viernes, 12 de noviembre de 2010

LA CAÌDA.

La Caída .
Estaba empecinada en verse igual a la foto.
La miraba una y otra vez…fijaba la vista en el espejo y buscaba las similitudes.
Casi no las encontraba… estaba muy distante de ser un fiel reflejo.
La línea de los ojos, profundos y brillantes se mantenía, también el perfil perfecto… los pómulos y las marcas de las diferentes etapas de la vida eran otra cosa.
Era una señora atractiva y elegante.
No le servía serlo… renegaba del paso del tiempo, no lo asumía aunque engañosamente hacía “bandera” de su edad y permanencia en los medios.
Estaba acostumbrada a que la cámara la amase, la mimara, le devolviera imágenes angelicales y seductoras… se conocía de memoria… sabía qué luces le caían bien y cuáles la destrozaban… si es que eso era posible.
La vida había sido sumamente generosa con ella… no podía aceptar que se le escurriera de  las manos… su  último gran amor quería soltarse, desprenderse… tampoco podía aceptar eso…se acostumbró a su adoración, a que besara el suelo donde ella pisaba, a que estuviera dispuesto a todo con tal de permanecer a su lado… ahora parecía fastidiado casi todo el tiempo.
Se estudió en el espejo gigante, iluminado estratégicamente para suavizar su reflejo… despacio se sentó en la butaquita frente al toilette mirando pensativamente la foto de ella misma sonriendo con desparpajo y seguridad al fotógrafo que la siguió hasta esos confines sólo para retratarla.
Habían pasado doce años… ese verano lo conoció a él… quince años menor aunque en ese momento no se notaran… ella era la belleza  internacional, modelo, empresaria, famosa por sus conquistas casi “infantiles”.
Él un artesano de cuanta playa sureña existiera, siempre bronceado, con el ritmo en la piel, excelente parla… mucha calle…muchas mujeres…ninguna como esa diosa que apareció semidesnuda un atardecer de noviembre por la playa casi desierta y se zambulló como si realmente perteneciera al mar.
La miró hipnotizado ir y venir flotando en el oleaje…ella se dejaba mecer… se dejaba adorar por los últimos rayos solares.
Cuando salió del océano, él estaba pronto con la salida de baño en sus brazos y una sonrisa pícara indicando el gesto de abrigarla.
Inmediatamente se enamoró de esos ojazos atrevidos y calientes… pero no se lo dejó saber.
Agradeció el gesto con un relumbre de sus dientes parejos, blanquísimos y entornado los ojos pidió permiso para seguir su camino.
Esperó una semana entera para volver a tener el premio de ver a la ninfa, la sensual mujer con gesto aniñado pero increíblemente seductor, incluso la tarde de tormenta se quedó igual porque estaba absolutamente seguro de que iba a volver a cruzarse con ella.
Por supuesto que ella sabía que él no iba renunciar hasta verla, estaba acostumbrada a provocar obsesiones, a que se apartaran de  su vida y su suerte por estar cerca suyo, a abandonar sus hogares, engañar a sus esposas y amantes por tener la posibilidad de vivir un romance con una de las mujeres más deseadas de la época.
Un buscavidas, por atractivo y animal que pareciese no iba a ser la excepción.
Hicieron el amor en la playa, había viento, el mar estaba embravecido como un caballo desbocado, había bandera roja…. Estaba desierto y salvaje y ella lo enloqueció, lo acarició con entrega completa, hizo cuanto quiso y hasta que él no soportando más la tensión de un sólo movimiento la tendió en la arena y tomó todo lo que había soñado e imaginado mil veces esa semana.
Por supuesto que se repitió mil veces en el transcurso de ese verano, ella jamás le ponía freno y él nunca había conocido una mujer así, hermosa, inteligente, entregada y entrenada en el amor, nunca estaba satisfecha o en reposo… aprendió a hacer el amor a la manera de ella…que no era una… eran muchas, cada vez se convertía en una mujer distinta… a veces osada, otras tímida, unas … las menos… jugaba a ser casi inexperta y se dejaba guiar por la imaginación de él.
Lloró como una criatura la noche antes a que ella juntara sus cosas y partiera del hotel, le rogó que lo llevara, buscaría trabajo en su ciudad, ganaría lo suficiente… pero por favor… “ no iba a poder vivir sin ella una vez que la tuvo en su cuerpo” “ se iba a morir recordando una y otra vez que la tuvo y se fue”… “ se iba a ir muriendo de a poco”.
A ella le causaba gracia y ternura… nunca pensó dejarlo en aquel remoto lugar, no mientras a ella le hirviera la sangre por él.
En el transcurso de esos doce años , demostró una capacidad insospechada para organizar la carrera de ella, horarios, entrevistas, estrategias de “silencio” cuando la prensa se volvía loca rastreándola, convinieron un ingreso para él… que hábilmente invirtió… no se hizo millonario… pero sí económicamente independiente, nunca había necesitado demasiado, tenía más de lo que hubiese soñado jamás.
Un día no hace mucho tiempo atrás ella se dio cuenta como que una venda cruel se hubiese resbalado de sus ojos, que ya no provocaba embrujo sobre él, no veía por sus ojos ni bendecía el aire que ella respiraba.
Se estaba alejando, parecía inquieto, desdichado, insatisfecho, hacía el amor mecánicamente… muy esporádicamente y ella comenzó a estallar, no sabía manejar la situación, era nuevo para ella… pasó una vez más por el quirófano tratando de detener el tiempo… pero su gesto de muñeca, se estaba desdibujando.
Comenzó a tener amantes sólo para probarse que todavía podía.
Él sólo quería buscar la manera de apartarse sin herirla, le estaba agradecido, sentía un infinito cariño por ella y jamás iba a ser una más para él.
Pero quería formar una familia, conocer una chica sencilla, sin histrionismos ni escenas grandilocuentes, no estar más en el ojo de la tormenta, tener un hogar tranquilo, hijos, volver a la costa en familia…lograr la paz de una vida sin tanta adrenalina.
Ella depositó la fotografía que era casi una afrenta sobre su tocador…durante unos segundos se sumergió en sus propios pensamientos… luego tomó el teléfono y llamó a su cirujano, una vez más iba a darle batalla al tiempo… por lo menos en cuanto a un reflejo devuelto por el cristal… el amor de él…era otra cuestión…no era tan fácil de recuperar.

