jueves, 23 de abril de 2020

Y NO ES CUENTO...


Y NO ES CUENTO…
Absolutamente todos los que han leído mis cuentos alguna vez, saben que no doy nombres a los personajes, tal vez por eso más de una vez me han preguntado “soy yo el/la de tal cuento?”, porque cada uno se ve a su manera que tal vez no es la del otro.
Pero esta vez sí voy a poner nombres porque como ya lo dice el título, esto no es un cuento, al menos no totalmente.
Durante toda mi vida, en mi mente, en mis dibujos, en mis historias escritas, en mis juegos de roles, siempre, siempre, siempre el tema central era “la familia”.
Más de una vez les pregunté a mis amigas de la infancia, Cintia y Leticia, si no se cansaban de jugar siempre a la mamá, Leti siempre me dijo que le encantaba y Cintia, que hoy vive muy lejos y no es demasiado afecta a lo tecnológico, no concebía otro juego en su momento.
El nuestro no era un simple jugar a la mamá, nada más lejos de eso, éramos aparte cantantes, modelos, fotógrafas, y mujeres que manejaban (no era muy usual en los años setenta y ochenta), por tal motivo, los karting de nuestros hermanitos se transformaban en nuestras cupés.
Tenía también una amiga del barrio al que me mudé, a la que inicié en el vicio de jugar a la familia, Viviana, hoy no tenemos relación pero por conocidos en común sé que formó una familia como la que inventábamos años atrás y lleva más de treinta años en ella.
Con Vivi, invariablemente el juego era que nos íbamos de vacaciones a Tanti, al querido y abandonado ahora, Hotel de la Bancaria, aún en esa época era lo más parecido a un old inclusive.
A mis ojos era todo tal real, tan vívido, que me costaba salir de esa fantasía para algo más terrenal como ir a bañarme, a comer, a dormir….hoy con mi mirada de “Seño Patri”, me doy cuenta que siempre fui una “experta en juego dramático o de roles”….realmente me creía los personajes, nada podía convencerme de lo contrario y con mi entusiasmo y descripciones de lo que “iba a suceder en el juego”, en el “dale que”, contagiaba a mis amigas que al igual que yo, no veían la hora de continuar.
Hoy en las salas que he tenido la dicha de estar como docente, detecto “esa mirada especial” en mis nenes y nenas cuando están absolutamente imbuidos en el personaje que crearon.
De más grande, a mis ocho  o nueve años más o menos, con Leti decidimos ser “mellizas” (nada que ver a la infancia de hoy a esa edad, yo jugué hasta los catorce con muñecas, de manera diferente tal vez, disfrazando el juego de tenerlas peinadas, vestidas, que queden lindas, pero juego al fin), bueno, con mi casi gemela, éramos de la misma estatura, contextura física, el color de los cabellos y acentuábamos la fantasía peinándonos igual, y vistiéndonos parecidas, una vez que la producción estaba hecha, pedíamos de hacer algún mandado, jugar en la puerta o en su “garaje” que era abierto, para que nos pregunten si éramos mellizas, la pregunta llegó más de una vez y aprovechábamos para dar todo tipo de explicaciones y detalles de nuestra familia que deja chiquito cualquier libro de ciencia ficción.
Ella nunca lo olvida, como tampoco que yo convencida de que iba a suceder, de cuando le dije que mis ojos estaban cambiando a verdes (son castaños, no tan oscuros pero sin duda castaños…sólo ella sabe lo que me cuesta reconocerlo), me acompañaba hasta dos veces por día con uno de los espejos que las madres usaban para arreglarse las cejas, o a los botiquines de su casa o de mi abuela para ver si las manchitas más claras iban aumentando.
Cuarenta años después, y con una vida tan complicada como digna de ser vivida que hemos tenido ambas, la pregunta “y Patri, ya están totalmente verdes?”, de igual manera lo hacen sus padres cuando nos encontramos en el súper del barrio, “obvio, por eso siempre estoy parada delante de las lechugas, para acentuarlos”.
