lunes, 2 de marzo de 2015

UNA HISTORIA DE OTROS TIEMPOS....

Una historia de otros tiempos.

No existían  los medios de comunicación de hoy, eso es seguro.
Las noticias volaban más por chimentos que por otro modo más convencional.
Contaban  con mensajeros… hermanitos menores o vecinitos, a menudo usados por los novios y amantes de la época, encargados de entregar una nota, esquela, carta cuidadosamente cerrada y en absoluto secreto.
Eran contadas con las manos las adolescentes que continuaban sus estudios después de la escuela reglamentaria, ella era una y las rejas de los  fondos del esa hermosa y respetable escuela para señoritas contaba con secretos dignos de plasmarse en pluma, papel o como en este caso, en arte virtual.
Los diecisiete la encontraron en el corazón de una familia de clase media, que se daba sus gustos, tenía algunos privilegios…un coche para pasear los fines de semana, una habitación amplia que compartía sólo con una hermana, un sábado al mes estrenaba vestido nuevo hecho por las manos mágicas de su madre y con las excelentes telas de la sedería donde era contable su padre.
La menor de tres hermanas y mayor a los dos hermanitos que la seguían con poca diferencia de edad, estaba acostumbrada a confiar a su madre los secretos que atribulaban su alma.
Eran compañeras, hábiles las dos con las agujas, bordaba que era la envidia de cualquier encaje francés, y su voz dulce erra la preferida en el coro de la iglesia los domingos, donde toda la familia acudía puntualmente y colaboraba fervientemente dejando el diezmo para purgar cualquier culpa que se haya traspapelado de rodillas al confesionario.
La sala de costura de la casa familiar, era la primer habitación que daba a la galería, el gigantesco costurero de pie, hecho con mimbre y que guardaba tantos tesoros como un cofre, era el mudo oyente que las acompañaba cada tarde en el descanso, donde ambas zurcían, remendaban y también confeccionaban las prendas que lucirían orgullosos los demás miembros de la familia.
Las hermanas se unían ocasionalmente a la hora del radioteatro, pero la más grande, pronta ya a casarse estaba muy embarullada con los preparativos y las visitas que hacía su novio a la salida de la tienda donde trabajaba de dependienta y la del medio vivía más dentro de su mundo que en el real.
En cuanto a los varones, se debatían en comenzar con los pantalones largos y todavía treparse en los altos árboles del fondo, cazando pajaritos o espiando a los vecinos….pronto comenzarían como cadetes temporales en la sedería.
Los años pasaron de manera tranquila y apacible, era un hogar tranquilo, seguro, donde la batuta era manejada por el padre para los permisos en general y por la madre que hacía de filtro para elegir y  las cuestiones que se presentarían al jefe de la familia.
A los veinte, daba clases particulares de idioma durante la mañana, había egresado con honores su hermana mayor se había casado, los varones estudiaban y trabajaban, la del medio cuando lograba sacar la nariz de las novelas que devoraba incansablemente y se conectaba con el mundo, lograba exasperar tanto a su madre como a su padre porque no tenía ni remota idea de lo que haría con su vida.
El padre acostumbraba a leer las noticias después de la cena, por lo general entregaba las páginas de sociales luego de repasarlas ligeramente, al grupo femenino del hogar, que se divertía comentando enlaces, participaciones, tés a beneficios, bailes de carnaval, sorteos y también copiaban algún modelo lucido por alguna señora de la alta sociedad local.
Y a los veintitrés se enamoró perdidamente.
Confió a su madre ese sentimiento que parecía desbordarla.
Había bailado con él en el club varias veces por eso, no fue necesario describirlo, su madre lo tenía bien visto….algo en él no le cerraba.
Demasiado obsequioso, muy atento y a la vez…escurridizo.
Llegaba siempre tarde, casi promediando la medianoche.
Eso significaba que era sastre, músico, o bien….tenía compromiso y acudía después de la cita con quién fuera su novia.
A ella le brillaban los ojos buscándolo en la pista de baile….imploraba a su mamá que la llevase cada sábado, lo cual era impensable para una señorita de bien, se acordó que irían dos veces al mes luego de que sus hermanos y padres hubiesen cenado, el más grande las acercaba en coche junto a la vecina y sus dos hijas.
Y alguna que otra vez se quedaba él también a disfrutar de la orquesta típica.
El joven, apuesto como pocos, caballero, no era un dandy, pero había poca diferencia, hablaba con corrección, fumaba con estilo, bailaba como si hubiese nacido para eso y cuando la tenía en sus brazos los ojos de él parecían quemarla viva.
Tanto imploró a su madre que lo conociera, que lo presentaran al padre, puesto que de otra manera no podría recibirlo ni salir a pasear con él, que la madre cuidadosamente fue preparando el terreno y el día tan esperado llegó al fin.
Él se presentó con flores para la madre, tabaco para el padre y masas de la mejor confitería para acompañar el café.
El apellido del joven sonó familiar al padre.
No dejó muy en claro a qué se dedicaba, algo referido al comercio, pero no fue muy específico, solicitó permiso para frecuentar a la señorita, y se excusó a la media hora con un compromiso impostergable.
En el zaguán de la casa quiso despedirse como novio, no como un visitante, ella moría por un beso real, el que soñaba, el que su hermana relataba embobada con sus novelas rosa, ese de los radioteatros….fue arcilla entre sus labios y ni que hablar entre sus manos.
No lograba volver a la realidad.
Quedó convenido que el padre daría su asentimiento o no al cabo de una semana.
