martes, 19 de febrero de 2013

EN EL MISMO LUGAR...


EN EL MISMO LUGAR.

Ese día, al igual que tantos otros, ¿cuántos miles? ¿podría sacar la cuenta?, se levantó al alba.
La miró dormir, su naricita apuntando al techo y la media sonrisa que jamás la abandonaba, ni siquiera cuando intentaba hacerle entender algo…lo que fuera que se negara a ver, pero ella sabía, ella entendía y de alguna manera, sin que se sintiera ofendido o dolido, terminaba entendiendo él también.
Su trabajo era así, su “otra”, sus tripas, su lugar donde también encontraba una familia paralela a la que formó,  un laburo en sus días adolescentes que comenzó como un juego donde el hermano mayor era el guía, la confianza y seguridad.
Se sumaron un par de amigos.
Uno se convirtió en un hermano más.
La facha, la alegría, la fama… todo en un entorno escolar…¿se podía pedir algo más?.
La timidez se iría con el tiempo.
Sus parejas fueron largas .
También hubo de los otros amores, esos que no llegan a serlo, pero que dejan su huella, para bien o para no tan bien.
Pasó a ver a los chicos, dormían como que el mundo les perteneciera…él colaboraba con esa paz, buena parte del día lo pasaba con ellos, los cuidaba, estaban a su “cargo”… por suerte podía disfrutarlos.
Los fines de semana muy de vez en cuando atenazaba la culpa, sobre todo esos domingos de sol radiante donde él encerrado en una caja hacía compañía a miles de oyentes y no podía tirarse en una plaza con su propia troupe.
Pero estaba su partenaire, que sabía transformar días de sol en aventuras mientras  “esperamos a papá”.
Se subió al coche, los mates los tomaría allá, en su otro hogar, mientras terminaba de despertarse.
Le parecía que su vida no tenía emociones dignas de trascender, siempre en el mismo lugar, haciendo lo mismo, día a día, mes a mes, año tras año.
Le quitaba chispa a su persona?
Había cambiado mucho en tantos años?
Se había estancado?
Lo bueno de conducir a esa hora es que solo tenía que preocuparse de los que cruzan a lo loco pensando que no hay nadie más dando vueltas.
Pero de alguna manera, si elegiste bien, no es siempre así?
Si todo está en orden, ¿para qué cambiar?
Otro trabajo lo haría feliz?. No, de ninguna manera.
Saber que en cada puerta había un rostro amigo, tenía precio?
Absolutamente ninguno.
Llegar a casa, a la tarde y encontrarlos…¿se podía comprar?
No.
Era un éxito.
De alguna manera estar rodeado de vidas que recomenzaron una y mil veces, donde los altibajos estaban a la orden del día, los cambios, las idas y vueltas, los finales no tan felices y comienzos lindando en parches y no en revanchas, le hacía creer por momentos que su vida podía ser aburrida ante ojos ajenos.
Más allá de cualquier contratiempo o dolor como cualquiera que esté vivo, la había pegado, era una buena vida.
Estacionó como de costumbre.
La vieja fachada lo recibía una vez más.
Un nuevo día comenzaba.
Otra vez estaba en casa.

Patricia Figura, febrero de 2013

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