Patricia Figura, noviembre de 2010

6 comentarios:

  1. Muy bueno, un poco triste no?

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  2. si, la verdad es que el paso del tiempo no les sienta igual a todos... me gustarìa saber quien sos besos

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  3. Es triste cierto, como uno tiene distintas maneras de ver la vida. hay que aprender a mirar con los ojos del alma, sin detenerse a ver como nos afecta el tiempo en nuestra forma material. llegamos al mundo desnudos,sin nada y de esa forma nos despediremos de el. Que difícil es para el ser humano aprender a despojarse de lo físico. Cada uno interpreta el amor como quiere. El amor va mas allá del reflejo que nos devuelve una mirada.A veces una simple caricia nos dice lo suficiente. Que Drama el paso del tiempo para algunos. Unos por el miedo a la muerte otros como en tu cuento el temor a perder la belleza por creer que era lo único que la hacia sentirse amada. Besos patricia.

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  4. tal cual... en tu ùltima frase resumiste todo el sentimiento que al parecer tenìa esta mujer. gracias manzy

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  5. Ya lo había leído, pero, como cada vez que pones un cuento, lo vuelvo a leer. Me hizo retroceder sobre mis palabras, salvando las distancias, recordando el poema "Es tiempo" que subí hace unos días, cuando una de las partes no logra ver el interior del otro, o lo que es peos, el propio, qué desdecha! porque el tiempo no da tregua...

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  6. es terrible no verse reflejado en lo cotidiano tal cual uno es. gracias susi.

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