domingo, 5 de abril de 2020

A MÍ NADIE ME HIERE...


A MÍ NO ME HIERE NADIE.
El sudor frio le recorría el cuerpo, todavía joven, dentro de su sencillo vestido de algodón, las manos rígidas sostenían aún el plato cubierto que había llevado a su amiga cuando escuchó que no estaba sola.
Estaba con un hombre, se habían encontrado en la intimidad de esa sala que olía a ella, a la mundanidad que nada tenía que ver con el pueblo que ahora habitaba, estaban escuchando música “clásica”, a ella nunca le había gustado ese tipo de composiciones complicadas y melancólicas…a su marido sí.
Se estaban declarando la mutua pasión que los abrazaba, les quemaba las entrañas y la cabeza, hablaban de no poder acallar por más tiempo eso que sentían…nada había pasado aún, pero eso no era lo importante, sabían que iba a pasar, que no iban a poder contenerlo más tiempo.
Caminaba apresurada hacia…¿hacia dónde?, ¿a su casa?
Su amiga del alma, recientemente llegada al pueblo donde ella habitaba felizmente junto a su adorado esposo, los hijos productos de un amor constante y compañero y donde habían construido el entorno familiar y laboral que los hacía felices, se había enamorado como nunca jamás en su ajetreada vida y al parecer él sentía exactamente lo mismo y ella hubiera sido la primera en festejarlo, abrazarla fuerte y decirle “viste que a vos también te iba a pasar?” .
Pero eso ahora se tornaba imposible…
Por que quien era amado, correspondido y deseado por quien fuera su hermana del alma era su propio esposo.
El mismo que se acercaba mientras ella terminaba alguna comida y la abrazaba despacio, le susurraba anticipándole lo que pasaría luego, en la paz de esa alcoba que guardaba los más íntimos secretos de años y años de amor y entrega de ambos.
El que se desesperaba ante el menor signo de enfermedad de ella o de los chicos.
El que iba a trabajar lloviera o tronara y siempre regresaba rápido al refugio que habían creado.
El que la hacía lucir orgulloso cuando mantenía alguna conversación o daba clases extras de idioma extranjero.
El mismo que se despedía con pesar ante cada viaje laboral y volvía  anticipándole su llegada con una llamada risueña y un “prepárate porque no te voy a dejar dormir en toda la noche”.
Hasta muy poco tiempo atrás y durante años había sido así.
Ahora lo notaba distraído, preocupado, evasivo ante las preguntas de ella, sabía que su trabajo pasaba por períodos difíciles y dio por sentado que ese era el motivo.
Se preocupó en ser más compañera aún, no le costaba nada, era increíblemente feliz, más desde que había logrado que su querida amiga, hermana, compinche viniera a vivir a cuadras de su hogar y cambiara su vida compleja y frustrante como médica de una gran ciudad y sin un amor verdadero.
Pero no contaba con que se iba a enamorar de su marido.
Podía entenderla, era imposible no amarlo…encantador, compañero, atractivísimo, educado, caballero…pero lo que no entendía y era como una cuchilla hirviendo clavada en su pecho, era la voz de él diciendo que le había sucedido lo mismo más allá de que luchara con todas sus fuerzas para revertir esos sentimientos.
Llegó a la plaza del pueblo.
Se apoyó contra un añoso árbol.
Rugoso, áspero, pero con una apariencia fuerte y protectora…como ella, pensó.
El dolor la hacía doblarse en dos, ¿cómo vivir de ahora en más?.
Su primer impulso fue huir, alejarse de esa visión blasfema.
Nadie le iba a sacar a su marido, era “suyo”, nadie le iba a sacar su vida tal y como era, ni siquiera ella, a quien le hubiera dado un riñón de haberlo necesitado.
Pero sabía que eso no era verdad, no dependía de ella, la habían traicionado, en el mismo momento y el mismo lugar las dos personas que había amado incondicionalmente durante años.
Era verdad lo que habían dicho cuando llegó ese abrazo del que fue testigo y que le hacía gritar de angustia, ellos podían tenerse uno al otro…¿Quién la abrazaría y consolaría a ella?. ¿Qué era lo que sugerían?, ¿Vivir los tres en el pueblo repartiéndose los chicos durante los fines de semana?.
Los chicos!!!!!!
Como decirles que su vida tal y como la conocían había terminado?
Porque se tomara la decisión que se tomara nada nunca jamás volvería a ser igual.
Y sintió una ira desconocida hasta el momento.
Furia, cómo se atrevían a tenerle lástima? A ella? A quien se pasara años contándoles a uno sobre el otro? Cómo se atrevían a hacerle tal ultraje? Cómo se atrevían a destrozarle la vida a sus hijos?????.
Ese enojo que le brotaba por los poros, por los dedos, por los ojos era algo absolutamente contrario a su vida, su paz, su tranquilidad.
Cerró los ojos un momento, “pueblo chico, infierno grande”, por qué le vino esa frase a la mente?
Miró alrededor y no vio a nadie, es lógico, es la hora en que cada familia se reúne en torno a su mesa…él debió ir directamente del trabajo, como cuando tenía imprevistos.
“A mí no me hiere nadie”.
“A mí nadie me destroza la vida”.
“A mí nadie me va a determinar cuándo termina un amor de años”.
Ellos sí, le susurró alguien en su interior. Arrojó el estúpido plato con su contenido ya frío en un tacho de basura, se limpió los ojos, se sonó la nariz y arrojó también el repasador.
Le diría a los chicos que lavaran los platos y se acostaran, que a ella le dolía la cabeza, que el papá volvería después… se acostaría en una larga noche insomne hasta que él se durmiera abrazado a ella como cada noche.
Descubrió que podía manejar los celos por un tiempo, que no iba a tomar decisiones apresuradas, no les allanaría el camino, no se haría a un lado, tenía años y años de un amor como el que pocos podían contar, eso valía mucho más que un deslumbramiento, una debilidad.
En la sala que cobijaba a los enamorados, luego del abrazo siguió el silencio interrumpido solo por Tchaicovsky al que Grieg le había dado paso.
El concierto número uno le pareció aún más trágico que de costumbre,
Él la despegó apenas de su pecho, le sujetó el cabello hacia atrás y la besó con una voracidad que hacía mucho no sentía, ella respondió como si recibiera una gran bocanada de aire luego de estar en las más oscuras profundidades.
Él no pudo detener sus manos, buscaba la piel de ella como un poseído, quería beberla, rozarla, hundirse con una urgencia desconocida u olvidada hace mucho tiempo.
Se desconocía, la respuesta ávida de ella lo enloquecía aún más de lo que ya estaba, la música inmortal repiqueteaba en su cabeza…el olor de ella lo hacía sentir hambriento y animal.
Ella en ningún momento consideró detenerlo.
Lo que sentía sobrepasaba todo lo que había fantaseado desde que lo conociera personalmente.
Se sentía hambrienta, salvaje.
Cuando creyeron morir de lujuria y llegando al placer más álgido y satisfactorio que ambos habían disfrutado en mucho tiempo, el solo del cisne negro los acompañó como corolario de lo que había sucedido en esa sala que jamás olvidaría ninguno de los dos.
Ninguno podía precisar cuánto tiempo estuvieron uno en brazos de otro cuando todo acabó.
Ninguno habló de culpa, no insultarían el momento con tal hipocresía.
Ninguno hizo ademán de soltar al otro.
Hasta muy tarde, cuando la transpiración de sus cuerpos se había secado, dando paso a un frío repentino.
Qué vamos a hacer? Le preguntó ella mientras él se vestía para ir a su hogar.
_Voy a ir a casa, habrá supuesto que me quedé en la oficina, la voy a despertar, le voy a decir la verdad, no le voy a dar tal dolor a cuentagotas, no la voy a matar de a poco ni maltratarla con una distancia, que te confieso, me va a costar horrores mantener_
_Entonces? Por qué mantenerla? Por qué no seguir con tu vida tal como está?, Dios sabe que yo jamás hablaría con ella, puedo inventar un traslado, o lo que sea…estoy absolutamente sola, eso, en este caso, tal vez sea una ventaja.
_Porque te conocí y en eso me desconocí…y eso ya no va a cambiar…más allá de si lo nuestro prospera o no, si logramos congeniar en la vida como en el sexo, más allá de lo que te pase o no a vos conmigo o viceversa…ya no soy el que era antes de conocerte, ya no soy el esposo que fui durante años…y nunca fui promiscuo o infiel…no lo soporto_
Silenciosamente como había llegado, desanduvo el camino hasta la puerta de calle, la cerró, caminó lentamente las cuadras que lo separaban de su hogar, su amadísimo hogar que ya nunca sería igual.
Se paró en la puerta de su dormitorio, la observó dormir, seguramente alguna pesadilla habitaba su sueño, estaba encogida, en posición fetal…., “como nos conocemos” pensó…se acercó despacio, le sacudió apenas un hombro, suave, la llamó por su nombre…ella no respondió, él insistió, ella abrió sus ojos hinchados, llorosos, él de rodillas a su lado, le acarició el suave cabello y susurró…. “Tenemos que hablar”.

