martes, 2 de abril de 2013

FOTOGRAFÌAS...


FOTOGRAFÌAS.

Frente a su pc, en la tranquilidad de su salita para todo uso, repasaba al final del día los mails recibidos, las notificaciones del face, los miles de aforismos cotidianos, las frases célebres compartidas hasta el aburrimiento, los pedidos solidarios… y las fotografías.
Un grupo familiar en la montaña, sonriente, divertido, bronceado, feliz.
Otro en el mar, igualmente tentador, de película….soñado.
Almuerzos opíparos en familia, quintas con grupos de amigos brindando, echados al sol, chicos en la pileta con innumerables juguetes inflables destinados a protegerlos de las profundidades.
Con una mueca manejaba el mouse para ir pasando de una a otra.
Imágenes testigos de una vida que no era la de ella.
El aburrimiento la vencía en los días feriados o domingos.
Los sábados eran otra cosa.
Podía limpiar y organizar todo lo que le era imposible durante la semana con su trabajo exhaustivo.
Alguna salida a tomar algo, exactamente igual a la anterior.
Un grupo de mediana edad esperando que la vida las sorprenda con alguna emoción fuerte, un desafío, un riesgo, un amor…alguien que no se parezca en nada a los mismos de siempre, los que años tras años buscan refugio en casas y sueldos femeninos.
Volver al comienzo de la madrugada, colocar la llave en la cerradura mientras las otras esperan para arrancar con el coche,  caminar casi a oscuras hacia el baño, desmaquillarse, lavarse los dientes, higienizarse, pasar a su cama vacía de amor y sexo compartido.
Hacía meses que ni siquiera sentía la necesidad de auto satisfacerse.
Su libido estaba dormida, anestesiada, nadie despertaba su fantasía, sus ganas, no había incentivos en ese sentido, nadie especial que esperara ver de casualidad o provocar un encuentro intencional.
Las fotografías ajenas la miraban burlonas.
Se quedó mirando una en particular.
Era de una de sus amigas más antiguas, juntas desde el primario, era la “tía” de sus hijos, su rostro le sonreía desde el otro lado de la pantalla, junto a su marido y los chicos, estaban en una pileta, salpicando entre todos, tentados…¿cómo podía ser?.
Ella sabía de lo mal que la estaban pasando, un trabajo en peligro, cuatro criaturas por mantener en plena etapa escolar, crisis de angustia, llanto y resurgir…¿De dónde sacaba las fuerzas su amiga? Sabía que los chicos estaban rebeldes por la situación que  vivían, la inseguridad que pendía sobre sus vidas, era imposible mantenerse al margen, y sin embargo ahí estaban todos sonrientes, sin saber que los fotografiaban.
Se preparó un té de tilo y continuó con las otras, no era masoquismo, se alegraba de que cada uno siguiera su camino, ella tenía exactamente lo que había hecho por tener.
Uno de sus colegas, compinche en la época de estudios recostado en un césped muy verde, tierno, bañado por el sol, dormitaba con una semi sonrisa en el rostro, mientras cerca de él un par de hombres conversaban en una parrilla con sendas latitas de cerveza en las manos y a lo lejos  un arroyo con chicos pescando.
La placidez en el rostro de él fue lo que llamó su atención.
Sabía que era su “fin de semana con los chicos”, que los extrañaba horrores, que nunca había deseado su divorcio aunque su pareja ya no era feliz, era su vida, la que tenía y había luchado con uñas y dientes para poder seguir todos bajo el mismo techo… hasta que no pudo más, su mujer se fue, literalmente, no podía , hacerle ver lo que sus ojos y su alma se negaban a reconocer… aún a dos años de todo ese terremoto que invadió su hogar, seguía pensando en ella y los chicos como “su familia”.
Sin embargo, en esa imagen se lo notaba en paz.
Los chicos jugaban cerca con otros de su misma edad.
Los amigos controlaban el asado.
Un momento, un refugio, un abrazo invisible, pero que indudablemente le era cálido.
¿O era que por fin había asumido su realidad y trataba de construir a partir de lo que tenía y no de lo que ya no estaba?.
¿Se conformaban? ¿Eran felices en realidad?
Había otras fotos, posadas, la estampa perfecta para el grupo envidiable.
Su hermana con toda la prole, suegros, cuñados, sobrinos.
Brindando por uno de los chicos que se había recibido recientemente.
Eran un batallón.
¿La sonrisa de todos era para la foto? ¿A nadie le pesaba la vida? ¿ O es que tenían la inteligencia de matizarla? ¿Sus mecanismos defensivos funcionaban mejor que los propios?
Era imposible que en un grupo de veinte personas, ninguna tuviera una mosca en la sopa.
O bien sabían hacer la mosca a un lado.
Elegían ser felices y compartir aunque la vida por momentos se les hiciera cuesta arriba.
Tal vez sus espíritus estaban intactos, aunque las cicatrices fueran muchas.
Suspiró.
No tenía un problema puntual, no había un tema que le taladre la cabeza….¿ o es que esos problemas eran lo que los mantenían vivos?.
Apagó todo, estaba cansada, miraría un rato de tele acostada, al otro día era lunes y comenzaba su rutina… su vida.


Patricia Figura, abril de 2013

4 comentarios:

  1. rutina, un veneno que es social y de este sistema neoliberal... Muy bien plasmado

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  2. interesante relato. (a veces las sonrisas son para la foto...)

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