miércoles, 29 de enero de 2020

DE LA NOCHE A LA MAÑANA.


De la noche a la mañana

Su frente se apoyaba apenas por un punto, en el cristal de la alta y angosta ventana del hotel donde se hallaba.
La habitación era amplia y costosa, el Smart que dominaba casi toda una pared seguía enviando imágenes torturantes, insoportables, tristes, aberrantes.
Las conocía de memoria.
Eran las que en horas, habían cambiado su vida y la de muchos de una manera tan radical como imposible de imaginar segundos antes a la llamada a la puerta de su hogar.
Que no olvidaría mientras tuviese vida.
Que por momentos esperaba que fuera corta.
Que sólo le resten segundos.
Era cobarde.
Cobarde como su hijo?
No daba crédito a lo que le habían contado primero y visto después.
Esa bestia desaforada que golpeaba y arengaba una y otra vez junto a un grupo de dementes poseídos por la ira y el alcohol era  su hijo?
Intentó gritar para que el dolor que le quemaba el pecho saliera, no podía soportar la imagen de ese otro chico tirado recibiendo las miserias de un grupo de enajenados…había alcohol  y quién sabe qué más en esos descarnados y violentos golpes.
Era una pesadilla.
Habían festejado las últimas fiestas como siempre, en el parque de su casa, con la familia y los amigos que se acercaban después de doce a brindar y bailar, se había ocupado de todo, de vestir la casa, las mesas, comprado ropa nueva para sus hijos, para su marido, regalos para todos, le encantaban las fiestas, siempre se había sentido una privilegiada…podían disfrutar de mucho siendo jóvenes, vivían cómodos, viajaban en familia y también en pareja…los chicos tenían “buenas amistades”, “buenas juntas”, “gente como ellos”, era consciente de que le había tocado la parte buena en la repartija, lejos de sentir culpa, lo agradecía y dejaba buenas limosnas los domingos en la misa del barrio privado donde transcurría su vida.
Los chicos bebían mucho, muchísimo para su gusto, mezclaban, los veía bajar un vaso tras otro como si fuera agua en medio de un desierto, algunos se ponían tontos, se reían a lo pavo, otros se dormían en las reposeras apenas los rayos del sol comenzaban a asomar….otros se ponían agresivos, se empujaban, emulaban los enfrentamientos cuerpo a cuerpo tan característicos del deporte que practicaban…su hijo y dos o tres de los más íntimos formaban parte de este último grupo.
Cada vez que sacaba el tema de los tragos interminables y sucesivos, recibía reboleo de ojos, un “no entendés nada, todo el mundo toma”, su propio esposo más de una vez había salido en defensa de su hijo y amigos.
Ahí estaba la consecuencia?
Ya no iba a haber más vida, al menos no una que valiera la pena ser vivida.
Era egoísta, si pudiera lo arrancaría a su hijo de toda esa locura y se lo llevaría lejos, al otro lado del mundo, donde nadie supiera quienes eran….aunque claro, pertenecían a la época en que “el otro lado del mundo no existe”…hoy todo y todos eran hallables.
Si hubiera sabido que iba a ser la última navidad antes de una sucesión de años de infierno.
Si hubiera sabido que cuando lo ayudó a preparar el bolso de viaje iba a ser la última actividad cotidiana compartida.
Si hubiera sabido que él jamás iba a volver a su pieza, sus trofeos, su cama, sus exclusivísimas prendas, su note, sus recuerdos.
Qué? Qué hubiese hecho?
Su esposo estaba reunido con algunos de los otros padres y tres abogados en un estudio jurídico cercano.
Ella se negó a ir.
Se ve que la prensa ya había descubierto dónde se alojaba, había cámaras que apuntaban al edificio, ella estaba en un noveno piso…le hubiera gustado por primera vez en su vida, estar en una habitación que dé a contrafrente.
Era una pesadilla….quería dormir un año seguido, que la despierten y le aseguren que nada de todo eso era real, que su hijo era incapaz de pegar enceguecida mente a otro hasta quitarle la vida.
No podía pensar en esa madre que despidió con un beso a su hijo y recibió la fatal llamada que ningún padre nunca jamás quiere atender.
Jamás volvería a verse reflejada en sus ojos, no lo vería crecer, formar familia, tener hijos…le habían arrancado las entrañas  y se las habían comido….literalmente.
Sintió nauseas…vomitó en el baño lo que le parecieron horas.
Aún no había visto a su hijo.
Tenía miedo de hacerlo.
No quería quedar bajo el yugo de ese desconocido que aparecía en las imágenes una y otra vez descargando su desprecio y mal vivir sobre quien ya estaba muerto.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos y no ver culpa.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos  y no ver vergüenza.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos y no ver arrepentimiento.
Esa otra madre ya no vería los ojos chispeantes de vida y proyectos de su hijo, no volvería a sentir su abrazo…iba a ¿vivir? con las imágenes que todos los medios proporcionaban de su último instante de vida arrebatada…iba a vivir sabiendo que su hijo sufrió y mucho en los últimos segundos.
Ella tenía la certeza de que su hijo iba a sufrir todos y cada uno de los años que le restaban por vivir.
Cómo evitarle eso?
Sobreviviría un mimado de la sociedad, de su familia  y de la vida en una cárcel nacional?
Se le vinieron a la mente las series y películas de penales que habían visto más de una vez juntos.
Se le erizó la piel, volvieron las náuseas y el vómito aunque no tenía nada en el estómago.
El primer aciago día del resto de su vida había comenzado y ella ya no lo soportaba.
Que Dios se amparara de su alma.
Que Dios le diera fuerzas.
Que Dios obrara el milagro de que el mundo se detenga y retroceda…que todo vuelva a estar bien en su mundo y en el de su familia.
Que Dios alejara este infierno que se había desatado de la noche a la mañana.

Patricia Figura, enero de 2020.

1 comentario:

  1. Desde la teoría de que alguna pueda sentirse así, podría existir la posibilidad que esa persona piense que dió e inculcó valores, educación y formación integral, que estableció cimientos y listo, ya está "preparado" para la vida. Y siguió con la suya, atrapada en su vorágine del día a día, sin "monitorear" lo supuestamente aprendido, convencida de que hizo lo correcto. No se trata de plantar una semilla solamente, hay que regarla para su crecimiento. Hay personas controladoras y otras que no. Son diez u once y todos somos diferentes. Eso es lo que nos hace únicos. Todas las realidades no se miran con el mismo cristal. Así que alguna, quizás, pueda sentir de alguna manera como en tu relato.

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