viernes, 9 de septiembre de 2011

UN BARRIO CUALQUIERA....

Un Barrio Cualquiera.
En realidad… no como cualquiera, uno de los pocos que quedaban en la ciudad que no se veía privado del sol por grandes edificios, esos que hacen competencia unos con otros para ver cuál llega antes al cielo, o más cerca.
Era casi como un pequeño pueblo, los primeros habitantes se conocían de casi cincuenta años atrás, cuando no había asfalto, calles señalizadas, agua corriente, cloacas ni gas natural.
Ellos mantenían vivas las historias y anécdotas de como llegaron los “avances” al lugar, cuando los mosquitos eran espantados por las ramas de paraíso en las noches de calor sofocante, mientras los vecinos se sentaban en la puerta con sus grandes sillones de lona y madera oscura, el vasito de agua fresca a un costado, o el sifón y la cubetera con hielo que rápidamente pasaba a estado líquido… dejando un agua  de una transparencia dudosa luego de que las manos entraran y salieran.
El carnaval era una fiesta aparte, los sábados a la tarde, luego de una siesta pegajosa, ninguno se salvaba!, podían jugar en la calle, era raro que pasara algún coche, los chicos chapoteaban, llenaban las bombitas con agua  en las canillitas bajas de los jardines o pasillos, los grandes se corrían unos a otros con baldes, mangueras, los fuentones de la ropa sucia y dicen que una vez uno de ellos usó hasta la pelela de el más chiquito de sus hijos.
Cuando la batalla llegaba a su fin entre las carca jadas generales y la desesperación porque “no te mojen” aunque todos estaban hechos sopa,  llegaba el momento del mate, sentarse en la sombra y preparar la picada para la noche, cada uno aportaba un plato para el baile, los más jóvenes se encargaban de la música y de adornar los árboles con bombitas de colores ( siempre había quemadas por reponer, enchufes que no funcionaban, cortocircuitos, etc), los hombres del barril y en eso venía la parte delicada “había que pincharlo”…. No lo hacía cualquiera, esa ceremonia le correspondía al zapatero de la esquina mientras su mujer arremetía con el padrenuestro.
Los más chicos ponían la nota divertida en el desfile de disfraces, creativos, disparatados, nada de los alquilados de hoy donde te encontràs con cincuenta hombres arañas y cien mujeres maravillas.
Estaba la viuda….que lo era desde que la conocían….la señora del camionero, coqueta, simpática, charlatana, las amigas, esas que compartían el primer mate de la mañana y a la noche se quedaban hasta tarde mientras los maridos escuchaban la radio, la esposa del empleado del ferrocarril, ellos eran los primeros en “entrarse” a la noche, ya que el pobre hombre tenía el turno de las cuatro de la madrugada….. las jovencitas que caminaban de esquina a esquina donde se encontraban a conversar con algún pretendiente, recibían su primer beso, se desprendían de la primer lágrima de amor y planeaban los asaltos en la casa de los que tenían más patio.
Ahora todo era diferente, ya nadie se animaba a quedarse hasta media noche sentado en la puerta, con suerte, conversar un rato entre idas y venidas, la almacén de la esquina donde antes era la excusa para charlar, una de las paradas que hacían las amas de casa junto con la verdulería y la fresca carnicería, fue reemplazada por un modernísimo autoservicio.
Una heladería luminosa con sus luces de neón estaba donde antes fuera el taller de calzados, la gomerìa se cerró cuando el gomero partió para el otro mundo a los casi noventa años.
Mucha gente joven fue intercalándose en el barrio, trabajando todo el día y los fines de semana lavando sus modernos automóviles, saludos cordiales, algún comentario amable, pero ya no eran un grupo, eran un conjunto de personas viviendo en un determinado lugar cada uno imbuidos en sus propias existencias.
No se puede ir contra las épocas….los avances llegan y a veces en lugar de acercarnos, nos alejan para poder “acceder” a ellos, igual, dentro de todo seguía siendo un barrio, con sus dimes y diretes, chismes, los muy viejitos y la sangre joven de los chicos de hoy, las calles ya no se convierten en “cancha” o pista de baile, no se podría parar el tránsito, tampoco quedan ya los que organicen esas fiestas.
Pero los árboles añejos y frondosos  siguen estando como centinelas y felices testigos de un tiempo no tan lejano…. Que  dicen los que lo vivieron, “ fue mejor”.


Dedicado a los barrios de la infancia, el de los abuelos, y a todos aquellos que dibujen una sonrisa en el recuerdo.


Patricia Figura, setiembre de 2011.

8 comentarios:

  1. Me ha resultado de mucho placer la lectura, amiga. Beso

    Pichy

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  2. esta es la historia de mi barrio de la infancia sargento cabral!!que buen barrio!!!!me identifico con la historia!!

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  3. pero que buenos los comentarios!!!!!!! muchas gracias! y espero que me visiten seguido con crìticas constsructivas.

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  4. Por momentos creí que hablabas de mi barrio, de mis vecinos, de mis amigos de la infancia... eran cosas de barrios, de casi todos! con cosas más o cosas menos, tal vez no llego tanto para atras en el tiempo, pero muchas de esas cosas pude vivirlas, por lo que doy gracias a Dios. Y te agrego algo, siempre había uno que se quedaba con ganas de más y ver a las vecinas sentaditas y sequitas ya en la vereda... era una tentación!!!!

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  5. si, Susi... es lo que me han comentado tambièn por mail....se ve que la cultura del "barrio" es algo de muchos y todos lo mencionan de una manera tan nostàlgica que me imagino la sonrisa en sus rostros.

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  6. Hermoso relato de la nostalgia de otros tiempos en que los valores no estaban tan subvertidos y se podía confiar en la gente. Qué bueno.

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  7. Lo vuelvo a leer y me vuelve a gustar. Qué lindo.

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    Respuestas
    1. gracias querida.... què refugio es a veces la infancia...no?

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