Es nuestra broma. Es nuestra historia. “nuestro juego de gemelas”, en honor a la verdad, ella es bastante menor de edad, así que si a mis nueve teníamos la misma estatura, ella ahora se corre del rostro las copas de los árboles, mientras yo sigo lustrando zócalos.
Logré tener mi familia, hoy por hoy puedo decirlo, si bien hace diecisiete años que formé una de las llamadas “ensambladas”, esas de portarretrato, ya que mi gordo y yo teníamos cada uno una hija del matrimonio anterior y ellas sólo tenían diez meses de diferencia, de diciembre a febrero tienen la misma edad y “entre todos” tuvimos a la más chica que hoy transita sus dulces dieciséis  (edad en que yo me comprometí con mi primer marido, con anillo y cintillo, ante la incredulidad de mis compañeros, grandes amores, de mi curso que aún hoy en cada reunión me dicen que estaba loca)
Pero fue en esta cuarentena obligatoria para todos, en que realmente me descubrí y pude decir sinceramente que por primera vez esta familia lo era totalmente.
En qué sentido? En que nunca habíamos vivido todos juntos, más que por fines de semana y algún que otro viaje corto, nunca alenté largas o breves vacaciones veinticuatro horas juntos cada día porque por algún motivo me sentía incapacitada para lograr la convivencia.
Tanto jugar, tanto fantasear….algo estaba pasando…una cosa era soñar y otra escuchar que las puertas se abran y cierren veinte veces, que haya almuerzo y cena cada día, compras para cinco, ser justa en quien elige las películas, los juegos, la música, consensuar y sentir que no se favorece más a uno que a otro.
Evidentemente no hubiera podido formar familia con un viudo.
Por otro lado, mi marido, en todo este tiempo más que ayudar, distraer, ponerse la familia al hombro y brindar hasta las tripas no ha hecho, pero él o la que me conoce sabe que necesito mucho tiempo sola, para leer, (hasta sesenta veces un mismo libro a lo largo de diferentes épocas y siempre me sorprende algo, porque evidentemente voy cambiando mi óptica) para escribir, para hacer los ejercicios por este bendito ciático que me vuelve loca, para dormir, para planificar mi trabajo, para la facultad, para hablar con mis amigas y amigos. Para soñar despierta.
Siempre me preocupó que iba a pasar con nosotros cuando mi marido que en más de tres décadas nunca tomó vacaciones, o dejo de trabajar más que el 25 de diciembre y el 1 de enero, se jubile, o deje de tener obras afuera de la provincia y esté siempre acá…no lograba hacerme esa imagen.
Si bien él agrandó hace unos años la que fuera mi casa original después de mi divorcio, creo lugares para cada uno de nosotros, no me hacía a la idea de él todo el tiempo ahí, y menos que vinieran también nuestra Pupi ( su hija mayor) y mi ojitos de semillitas de sandía (nietito divino y adorado de mi gordo), acostumbrada como estaba a que mis hijas son autónomas en todo lo referente a estudios u obligaciones, lo llevan a cabo en sus dormitorios y yo ignoro completamente que materias tienen o no… tengo la inmensa fortuna que de estudio me hablen sólo para decirme notas excelentes, es decir, la casa está prácticamente vacía por las obligaciones de cada uno y las actividades extras.
¿Ibamos a estar todos juntos a la vez por más de una semana?
Mi marido convertido en puma preocupado por lo laboral, yo enloquecida de ver pasar gente de un lado al otro, buscando llaves que no debían cambiar de lugar, que nadie toque mi mate y mi termo, que las luces se apaguen porque después de la última factura me hicieron casi socia de la EPE, que el baño que siempre uso esté ocupado aunque mi marido construyera dos más con tal de no aguantarme, que todos estemos almorzando y cenando a la vez cuando en casa aunque vivimos cuatro es muy raro que comamos todos a la vez salvo a la noche?????
