miércoles, 23 de enero de 2019

Un no amor a la distancia


UN NO AMOR A LA DISTANCIA.

En sus casi cuarenta y cinco años de vida se mantuvo absolutamente casi al margen del amor.
Como si eso fuera posible, pensarán y con razón más de uno. O una.
Amor del pasional, el de las novelas que te tienen en vilo hasta la página quinientos cuarenta y cinco donde con el gemido de la protagonista llega al fin la exhalación del lector, o lectora.
Amor del que comentan las amigas adolescentes entre cuchicheos y risas disimuladas.
Amor del tipo “guardé el mate en la heladera”, “sonrío a lo boba”, “hoy lo veo”….amor de horas de teléfono,  amor del “camino treinta cuadras para estar juntos o nos tomamos dos colectivos”, amor de guardar el papel del primer chocolate de regalo, amor de escribir su nombre cincuenta veces mientras la de historia explica por enésima vez donde se asentaron las civilizaciones precolombinas.
Amor del querer proyectar una vida compartida, hijos, nietos, salidas con amigos, cine y helado, te paso a buscar, pizza para dos…. en fin….nada de eso.
Cada vez que alguien le comenzaba a gustar o a interesar encontraba la excusa perfecta para que no sea el indicado, y las mismas iban variando a medida que las épocas y edades iban sucediéndose.
En la treintena se dio cuenta de que a ella le gustaba la onda extranjera, el tipo europeo, con otra cultura y cadencia en el hablar.
De manera que cuando internet llegó a acortar distancias, los únicos chats en los que ella participaba eran los de habla italiana.
Ahí se sentía estimulada, divertida, impaciente por el “próximo encuentro”, mientras las de su generación iban poniéndose de novia, estudiando, recibiéndose, casándose, teniendo hijos, cambiando de trabajos, divorciándose, mudando de casas, de maridos y de amantes….ella se mantuvo en el hogar familiar, en el mismo trabajo  que obtuvo a los veinte y haciendo amigos importados via on line.
A algunos los vio personalmente, viajó, paseó, disfrutó y luego volvió a su vida relativamente cómoda, organizada sin demasiados altibajos.
Hasta que conoció en su propio país, al importado que logró sacudirle todas las estructuras, iluminarle la mirada, acelerarle el pulso, hablar verborrágicamente de cualquier nimiedad que lo tuviera como protagonista.
Por supuesto que él tampoco se libró de sus tabúes, excusas, impedimentos, miedos, distancias…. pero una a una fue saltando las vallas, sorteando obstáculos y demostrando a cada paso que poco o nada se podía confiar en sus planes, proyectos o planteos.
Cambiaba permanentemente de opinión, cancelaba citas, las modificaba, postergaba y a la vez la incluía en cualquier acción a futuro.
Ella cuando hablaba de él dejaba en claro a los pocos partícipes en esta historia de no amor, que sabía perfectamente como era de volátil, inestable emocionalmente, un poco mentiroso y muy mujeriego.
Pero ella había comprado el combo.
Por algún motivo, se sintió impulsada a encarar situaciones que en otro momento le hubieran  resultado impensadas, o hubiera juzgado duramente en otras personas.
Pero como no se cansaba de repetir…. “no es amor…ni loca me enamoraría de él, sólo me gusta y me divierte”.
Por supuesto él volvió al otro lado del mundo, donde tenía su vida, sus ¿afectos?, su especie de organización para subsistir con un mínimo de esfuerzo laboral, sus hijos.
Si bien era un hombre mucho mayor que ella, su espíritu no admitía el paso de los años y con su engañosa apariencia juvenil capturó tal vez en ella a la adolescente incapaz de soñar con el chico ganador o de moda de los ochenta.
Lo cierto es que derrumbó su propio muro de Berlín, minimizó cuestiones que un breve tiempo atrás la hubiesen escandalizado, se rió más que en los últimos cuarenta años, se sintió gustada, disfrutada y extasiada.
Se la veía viva, divertida, la sonrisa le afloraba así contara algo que lo pintara no muy bien a su parternaire.
Paisajes idílicos en el viejo continente, madrugadas calientes, charlas interesantes, desayunos tardíos y esa especie de convivencia breve y entrecortada que era toda una novedad, la tenían subyugada.
Miles de kilómetros , fortunas en pasajes y la incertidumbre de nunca saber qué o a quién va a encontrar junto a él no la detuvieron para continuar, fantasear, rememorar, indagar, proyectar y vivir una y otra vez este no amor a la distancia.

Patricia Figura, enero de 2019

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