Entre Espinas…
Se
llevó las manos a los ojos, hizo una leve presión como para quitarles el sueño,
había dormido poco y mal.
No
fue una pesadilla exactamente, pero la
sensación que le dejó lo transitado por esos mensajes que le enviaba su inconsciente
la agotaba.
No
estaba segura de con quién había soñado, ni en qué lugar se hallaba, donde
transcurría o en qué época, pero la sensación de desprotección, angustia,
traición aun persistían en ella.
Se
volvió de costado y el sol de la mañana ya colaba su luz entre las hendijas de
la ventana, el día prometía sol otoñal.
Un
ramalazo vino a su mente “nunca va a ser otra persona” … ¿quién le dijo esa
frase? ¿Cuándo? ¿En qué contexto?,
No
fue durante el sueño, quería rememorar el tono de voz de quién fuera el emisor de tal
mensaje, no pudo decidir si era hombre o mujer.
Se
levantó de un salto, puso el agua para el café, fue al baño, volvió al
dormitorio a tender la cama luego de sacudir bien almohada y sábanas…costumbre de su abuela “a la cama hay que tenderla rápido cuando uno
no está bien”.
Pero
ella estaba bien, justamente ahora
sí, su trabajo le gustaba, era lo que siempre había querido y nunca se había
permitido poniendo mil excusas, la casa, los chicos, marido, horarios de todo y
de todos…ya no estaba eso, tampoco los treinta años que tuviera cuando las
demás luchaban por hacerse un lugar laboral.
El silencio de la casa, que encuentra
tal y cual la dejó antes de salir, ya nadie dejaba vasos usados en la mesada,
platos vacíos en la heladera, toallas húmedas sobre las sábanas, calzados en la
sala de estar al pie de la escalera, y las alacenas vacías horas después de
pasarse su poco tiempo libre en el súper comprando lo que todos consumirían
pero que nadie se ofrecía o podía proveer, a veces la aturdía.
Ahora
con los chicos estudiando afuera, trabajando y viviendo solos, sin la rutina
obligada de los domingos de clan o toldería, disponía de tiempo para amigas,
gym, la famosa sesión de reflexología, que tanto había postergado, el
psicoanálisis, estar bronceada aún en junio, pequeños lujos que en otro tiempo
le parecían inalcanzables.
Se
sirvió la taza de café importado, humeante, perfumado…otra vez algo la golpeó
en sus recuerdos “por favor no te hagas
esto una vez más”
¿la voz era de una
mujer?, ¿de un hombre?
Fue
hasta la galería, se sentó a mirar las hojas que no tardarían en caer de los
árboles, la hamaca que pendía de uno de ellos, el rastrillo apoyado en la pared
de la cochera, el regador que hacía horas había dejado de girar arrojando su
lluvia artificial.
La casa le quedaba grande, bella pero
incómoda.
Suspiró, algo la estaba haciendo
infeliz cuando por fin había logrado lo que tanto ansiaba un tiempo atrás.
Cuando
la compraron fue pensando en criar hijos con espacios propios, todos los
colores de las estaciones en su hogar, cobijo para amigos, piyamadas, veranos
de piletas, asados compartidos, festejos al aire libre…pero también compraron
una libre esclavitud, se convirtió en el lugar obligado de todos los familiares
y amigos que huían de la ciudad, del ruido de autos, bocinas, hollín, departamentos
coquetos, impecables cajas de lujo sin verdes alrededor.
“Siempre
estamos con gente alrededor…o trabajando”, eso sí sabía quién lo había dicho,
fue el comienzo del fin, cuando ella comenzó a verse sumergida en una vorágine
de compromisos otorgados por la costumbre y que después ya es difícil revertir.
“Este
fin de semana podríamos hacer otra cosa…irnos un par de días a algún lugar
cerca, a descansar, a tomar sol, sin horarios”.
“Las
chicas fueron al teatro esta semana, dicen que estuvo bárbaro, querés que saque
entradas para este sábado”,
Las
respuestas eran invariablemente las mismas: “para eso la compramos, para tener
nuestro propio refugio donde estar con amigos, familia, los chicos se bancan
contraturnos y viajes a la ciudad todo el tiempo, yo también … el finde por
favor un poco de paz, no quiero ni tocar el auto”
“¿Hubieras
ido con las chicas, qué problema hay? No tengo ganas de ir y venir de noche,
cansado, quiero llegar por fin a casa, bañarme, prender el fuego, mirar la
tele, patear un rato con los chicos, acostarme temprano alguna vez”
La
cantinela variaba poco y ella sentía que se aburría, que se angustiaba, amaba a
su familia, pero estaba ahogada en lo que era su vida.
“Te
faltan problemas a vos, ése es tu problema”….y ahí terminaba la participación
de su marido en el intento de acomodar algo de su malherido bienestar.
Vio
que un coche pequeño, cómodo y de esos que no te dejan nunca a pie hacía su
entrada por el sendero de viejos adoquines, y ahí otro ramalazo de su sueño se hizo presente, ya sabía a quién
pertenecía la voz… o las voces.
Eran
ellas, sus amigas, sus compañeras, sus estacas emocionales.
Las
que una y otra vez le habían desatado el nudo de la garganta, del estómago, con
sus abrazos, su manera de escuchar sin juzgar, su charla sembrada de risas que
aún en los peores momentos se hacía presente.
Bajaron
hablando a la vez, tocando bocina anunciando innecesariamente su llegada, blandiendo
facturas, las que tanto le gustaban a ella.
No podía alejar todavía la sensación del
mal sueño, ni siquiera podía encontrar la punta del ovillo del entramado que
tejió su mente atribulada aún…pero comenzó a sentirse mejor, el mate y la
charla iba y venía, les contó su idea de vender, mudarse a la ciudad que era
donde trabajaba, lo de los trayectos era cierto, pero ahora casi no valía la
pena desandarlos, no tenía tiempo de cuidar de tanto jardín y galerías, no
necesitaba tantos cuartos de baño, cochera para varios autos….mochila pesada de
sostener, si bien económicamente él aún la ayudaba hasta que
ella decidiera qué hacer con su vida y
la propiedad con la que paradójicamente él no quiso comprar su parte ni quedarse.
“Quién
va a atender todo esto????”. Fue todo lo que dijo.
Tampoco
intento convencerla de lo contrario cuando planteó la separación luego de que
su hijo más chico fuera a hacer sus primeros intentos en la profesión exactamente
al otro lado del mundo.
“Me
parece bárbaro le dijo una de las voces, algo cómodo, fácil de mantener, cerca de
tu trabajo, que no tengas que lidiar con estacionamiento peleando por un lugar
como si se te fuera la vida, más tiempo útil en lo que quieras, menos gasto…todas
son ventajas”.
Ese
sería el último ancla que tendría que levar, hablaría con agentes inmobiliarios
prácticos y discretos, que se hagan visitas sólo para aquellos que realmente
estuvieran interesados y en condiciones de comprar, su parte o al menos gran
parte de ella la invertiría en su primer refugio sola, a su medida, con mucha
luz, macetones alegres con flores todo el año, cortinas livianas que la brisa
de las noches de verano agitaran y tal vez así se contagiara también su corazón,
la paz, tranquilidad y satisfacción de no vivir entre espinas ya por presiones
ajenas harían el resto para que los sueños molestos no la volvieran a visitar
en las horas de descanso.
Santa
Fe, mayo de 2019
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