De la noche a la mañana
Su
frente se apoyaba apenas por un punto, en el cristal de la alta y angosta
ventana del hotel donde se hallaba.
La
habitación era amplia y costosa, el Smart que dominaba casi toda una pared
seguía enviando imágenes torturantes, insoportables, tristes, aberrantes.
Las conocía de memoria.
Eran
las que en horas, habían cambiado su vida y la de muchos de una manera tan
radical como imposible de imaginar
segundos antes a la llamada a la puerta de su hogar.
Que
no olvidaría mientras tuviese vida.
Que
por momentos esperaba que fuera corta.
Que
sólo le resten segundos.
Era
cobarde.
Cobarde como su hijo?
No
daba crédito a lo que le habían contado primero y visto después.
Esa
bestia desaforada que golpeaba y arengaba una y otra vez junto a un grupo de
dementes poseídos por la ira y el alcohol era
su hijo?
Intentó
gritar para que el dolor que le quemaba el pecho saliera, no podía soportar la imagen de ese otro chico tirado recibiendo las
miserias de un grupo de enajenados…había alcohol y quién sabe qué más en esos descarnados y
violentos golpes.
Era una pesadilla.
Habían
festejado las últimas fiestas como siempre, en el parque de su casa, con la
familia y los amigos que se acercaban después de doce a brindar y bailar, se
había ocupado de todo, de vestir la casa, las mesas, comprado ropa nueva para
sus hijos, para su marido, regalos para todos, le encantaban las fiestas,
siempre se había sentido una privilegiada…podían disfrutar de mucho siendo
jóvenes, vivían cómodos, viajaban en familia y también en pareja…los chicos
tenían “buenas amistades”, “buenas juntas”, “gente como ellos”, era consciente
de que le había tocado la parte buena en la repartija, lejos de sentir culpa,
lo agradecía y dejaba buenas limosnas los domingos en la misa del barrio
privado donde transcurría su vida.
Los
chicos bebían mucho, muchísimo para su gusto, mezclaban, los veía bajar un vaso
tras otro como si fuera agua en medio de un desierto, algunos se ponían tontos,
se reían a lo pavo, otros se dormían en las reposeras apenas los rayos del sol
comenzaban a asomar….otros se ponían
agresivos, se empujaban, emulaban los enfrentamientos cuerpo a cuerpo tan
característicos del deporte que practicaban…su hijo y dos o tres de los más íntimos
formaban parte de este último grupo.
Cada
vez que sacaba el tema de los tragos interminables y sucesivos, recibía reboleo
de ojos, un “no entendés nada, todo el mundo toma”, su propio esposo más de una
vez había salido en defensa de su hijo y amigos.
Ahí
estaba la consecuencia?
Ya
no iba a haber más vida, al menos no una que valiera la pena ser vivida.
Era
egoísta, si pudiera lo arrancaría a su hijo de toda esa locura y se lo llevaría
lejos, al otro lado del mundo, donde nadie supiera quienes eran….aunque claro,
pertenecían a la época en que “el otro lado del mundo no existe”…hoy todo y
todos eran hallables.
Si
hubiera sabido que iba a ser la última navidad antes de una sucesión de años de
infierno.
Si
hubiera sabido que cuando lo ayudó a preparar el bolso de viaje iba a ser la
última actividad cotidiana compartida.
Si
hubiera sabido que él jamás iba a volver a su pieza, sus trofeos, su cama, sus exclusivísimas
prendas, su note, sus recuerdos.
Qué? Qué hubiese hecho?
Su esposo estaba reunido con
algunos de los otros padres y tres abogados en un estudio jurídico cercano.
Ella se negó a ir.
Se
ve que la prensa ya había descubierto dónde se alojaba, había cámaras que
apuntaban al edificio, ella estaba en un noveno piso…le hubiera gustado por
primera vez en su vida, estar en una habitación que dé a contrafrente.
Era
una pesadilla….quería dormir un año seguido, que la despierten y le aseguren que
nada de todo eso era real, que su hijo
era incapaz de pegar enceguecida mente a otro hasta quitarle la vida.
No
podía pensar en esa madre que despidió con un beso a su hijo y recibió la fatal
llamada que ningún padre nunca jamás quiere atender.
Jamás
volvería a verse reflejada en sus ojos, no lo vería crecer, formar familia,
tener hijos…le habían arrancado las entrañas
y se las habían comido….literalmente.
Sintió nauseas…vomitó en el baño lo
que le parecieron horas.
Aún no había visto a su hijo.
Tenía miedo de hacerlo.
No quería quedar bajo el yugo de
ese desconocido que aparecía en las imágenes una y otra vez descargando su
desprecio y mal vivir sobre quien ya estaba muerto.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos y
no ver culpa.
Tenía miedo de mirarlo a los
ojos y no ver vergüenza.
Tenía miedo de mirarlo a los ojos y
no ver arrepentimiento.
Esa
otra madre ya no vería los ojos chispeantes de vida y proyectos de su hijo, no
volvería a sentir su abrazo…iba a ¿vivir? con las imágenes que todos los medios
proporcionaban de su último instante de vida arrebatada…iba a vivir sabiendo
que su hijo sufrió y mucho en los últimos segundos.
Ella
tenía la certeza de que su hijo iba a sufrir todos y cada uno de los años que
le restaban por vivir.
Cómo
evitarle eso?
Sobreviviría
un mimado de la sociedad, de su familia
y de la vida en una cárcel nacional?
Se
le vinieron a la mente las series y películas de penales que habían visto más
de una vez juntos.
Se
le erizó la piel, volvieron las náuseas y el vómito aunque no tenía nada en el
estómago.
El
primer aciago día del resto de su vida había comenzado y ella ya no lo
soportaba.
Que
Dios se amparara de su alma.
Que
Dios le diera fuerzas.
Que
Dios obrara el milagro de que el mundo se detenga y retroceda…que todo vuelva a
estar bien en su mundo y en el de su familia.
Que
Dios alejara este infierno que se había desatado de la noche a la mañana.
Patricia
Figura, enero de 2020.
Desde la teoría de que alguna pueda sentirse así, podría existir la posibilidad que esa persona piense que dió e inculcó valores, educación y formación integral, que estableció cimientos y listo, ya está "preparado" para la vida. Y siguió con la suya, atrapada en su vorágine del día a día, sin "monitorear" lo supuestamente aprendido, convencida de que hizo lo correcto. No se trata de plantar una semilla solamente, hay que regarla para su crecimiento. Hay personas controladoras y otras que no. Son diez u once y todos somos diferentes. Eso es lo que nos hace únicos. Todas las realidades no se miran con el mismo cristal. Así que alguna, quizás, pueda sentir de alguna manera como en tu relato.
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