Patricia Figura, abril de 2020
Este cuento es la segunda parte, ¿final? de otro escrito hace diez años y que quienes lo han leído, más de una vez me han pedido la continuación.
Anoche, lo hizo también una conocida modelo, actriz, conductora y empresaria, la encantadora Teresa Calandra, que desde hace un tiempo lee gratamente y me comenta mis queridos hijos literarios.
Esto es lo que surgió como segunda y ¿última? Parte de “Te voy a Lastimar”.















8 comentarios:

  1. Gracias por compartir tan bellos relatos Patri, muy bueno este cuento muy atrapante...

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    1. gracias por tu comentario, no me sale quién sos, me gustaría saberlo.

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  2. A veces, y tan solo a veces, una decisión que creemos nos hará feliz, se convierte en nuestra
    peor tortura

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  3. cómo saber de antemano? cómoB saber el resultado del plan B?
    difícil por donde se mire.

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  4. Para ella no había plan B. Convenció a su amiga para que se mudara y tenerla cerca. Su familia, su amiga. Le cerro su círculo de felicidad. A eso me refería

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  5. seguramente a ella ni se le habrá cruzado por la mente lo que lamentablemente pasó y no se puede esconder.

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  6. Que bella historia cuántas preguntas quedan dando vueltas en la cabeza

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  7. no sé quien sos, pero agradezco tu comentario, y si, quedan muchas cosas en el aire, aún en su última parte (por ahora) Daños Colaterales, puede ser un final, por un tiempo.. todo puede cambiar y más cuando de amores se trata.

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