martes, 5 de enero de 2016

LA PROFE....

LA PROFE

Sus dedos largos, con uñas sin esmaltes y anillos de plata pulida, tamborileaban como al descuido sobre el escritorio del aula escolar.
La mirada perdida en sus pensamientos, miraba casi sin ver.
Silencio de examen.
Los alumnos de la secundaria batallaban en una de las “últimas oportunidades” para salvar la materia….una de la cinco o seis que la institución o el ministerio” sugiere” para dar posibilidades a los adolescentes de aprobar,
Y así se llegaba al nivel terciario…casi naufragando, pero esa era otra historia.
Una cabeza rubia, cabizbaja, que si bien jugueteaba con la birome, no parecía escribir demasiado, llamó una vez más su atención.
Algo le pasaba….hacía días que estaba taciturno, ceñudo, la miraba tan penetrante como siempre, pero no se dibujaba su sonrisa rápida y contagiosa, no estaban las bromas que parecían no tener fin y que matizaban sus días…sin decir nada daba media vuelta y se iba.
Todos sus alumnos eran queribles, divertidos, educados, graciosos…pero él era especial, marcaba presencia, demandaba su atención como si no tuviera más de cinco años, le hacía acordar a sus propios hijos  siempre en pugna uno con otro para acaparar sus sentidos.
El resto de sus compañeros se reían  de las demandas de él, de sus declaraciones de preferencia sobre cualquier otra profesora que haya tenido o pueda tener.
Si bien ella cortaba de manera risueña pero firme los calurosos saludos adolescente, guardaba en su corazón cada una de sus demostraciones, era un bálsamo lo que recibía en el trabajo en contraste con su realidad familiar.
El egoísmo de su esposo, cómodo en sus salidas con amigos, siestas eternas, poco románticas, su escapismo en el control remoto del televisor…sus hijos con exigencias y celos entre ellos.
Nada muy diferente a lo que pasa usualmente en la mayoría de los hogares en donde se hace malabares para sostener la economía familiar y donde de a poco se van alejando entre sí….o se acercan para el pase de facturas.
“Siempre hay un hijo que da y otro que recibe”….o al menos es lo que ella sentía con respecto a sus propios padres, ahora, en el ocaso y deterioro, reclamaban su presencia, muy diferente a cuando estaban sanos y fuertes…absolutamente dueños de sí.
Sus ojos se fijaron en  él, la hoja no estaba en blanco, suspiró aliviada, se anotó mentalmente comentar con la preceptora acerca del cambio en su actitud y semblante, cuando su alumno estaba así era inútil intentar conversar o ayudarlo.
“Profe sos la más linda de todas” “Profe, esa remera me habla a mí?” refiriéndose a la inscripción en idioma extranjero en que invitaba al supuesto lector a conocer su interior, “Profe… este tema es para vos” y ahí mismo, en pleno salón improvisaba un karaoke con alguna letra que dejara clara su devoción..
Esbozó una sonrisa involuntaria y él justo levantó la vista.
No le respondió con ningún gesto que hubiese sido lo habitual, apenas una mueca de costado.
En una semana comenzaría el receso escolar, el año que viene si bien sería alumno de la institución, ya no de ella.
Era un grupo hermoso, se trabajaba estupendamente bien con todos, habían compartido viajes de estudio, cenas, actos, estaba invitada a la recepción de quinto que ya se estaba planificando.
Los iba a extrañar muchísimo!!!...lo iba a extrañar.
¿Qué sería lo que  le pasaba? ¿Por qué estaba con esa expresión tan triste? ¿Por qué no confiaba ni en su mejor amigo?.
Suspiró, se disponía a pararse y recorrer entre los bancos cuando él se acerca y le extiende su examen.
La mirada cómplice se pudo percibir por un instante, enseguida sus ojos perdieron la luminosidad y a ella el alma se le estrujó.
Murmuró entre dientes un saludo y abandonó el aula, tal como podían ir haciendo a medida que terminaban.
Uno a uno fueron terminando, se saludaron, acordaron la fecha de entrega de calificaciones, ella acomodó sus cosas, se colgó el bolso sin prender el celular hasta no salir del colegio, preparó las llaves del coche, no quería derretirse en el asfalto después de caminar tres cuadras.
En un recodo, al doblar por uno de los pasillos, lo encuentra reclinado contra la pared, con las carpetas a un costado, la mirada fija en ella, titubeó como si fuera una adolescente que no sabía bien qué hacer…saludarlo al pasar, guiñar un ojo a modo de saludo tal como hacía usualmente para no andar a los gritos, agitar una mano…no había nadie más, sus pazos retumbaban en el silencio de una escuela medio desierta a mediados de un diciembre caluroso.
_Profe…._ dijo él muy bajo y sin su estridencia habitual, separándose de la pared_ te voy a extrañar…mucho, sos la mejor.
Le dejó un beso suave en la mejilla, no esperó un gesto de ella ni una respuesta, un “yo también los voy a extrañar”, dio media vuelta y se alejó por el portón vidriado que ella misma atravesaría minutos después.
Algo le apretaba en la garganta, sus ojos se humedecían rápido últimamente, tenía calor, no sabía todavía qué les iba a dar de almorzar a toda su troupe, se acordó que habían quedado empanadas de la noche anterior, “que coman eso a medida de que se vayan levantando”, salió al sol refulgente, se calzó las gafas de sol, encendió el celular, tenía diez whatsapp que ver, revisó que no fueran urgentes y cerró la pantalla.
El fin de año estaba cerca.
No había hecho las compras navideñas.
Su marido estaba particularmente cargoso con el tema vacaciones.
Ella solo quería un poco de paz…suspiró de nuevo y se encaminó hacia su coche, su familia, su vida.


Patricia Figura, enero de 2016

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