miércoles, 10 de diciembre de 2014

CASTILLO .... DE NAIPES.

Castillo….de Naipes.
Era inevitable el embrujo que sentía por esa derruida mansión antigua…muy pero muy antigua.
Emblemática de la ciudad en la que vivió siempre.
Con el frente oscurecido, por los años, la intemperie y los cambios climáticos.
El mirador cubierto la hacía pensar en un atelier, un refugio para la necesaria soledad del arte que paradójicamente era lo que la conectaba con el mundo, con lo social.
Frente a la lejana costa, muy apartada dentro de su encantadora muralla de hierro forjado, obra de algún genio muerto seguramente muchísimos años atrás.
Las persianas bajas como párpados cerrados.
Podía dormir esa vieja casona en realidad?
Encontrarían sosiego sus anchos muros testigos de generaciones de juegos, fiestas, nacimientos, defunciones, llantos y alegrías?
Le gustaba llegar caminando hasta bordear sus jardines.
Más de una vez su familia le advirtió que no fuera sola hasta allá, estaba demasiado apartada, podía haber merodeadores, ocupas, indeseables.
Los apartaba molesta.
Nada de eso respondía a sus fantasías sobre “su” lugar….la ansiaba.
Seguramente costaría una fortuna ponerla en condiciones.
Su cañería estaría seca o medio podrida, la instalación eléctrica seguramente sería externa con los cables pintados o empapelados tal como se hacía en la época de su esplendor.
¿Tendría mobiliario en su interior?
Jamás tuvo un cartel que indicara una venta, alquiler o sucesión.
Si caminaba hacia el extremo del portal de hierro, podía ver en la parte trasera un borde de piedras viejas, seguramente una  piscina abandonada en el parque que precedía a las cocheras o caballerizas.
Era perfecta.
Era soñada.
Era suya de alguna manera….si tan solo pudiera entrar una vez….una sola vez….tendrían que sacarla con fuerzas especiales de su interior.
Tan desprendida en lo material, esa casa la tenía atrapada desde su más tierna infancia, le había inventado mil historias, le habían contado muchas más….había confusión y que supiera ningún registro válido de sus verdaderos dueños o herederos.
Una vez más asió el torneado picaporte de la reja…quedó helada y el nudo de emoción le cerró el pecho.
Ese viejo y bellísimo portón le dio paso por fin después de tantos años al interior del parque que bordeaba la mansión.
Miró alrededor y por supuesto como siempre el lugar alejado parecía no pertenecer a ningún ser vivo, malezas, camalotes bordeando la playa en desuso, ni siquiera un perro vagando.
Disfrutó de cada paso que dio hasta llegar a la puerta maciza y oscura…. Las ventanas de la planta baja con sus  vidrios emplomados y sucios estaban como siempre…espió el interior.
Mejor aún….ingresó.
La escalinata de mármol gris con su baranda torneada la hizo sentir que ya había estado allí, al igual que el piso en damero y el gigantesco vitreaux que daba a la galería interna.
¿Cómo podía ser? Seguramente el arquitecto de la época había copiado la estructura de algún palacete europeo y ella lo habría visto en algún libro de arte.
Pero no, la sensación iba más allá de eso.
El resplandor del sol de la tarde al entrar por los ventanales fijos y algo rotos del costado le hacía ver todo como en una nebulosa, como si estuviera encandilada… fue hacia el fondo, quería ver la alberca, seguramente con agua de lluvia podrida acumulada a través de los años.
Los pisos eran entarimados que crujían  a cada paso que daba, largos listones de madera, olor a pinotea…
Pudo ver la puertaventana seguramente traída de Francia, ya que fue allí el lugar donde se pusieron “de moda” siglos atrás,  y los árboles añosos del fondo, la glorieta cubierta de Santa Rita creciendo y desparramándose como bendiciones., más cerca el conocido borde de piedra que circundaba lo que fuera la piscina familiar.
Estaba a escasos metros de la puerta que debía atravesar para llegar a ese oasis donde sentía que se había sido muy feliz, en algún tiempo, alguien o muchos….podía sentir la alegría flotando en el aire.
Y también la angustia… como más reciente….algo indefinido que le provocaba dolor.
Con el ceño fruncido dio un paso más y un ruido seco la hizo detenerse, tal vez la madera podrida o el llanto del lugar.
Afuera se estaba nublando, gruesos y grises nubarrones la saludaron desde la tierra de los cristales.
Reanudó su andar y lo último que escuchó fue su propio grito.
El suelo se abrió bajo su escaso peso y casi sin darse cuenta cayó varios metros…jamás en sus fantasías pensó que la casa tuviera sótano…. El olor a agua estancada, moho y animales muertos le cerró la garganta y el llanto se ahogó en su pecho.
Todo lo maravilloso que había vivido se estaba derrumbando con un dolor insostenible.
Cuando pensó que ya no podía soportarlo escuchó que su esposo la llamaba.
Sintió sus manos fuertes, enérgicas sacudirla….repetía tu nombre.
_¿ Qué pasa? Te escuché casi gritar…¿una pesadilla? ¿por qué llorabas?_ estaba en otra habitación y sin embargo se dio cuenta de que algo  pasaba en la alcoba.
_Porque me caí_ respondió tontamente ella y sin poder salir del todo de su sueño_ todo se está cayendo_ repitió más para sí misma que para él.


Patricia Figura, diciembre de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario