martes, 9 de julio de 2013

PREMIO CONSUELO.

Premio Consuelo.

Abrió su viejo ropero crujiente.
Era el que había tenido toda su vida.
Bah, el otro viejito y compartido no contaba.
Cuando se mudaran a la casa que fuera la definitiva, veinte años atrás, ella y sus hermanas estrenaron juegos de dormitorios nuevos e impecables, espaciosos, personales, uno para cada una de las tres.
Las habitaciones eran pequeñas pero contaban con algo desconocido hasta el momento: intimidad.
Eran absolutamente diferentes una de otra.
Oscilaban entre la franca belleza hasta el patito feo, pasando por un atractivo normal.
Pero lo más contradictorio era la manera de ser de ellas.
Una muy aferrada al padre, otra a la madre y la mayor a nadie.
Alegre y divertida la más chica, estructurada y engañosamente conservadora la mayor, un soldado prejuicioso la del medio.
Dicen que el hijo del medio es el más conflictuado.
No consta realmente que sea así….aunque en este caso, algo de eso había.
Escudriñó entre su ropa…. Quería algo que no fuera tan formal, tan de oficinista.
Los básicos de siempre, pantalones negros, azules y milagrosamente uno blanco.
Polleras rectas, bajo la rodilla, nada sexy marcando sus curvas.
¿Qué curvas?....se dio vuelta y tuvo la esperanza de que el reflejo del espejo, que ocupaba buena parte de la puerta, le devolviera algo de voluptuosidad.
Era la misma de siempre.
El patito feo.
El cerebro de la casa.
El premio consuelo de la adolescencia, cuando la sacaban a bailar para hacer pata al que quería bailar con su simpática y extrovertida amiga.
¿Por qué se había sentido siempre así? Ciertamente no era bella como la mayor, aunque de poco le había servido su belleza a la hora de la suerte, tampoco tenía ese atractivo para el sexo masculino como la menor…sin embargo, no era fea, no se veía fea…pero invariablemente “actuaba de fea”, a la defensiva, desconfiada, con aire de superioridad.
No hizo locuras adolescentes, las vivía para adentro, de noche, en su bunker, ese cuarto cerrado con llave, donde después de cenar, se refugiaba y metamorfoseaba su imagen con pinturas desechadas de la mayor, probaba gestos que podían ser seductores para los chicos, intentaba modificar su peinado, tan correcto y pulcro a la luz del día…se mimetizaba con las otras, con su amiga tan querida y tan encubiertamente envidiada.
En su mundo privado todo era posible.
Brillaba, era ingeniosa y divertida en imaginarias charlas que luego, en grupo se transformaban en un mutismo prejuicioso.
Si alguna de sus amigas le pedía que la acompañe a encontrarse con algún pibe que le gustara, ella daba mil vueltas y si accedía, dejaba bien en claro que no estaba interesada en el acompañante destinado a no ser impar…. Aunque después secretamente se arrepintiera.
Premio Consuelo… se decía siempre…tan cerebral y madura para tomar tantas decisiones laborales, financieras, organizativas y tan infantil en lo emocional.
Pasados los treinta, seguía soltera, con tantos rituales y manías como un viudo de setenta años.
Pero SE tenía cansada.
No se aguantaba el rictus de eterno juzgamiento a las conductas ajenas.
Quería ser más libre, menos estructurada, más divertida.
Cuando el compañero relativamente nuevo del piso de abajo de su oficina, le sonrió con un “ buenos días” al coincidir en el ascensor, algo le hizo devolverle el gesto, genuinamente, desde adentro.
También ocurrió cuando coincidieron en la pequeña sucursal bancaria de la planta baja.
Al cabo de un mes se descubrió reconociendo a sí misma que intentaba encontrárselo.
No tenía idea de si era casado, soltero, viudo o divorciado y lo que la dejó PASMADA         era que tampoco le importaba… quería no sólo verlo sino  QUE ÈL LA VIERA.
Se esmeró un poco más con el frizz de su cabello que era como un halo no muy angelical, probó las cremas que salían por la tele asegurando que con el uso desaparecería ese barullo de su cabeza, se ve que cuando las testeaban no contaban con la eterna humedad de su ciudad natal.
Compró unas planchitas de “uso profesional”… se quemó la oreja varias veces hasta que le agarró la mano, más animada, volvió a la perfumería y se decidió por un protector capilar de uso frecuente y un baño de ¿ceramidas?.
Aparentemente tanta inversión y aprendizaje dieron sus frutos.
¿O tal vez fuera esa sonrisa desacostumbrada y tan sentadora?
¿O el nuevo brillo de entusiasmo en sus ojos de largas pestañas oscuras?.
¿O el andar más elástico, seguro… casi contoneante?
Fuera lo que fuera, el nuevo compañero del piso inferior, la encontró en la proveeduría y la invitó a compartir un café.
Por un momento tuvo miedo de ella misma, de arruinarlo todo, de escudarse en una excusa como siempre hizo hasta que ya no llegaron invitaciones….pero no, la sonrisa se dibujó en su rostro y sacudiendo su “nuevo cabello” giró para buscar un lugar junto a los ventanales algo empañados a compartir un rato con él.
El tiempo se le escurrió entre las manos, quedó con ganas de repetir la “casualidad”…se hizo un pequeño ritual casi cotidiano.
La invitó a cenar un viernes a la noche, luego de una reunión con los jefes de cada sección…estaba encantada, hablaba hasta por los codos, reía, hacía comentarios divertidos, él no dejaba de sonreír a su lado.
Poco tiempo después, llegó la invitación para ir al cine y a tomar algo después…estaba impaciente de que llegara el fin de semana y la velada prometida… ya sabía que no estaba casado, tampoco era viudo….era divorciado…con chicos en la primaria y una ex no muy convencida de la decisión tomada, pero no le importaba…estaba bien con él y no aceptó ningún tipo de fantasmas que velaran su alegría.
Cerró de golpe su ropero, iría a comprar ropa nueva, divertida, con colores alegres…tampoco dejaría de ser ella, ya que así la había elegido, pero se daría una mano, se ayudaría a descontracturar su imagen...estaba contenta, radiante, tomó su bolso, chequeó si tenía dinero, y camino bajo el sol con toda la expectativa en su rostro joven todavía, no quería encerrarse en un taxi, en ningún lado en realidad… necesitaba luz, gente, movimiento y volver a tiempo para arreglarse y disfrutar de una noche donde ella era el Primer Premio…la invitada especial, sin competencias ni odiosas comparaciones.
Cómo continuaría todo, ya sería parte de otra historia.



Patricia Figura,  julio de 2013

7 comentarios:

  1. No todo el mundo tiene que tener la primer cita a la mima edad... por suerte somos diferentes.Muy bien contado.

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    1. gracias Moni.... es un elogio para mì que gente como vos y Olguita comenten mis cuentos, teniendo en cuenta el increìble bagaje de lecturas y aprendizajes que tienen cada una.

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  2. Muy buena la metamorfosis. Es así. Menos mal.
    Hermoso relato.

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    1. sos un honor olguita querida ( figura como liliana, pero para mì sos olguita jajajaj)

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  3. Excelente, tus cuentos ya rebalsan el vaso. saludos.

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  4. muy bueno, tus cuentos ya rebalsan el vaso. Saludos

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