viernes, 7 de diciembre de 2012

Otra Vez Sopa...


OTRA VEZ SOPA…

Daba vueltas, la fiaca le ganaba casi siempre la partida.
Se sentía fuera del ruedo laboral, las cosas ya no eran como antes.
El negocio había cambiado, ahora estaba manejado casi por adolescentes, ellos ponían música, alquilaban los equipos, armaban las cajas de resonancia, concesionaban las barras, estaban al día con las egresadas y las quinceañeras, la publicidad era el boca en boca o las fiestas que entre todos compartían.
Había changas, no todas tenían que ver con su rubro, pero se iba sosteniendo.
Cuando estaban juntos la pasaba mejor, ella tenía buen ingreso, mesa bien provista, heladera con algo para “pellizcar”, generosa, el tanque siempre lleno… pero su peor defecto los alejaba una y otra vez….los celos.
Justificados?
Si fueran justificados, no pasarían a ser indignación?.
Ahora estaban distanciados.
Le encontró un mensaje en el celular que no le gustó.
En realidad nada le gustaba porque no le tenía confianza.
De naturaleza histriónica, lo que no veía se lo inventaba, se “hacía la cabeza”, maquinaba mil historias de una sola frase.
Hasta que no podía más y enfurecida lo echaba, a empujones, con recriminaciones,  ( algunas válidas, otras no), llantos, depresiones y mil angustias.
Era una rueda, un círculo que iban repitiendo cuatro o cinco veces al año y ya llevaban casi un lustro juntos.
Las amigas le dejaban mensajitos en su correo, en el face, frases sacadas de internet, la llamaban por teléfono veinte veces al dìa para que ella diera rienda suelta a su tristeza, su karma, su desazón…. “otra vez sopa” le decía siempre su hija.
Los síntomas eran reconocibles desde que la batalla se iba gestando.
Él también se daba cuenta cuando todo estaba por explotar.
Se aseguraba antes algunas diligencias urgentes que su magra economía no le permitía solventar.
En esos días de “recreo”, las indirectas volaban por msj privado y por la red social, claro que también se aseguraba un poco de relax y esparcimiento, siempre había alguna “amiga” en la mala dispuesta a dejarse  consolar y alivianar las penas mutuamente, disfrutar de otra voz, otro tono, otro cuerpo, otras bromas….
Cuando el período de enojo, cumplía su ciclo, nunca más de diez días, el ritual del acercamiento se ponía en marcha….los llamados comenzaban a responderse, los encuentros casi casuales, los que “hacían pata” y el universo confabulaba a favor de la parejita en cuestión y después de largas charlas donde las promesas y las acusaciones corrían por igual, aparecían bajo el cielo azul de la mano y a los besos como quinceañeros.
Entonces se retomaban las salidas de los sábados donde la mayoría de las veces “ella invitaba”, para desenchufarse de una semana de oficina y para lucir  todo lo que había comprado a las innumerables vendedoras ambulantes que la visitaban en los horarios laborales.
Las cervecitas se iban acomodando en el cuerpo, las cinturas a través de los años iban engrosando el talle, pero la sonrisa brillaba diáfana en el rostro de ambos en esos períodos de enamoramiento y reconciliación.
Se quedaban a dormir uno en casa del otro, un finde en la costa, los mates en la ciudad vecina, las bailantas del fin de semana, los motes cariñosos y los ojos desbordantes de amor.
Por unos quince días…después “otra vez sopa”, que la miraste, que le sonreíste, que para qué le contestas, que yo te vi, que nadie me llena la cabeza, que no podes con tu genio, que sos siempre el mismo… y así una y otra vez hasta que sobrevenía el período de “divorcio” temporal.
Pero él ya estaba cansado.
La falta de tranquilidad económica, los años que se venían encima, la familia desmembrada, las idas y vueltas….al final la única que lo entendía bien era la vieja.
Cuando lo veía llegar de capas caídas, ya sabía que estaba en la mala, preparaba el mate, lo retaba un poco mientras él se sentaba en el patio y le pedía unos bizcochitos, de esos que ella siempre compraba… revisaba el celular, nunca se sabía quién podía mandarle un mensaje sorpresa y le levantaba el ánimo hasta que “ella” recapacitara que él la quería de verdad, que los celos enfermizos arruinaban todo… él no hacía nada, era la imaginación de ella nada más


Patricia Figura diciembre de 2012.


6 comentarios:

  1. .... no me queda claro, el no hacía nada? pero siempre tenía quién lo consolara!!!

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  2. ... no me queda claro, el no hacía nada? pero siempre tenía quién lo consolara!!!

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    1. jajaj me haces reir siempre susi con tus comentarios, còmo te indigna todo indicio de traiciòn.
      supongo que es un gran negador, justifica lo injustificable y se acomoda al juego interminable de un cìrculo que no ve que se cerrò hace rato.

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    2. Si,tenés razón, todo indicio de traición me subleva!!! y peor aún si lo intentan negar!!!!! me saca que la gente en general no se haga cargo de sus actos o que los actos los minimicen cuando son muy prestos para señalar, acusar y juzgar.

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    3. fijate que siempre hay un roto para un descosido ... el traiciona, ella vuelve cuando "cree" que èl tuvo su merecido, ella no està segura, pero por las dudas lo ataca, lo pelea, le desconfìa... el acepta las reglas del juego y las aprovecha para su propio recreo...¿cuàl de los dos està en equilibrio?

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  3. ¿Te das cuenta que no sabemos poner un punto terminal? Los puntos suspensivos son el verdadero problema. Su manera de narrar hace que me plantee todas las mejoras que debo hacerle a la mía. Besos vecina.

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