Ellos se encontraron a escondidas un par de veces, cuando ella fue a comprar libros para sus alumnos, metros de cinta a la mercería del centro, eran encuentros furtivos y en cada ocasión los besos de él, los susurros, las manos que ceñían su cintura la dejaban a kilómetros del suelo.
No se reconocía….no era ella, tan pacífica, ecuánime, pensante….jamás había ocultado nada a su madre….pero prefería mantener estos encuentros en silencio hasta que el padre diera su aprobación.
En el tranvía el trayecto se le hacía breve, rememorando una y otra vez esos besos, más de una vez seguía de largo en su parada, su madre la encontró con la mirada perdida y la costura en el regazo….”te estás pareciendo a tu hermana…pero lo de ella es inofensivo…jamás un hombre se va a parecer al de una novela”.
“El  si mamá” respondía ella.
Una noche el padre llegó de trabajar, diciendo que ya había encontrado de donde le sonaba el apellido y era de una gran compra que se había hecho en la sedería.
Metros y metros de organdí, seda, encaje y raso, no todo a su nombre pero había trajes encargados para el caballero tambièn.
Eso solo podía significar una cosa: Boda.
Por supuesto que ella lloró y lo defendió de semejante ultraje, podía ser una hermana, una prima, un pariente, los apellidos no eran exclusivos de una sola persona ¿no?.
El padre no dio su consentimiento.
Quería investigar un poco más.
El hermano menor les hacía de mensajero por medio de su bicicleta, ella le rogó que fuera sin demora a entregarle una carta donde expresaba lo comentado por su padre, sus suposiciones y el dolor que ella sentía en el alma.
Respondió con una escandalizada negativa y la propuesta de organizar una huída juntos si su padre no daba el consentimiento, él la amaba, no estaba dispuesto a esperar…se encontrarían cada martes y viernes en el paseo del boulevard, en las calles cercanas al centro, ya buscaría él un lugar donde vivir juntos y casarse a escondidas, para que su padre ya no pudiera impedirlo.
Fue preparando su ajuar, bordando, toallas, manteles, servilletas…. Era todo tan hermoso y delicado….digno de una princesa, se imaginaba usando aquellos tesoros con su amor, yaciendo bajo las sábanas blancas con las iniciales de ambos entrelazadas en un perfecto calado.
Confió a su madre el secreto… la miró con ojos tristes, no podía impedirlo, pero no agoraba nada bueno.
En uno de esos encuentros su amado de ojos intensos y palabras que quemaban en el vientre, le mostró el lugar donde vivirían, había hablado con un juez, puso fecha para la fuga y posterior casamiento, un amigo los ayudaría, la esperaría a ella el lunes siguiente, en un coche de alquiler a media tarde, mientras su padre estuviera trabajando.
En esa habitación de una respetable pensión dirigida por un matrimonio de mediana edad, él la convirtió en mujer…SU mujer…ella no se negó a la prueba más irrefutable de su amor, al fin y al cabo él estaba moviendo cielo y tierra para sortear los obstáculos que su propia familia ponía a su felicidad…. después de la semana siguiente, vendría un período de enojo por parte de su padre, pero al verla tan plena y feliz, todo cambiaría para bien, y él la presentaría a su gente como su esposa.
Volvieron a su nido de amor una y otra vez durante esos días…. ella planeaba mentalmente algunos cambios para hacerlo más hogar, más íntimo….le dolía el alma de amor al ver que él había alquilado ese lugar, contando con una buena casa y familia donde vivir.
El viernes acordaron no verse hasta que el lunes ella saliera de la casa con sus cosas.
Así dispondría de más tiempo para estar con su afligida madre y preparar todo cuidadosamente envuelto en papeles de seda azul y hojas de violetas disecadas.
El domingo, al atardecer, mientras el padre leía el periódico en el patio y ellas escuchaban la radio, les llamó la atención un golpe seco contra el diario y el padre que jamás levantaba la voz exclamaba casi a los gritos..” tenía razón!!!!! Tenía razón de no dar mi consentimiento a ese mequetrefe”.
Ambas lo miraron sin entender…sin querer comprender.
“Anoche contrajeron enlace en la Catedral Metropolitana, la señorita fulana de tal, miembro de la más rancia sociedad no solo local sino de linaje que se remonta a la época de la colonización, con el señor…..”…. citó el padre en tono triunfante mientras les pasaba la foto y epígrafe donde el amado que al otro día debía convertirla en la mujer más feliz del mundo, posaba sonriente y feliz para la foto junto a una jovencísima novia que lo miraba arrobada.
La madre la abrazó con fuerza, la apretó muy fuerte contra su pecho.
Nunca supo en qué momento volvió en sí, cuándo dejó de mirar esa foto que la ahogaba, si transcurrieron horas o días hasta que dejó de murmurar “tiene que ser un error”….perdió fuerzas, peso, a su padre no le contaron toda la verdad, porque lo buscaría hasta poder matarlo trayendo una nueva desgracia a la familia.
Los hermanos juraron vengarse.
Cuando logró mantenerse en pie, fue a la pensión, habló con la encargada que le dijo que él vivía ahí desde hacía no mucho, no le conocía familia ni amigos, al parecer había puesto “en apuros” a una joven de alcurnia y se arregló una boda no muy apresurada en realidad porque se radicarían en el exterior, la familia tenía negocios afuera y él iría de encargado, había saldado lo que se debía del cuarto y retirado sus pocas cosas…no, no sabía más nada….lo lamentaba.
Lloró mucho y durante muchísimo tiempo.
Ya no era el cascabel de la casa, la voz fervorosa de la iglesia, sus alumnos comenzaron a escasear, ella estaba siempre dispersa, se negaba a bordar absolutamente…ni siquiera ayudaba a remendar las prendas familiares.
Algún día se encontrarían frente a frente….ese dolor no iba a quedar encerrado para siempre envenenando su alma.
Pero eso sucedería en otro tiempo….lejano, muy lejano.


Patricia Figura, marzo de 2015

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