos eternos y calles desviadas congestionaban aún más el tráfico,
suspiró y canto por lo bajo el tema que sonaba y conocía de memoria, así como
todos los que se irían sucediendo.
Delante
de ella y a mitad de cuadra, no por la senda peatonal, ve que cruza a los
saltos el nuevo ¿novio? de una de sus amigas más queridas, instintivamente
estuvo por tocarle bocina y algo la detuvo.
Tal
vez la espectacular pelirroja que le extendió los brazos y que seguidamente le
dio un sonoro beso en la boca, cosa que lo hizo reír y abrazarla para continuar
caminando.
Ella
alargó el cuello todo lo que pudo, pero la camioneta que estaba delante de ella
le tapaba el ángulo de visión.
Pensó
en ella, en su amiga y todo lo que había pasado cuando su esposo falleció
cuatro o cinco años atrás, la montaña de deudas que hacer frente, la casa
grande y difícil de mantener en todo sentido, los chicos en plena adolescencia
y con gastos propios de estudios, academias, recreativos, sociales….no daba
abasto con su profesión, comenzó a preparar comida casera los fines de semana y
como todo lo que hacía, daba resultados óptimos, pronto los encargues superaron
sus expectativas, necesitó ayuda y los chicos se la brindaron, ella sabía crear
vínculos.
El
grupo de amigas colaboraba llevando y trayendo a los hijos junto con los
propios, cuando comenzaron los cumpleaños de quince los maridos, amigos del
difunto, se encargaban de buscarlos en la madrugada.
Cuando
estuvo más tranquila, comenzó a salir con algunas madres de compañeritos que
también estaban solas, compartía con los grupos de antes, pero ahí la
ausencia de su compañero se hacía más tangible.
No
tardaron en llegar las invitaciones masculinas.
Era
simpática, emprendedora, con mucha energía y buena predisposición…compañera,
divertida, se dio un par de oportunidades que no prosperaron.
¿Ese
“tenés con quién dejar los chicos?” que invariablemente llegaba y era
difícil de coincidir con todos los compromisos infantiles, provocaba que el
desgano ganara al interés por el flamante parternaire.
Volvió
a mirar, pero no lo vio, la cola de autos comenzó a moverse y avanzó varios
metros, quedó delante del semáforo y la peatonal se hacía ver en un sinnúmero
de personas caminando en todas direcciones.
Le
pareció distinguir a la pelirroja sentada en una de las mesitas con sombrillas
azules que atajaba el calor del sol, estaba de perfil, miraba hacia algo o
alguien que la hacía sonreír, lo vio llegar a él a la mesa con sendos
cucuruchos que evidentemente se rendían al clima y se derramaban sobre sus
manos.
Parecían
relajados y divertidos.
Un
tiempo atrás, su amiga las invitó a matear en su casa, preparó una de sus
famosas tortas secas, compró biscochos, y la sonrisa le invadía la cara…les
contó que había conocido a alguien especial, diferente, que respetaba sus
tiempos y los de sus hijos.
Iban
muy lento, de a poco, pero hacía mucho que no se sentía expectante y feliz.
Por
supuesto que todas quisieron saber detalles, donde y cómo se conocieron si era
soltero, casado o divorciado, si tenía hijos, si trabajaba, edad…ella no las
dejó con las ganas, sus ojos estaban iluminados.
A
los pocos meses, se organizó un asado donde incluyeron a los maridos, el tipo
parecía macanudo, atendía, ofrecía, participó de las conversaciones, la
sobremesa, el café con lo dulce, pidió helado para todos y trajo a sus pequeños
hijos que tenían más o menos la misma edad que los de su amiga.
Estaba
anonadada…herida por ella y por todos, habían abierto su cofradía, su
intimidad, su amiga le había brindado lo que jamás había compartido con nadie
que no fuera su esposo.
Y
él la traicionaba.
En
plena peatonal.
En
plena luz del día.
El
semáforo le dio paso por fin, por primera vez avanzó a desgano.
Hizo
todo mecánicamente, no podía apartar de su mente lo que vio y la risa de su
amiga cada vez que hablaba de él.
Se
estacionó bajo la sombra de un árbol.
Buscó
entre sus contactos el celular de ella.
La
llamó.
La
voz querida la saludó con el Hello, característico de siempre.
Le
preguntó como estaba, qué hacía y grande fue su sorpresa cuando le dijo que
estaba con él, aprovechando el silencio infantil, todos los chicos en la
escuela.
La
risa pícara y la voz de él atrás saludándola la dejaron atónita.
Titubeando
le dijo que le pareció verlo en la peatonal, unos minutos atrás, que seguramente
se había confundido.
_Salvo
que tenga un doble, puedo jurar que era él_ agregó.
_Claro!,
le respondió_ _ son gemelos, ¿nunca te dije?
Patricia
Figura, noviembre de 2019
Muy bueno!!!
ResponderEliminarmuchas gracias!!!!!
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