Entre Amigas..
Te
busco, me buscás, paso diez minutos entre un mandado y otro, caminemos mejor,
tengo dos horas antes de buscar a la más chica y la fiesta a la que llevo a la
más grande, no sé qué hacer de comer, no hagas nada, vamos unos días por ahí, sin celulares?, nos van a
encontrar igual…. Y así se podría seguir
hasta el infinito.
Finalmente
se opta por lo posible, por lo viable y terminan caminando un rato, más a ritmo
de paseo que de footing pero despeja y hace bien igual.
Ambas vivían en el mismo barrio,
con los coches enquistados más por cubrir horarios y trayectos familiares que
por los de ellas mismas, salvo lo laboral, claro, pero era parte de la
organización y aporte familiar.
Juntas
tenían la capacidad de reírse, de las situaciones cotidianas, de las renegadas
con los hijos adolescentes, de algunos comentarios masculinos, de los maridos
que por momentos creían que hablaban chino mandarín porque no lograban descifrar absolutamente nada de lo que decían entre
carcajadas mientras las lágrimas corrían entre sus mejillas y los ocultos
abdominales dolían.
Se
conocieron más de una década atrás, cuando ambas estaban al final de la
treintena, coincidieron en una clase de pilates y la onda y el humor que aportaban a las clases las hicieron
compinches y compañeras, los tediosos ejercicios pasaban entre bromas y
ridiculeces hasta que la o el profe les llamaba la atención, como si fueran
adolescentes.
Después
por diferentes motivos personales dejaron de ir, se encontraban cuando en los
recorridos cotidianos una pasaba por el frente de la casa de la otra que
invariablemente paseaba al pequeño perro, casi un rey en su hogar.
Las
bromas y las risas primaban aunque fuera a las disparadas, pero nunca sobre
banalidades, les fue pasando de todo, literalmente, a lo largo de los años,
pero lo relataban una a otra a modo de tragicomedia e inevitablemente la
carcajada llegaba para disipar la angustia, tristeza o incertidumbre.
El
azar las volvió a reunir en catequesis familiar…tres años de hacer renegar y volver locos a un grupo de padres dormidos
los viernes a la siesta y ni hablar de la pobre catequista que por momentos
optaba por “clavarles el visto” y seguir… aunque cuando planteaban algo de
verdad y con intención de debate o para establecer conceptos, solían brillar y
hasta recibir uno que otro aplauso.
Hasta
ese entonces la ¿amistad? era solo de ellas, los maridos sabían que existía una
tal…y escuchaban pacientemente parte de las anécdotas que jamás faltaban en las
caminatas o encuentros, pero más que de pasada o a lo lejos no había trato, era
una relación de a dos.
Casi
sin querer, perdón digo casi porque la intencionalidad siempre está aunque sea
latente, una calurosa noche de verano, se encontraron las parejas de casualidad
en uno de los tantos barcitos que colindan al boulevar de la ciudad y uno de
ellos se ofreció a compartir mesa.
Y ahí comenzó “el romance” entre
ellos, diferentes en todos o casi todos los aspectos,
vidas opuestas, maneras de pensar dispares, excelentes personas, inteligentes y
verborrágicos los dos cuando el tema los apasionaba, se adoptaron.
Como
compañeros en desgracia más de una vez llegaba el momento de consolarse de las “consortes”
que el camino, la vida o la divina providencia les habían otorgado, familieros,
caballeros, proveedores del bienestar de quienes amaban, buena gente, solo había que
tenerles paciencia en determinados temas, pero ellas la tenían clara…agua que no has de beber, déjala correr y
eso hacían cuando sentían que no iban a recoger varas ajenas.
Eran
un recreo, gastronómico si se quiere, ya que cuando estaban los cuatro juntos,
lo que se iba a comer era la vedette del encuentro, el cálido quincho que uno
de ellos, el cocinero del grupo, construyera para disfrutar con gente querida,
era testigo de asados de toda especie, y demás delicias, la madrugada los
encontraba con postres, mates, té , café pero sobre todo esa sensación de
alegría, distracción que provocaba que el fin de semana se viviera diferente,
era como que “rendía más”, y la semana con su mezcla de sinsabores y aciertos
pareciera más liviana,
Cada
uno tenía sus amistades de toda la vida, las laborales, las de la adolescencia,
familiares, gente con la que alternaban, disfrutaban y querían, eran
relativamente “nuevos” en cuanto a la gesta de lo que tenían entre sí, pero valía
la pena, lo cultivaban, y en algunos aspectos también era único, diferente.
Cuando
alguien se acerca con una sonrisa grande, ofreciendo lo bueno de lo que hay
para dar o recibir, por lo general la vida tiene la magia de brindar este tipo
de cosas, en nosotros está alimentarlas, cuidarlas o dejarlas pasar.
Pero
eso sí, lo de ellas fue primero, era otra cosa…había mucho confiado, tal vez
mucho callado, privado, pero sabían que lo que en esos encuentros se compartía
les pertenecía, no se juzgaba, se entendía y brindaba la oreja o una palabra
optimista…como solo se hace entre
amigas.
Santa
Fe, septiembre de 2019
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