De entrada me pareció lo más acertado que la mayor y su bebé vinieran, ya que la alternativa era un departamento muy chico y no era sano tanto tiempo encerrados ella y el bebé, pero tanto mi marido como yo, medio en broma y medio en serio pensábamos que ninguno de los seis estábamos acostumbrados a vernos tanto y que nos íbamos a terminar peleando por cualquier pavada.
“Bueno Lucrecia, me dijo él (sólo me dice por mi nombre cuando está absolutamente hinchado las guindas y la lucha llegó hasta el hueso mismo), vamos a ver qué resulta”.
Y fueron desde hace mucho, los días más felices que viví en mi vida, mientras todos veían el lado oscuro yo me aferré a esas “vacaciones” que nunca tuvimos todos juntos y por tanto tiempo…más allá de la incertidumbre laboral por parte de él, lo financiero, las precauciones para que este virus de la realeza no nos visite, sólo veía el sol veraniego,  a mi Flor y mi Cati disfrutando de su hermana que tenía su lugar dentro del que era nuestro hogar, tomábamos sol, jugábamos en la piletita con Ciro, pedíamos helado, hacían rutina de bailes y gym, el gordo nos preparaba comidas riquísimas, el asador a full y yo recibí como nunca colaboración que el millón de pequeñas cosas que no aparecen hechas como magia en un hogar.
Hace unos días, conversando con una persona increíble, de mi entorno laboral, que cada tanto descubrimos que tenemos algunos espejos que nos asemejan, me dice “¿Cómo Lucrecia???????????
Le expliqué que para mi marido salvo que esté enojado o hallamos discutido, suelo ser Lucrecia, Irma, Sofía Ema, Marcela, así en Navidad cuando el papá Noel reparte, y nombra dos o tres de estos epítetos, mientras los demás miran a ver quién es la nueva integrante de la familia, yo riendo voy en busca de mis regalos.
Ella, entusiasmada y enérgica como es siempre me dijo “Lucrecia, qué genial Lucrecia…. Me encanta, me muero, tenés que escribir sobre esto, me divierte mucho”, “bueno, te lo voy a dedicar, pero preservo tu identidad…Olga” nos reímos mucho y algo que iba a ser completamente diferente terminó siendo este escrito.
Cada vez que alargaban la cuarentena, nosotros más allá de lo laboral, era como que recibíamos el premio de “jugar a la casita” un poco más, así pasamos el cumple del gordo el 31 de Marzo y el de mi Cati el 19 de abril, donde Flor hizo tacos, la Pupi hizo tortas y postres, Cati se prendió tan clásica ella, en los ritmos elegidos por las mayores y tentada participó de reggaetones y cumbias…mi pequeño amorcito tenía un harem para él solo y por un tiempo tal vez muy largo para muchos pero muy breve para mí…tuve mi familia completa, fui muy feliz y una vez más tengo que agradecer que de lo malo, siempre surge algo muy bueno.
Gracias Flor, gracias Pupi, gracias Cati, gracias “pato pato”, gracias gordo…y gracias a mi misma que a pesar de ser muy densa para la convivencia, logré sacar el mejor partido de mi esencia.
Gracias “Olga querida, por insistirme tanto, aunque no es lo que pensábamos en nuestras charlas, escribir esto me hizo mucho, mucho bien”.

Patricia Figura,  Abril de 2020

2 comentarios:

  1. Gracias hermanitaaaa x traer tantos recuerdos! Sin dudas mi infancia fue tan feliz gracias a haber tenido a mi melliza enfrente, y prueba de ello son estos más de cuarenta años de amistad. Te quiero rubia de ojos verdes!

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  2. jajajajja me vinieron tantas cosas a la mente!!!!! las fibras sylvapen que poníamos en nuestras carteras porque hacían de cigarrillos jajajajja. Al final en la "vida real" nunca fumé.

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