viernes, 17 de mayo de 2013

SUBE Y BAJA....


SUBE Y BAJA…
Daba vueltas por la casa mientras distraídamente ordenaba una que otra cosa fuera de lugar.
Algo que no lograba hacer con sus pensamientos, hilarlos, seguir un ritual, acomodarlos.
Todo lo que hacían los demás le parecía más fructífero, válido, justificado.
Todo lo remunerado económicamente entraba en la escala de valores general.
Dar amor, tiempo y paciencia carecía del derecho a jubilación.
Para la mirada externa era entretenerse, matar el tiempo, pavear.
Para ella era su vida, su mundo imperfecto pero amado.
Y si hoy es el último día?
Cómo quiero pasar el último día de mi vida?
Salió al jardincito a juntar las hojas esparcidas por las brisas otoñales.
Vio que la pareja de enfrente salía a trabajar, la carnicería todavía no había abierto, el mercadito recibía las medialunas calentitas.
Sus hijos en el colegio.
Su esposo trabajando.
Ella rehén de sus propios planteos.
¿Todo el mundo pensará tanto?
¿O se limitan a barajar el día?
¿Hacen un análisis de lo que necesitan?
¿O siguen el curso que vienen determinando desde años?
Embolsó las hojas junto con algunas flores secas.
La chica que la ayudaba con la limpieza hizo caer algo en la habitación del fondo.
“Espero que esta vez no sea caro lo que rompió”.
Entró y se preparó un café, se sacó el pijama y se puso ropa deportiva, cómoda.
Se miró al espejo.
Tenía sus días, hoy no se veía bien.
Le parecía que tenía los ojos hinchados, la raíz del cabello se le iba para cualquier lado…¿qué veía su marido?
¿Qué era lo que lo excitaba tanto en ella?
¿Qué veía cuando le brillaban los ojos y la abrazaba?
Ya no era como antes…no se sentía como antes.
Nunca le pesó la edad, tampoco nunca la aparentó, de constitución menuda, rasgos clásicos, mirada dulce, tonificada….¿sería el cambio de década tan próximo?
Joven pero también fuera del juego para muchas otras cosas.
Miró el café y decidió que no tenía ganas de tomarlo.
Escuchó la aspiradora en la planta alta, parecía forzada, como trabajando en vacio.
“Voy a salir a caminar”.
Se sentía deambulante en su propia casa, inquieta, molesta.
Sabía que después llegaría la hora de la comida, las corridas, los horarios de los más chicos, los mandados, las clases de yoga y pintura….volvería a su centro, a su eje.
Estaría otra vez arriba.
Pisando fuerte, charlando divertida con sus compañeras de clase, proponiendo salidas de chicas, cambiando datos de negocios, nutricionistas, películas, maestras particulares, etc.
Había que subir.
En este momento estaba abajo, tal vez el cielo gris, cargado, el viento húmedo, caliente.
Se sacó las pantuflas, las guardó en el mueblecito de los zapatos, buscó sus zapatillas preferidas.
Le avisó a la mucama que volvía enseguida.
Comenzó a buen ritmo, el carnicero levantaba la ventana y la saludó con un guiño, siempre tenía un piropo para ella, la vecina nueva  estacionó de cualquier manera y voló literalmente hacia su casa, las viejitas del barrio con sus changos un poco más modernos, seguramente regalo de los hijos, se saludaban y cambiaban un par de palabras, cuando pasó por la mercería se acordó que no tenía medias oscuras para la cena del fin de semana que organizó el jefe de su esposo.
Estaba en marcha.
Subiendo.
Con suerte al final del día, se reencontraría con toda su familia con las pilas puestas y la sonrisa que acostumbraban a ver en su rostro.

Patricia Figura, mayo de 2013

5 comentarios:

  1. uyyy!!!!! me siento tan "tocada" con este relato! Normalmente arranco el día "arriba", al mediodía estoy "abajo" y después arranco a subir nuevamente. me gustan tus cuentos. besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. gracias Graciela querida... creo que cuando nos bajamos de la calesita, quien màs quièn menos nos subimos al sube y baja.jjajajaja

      Eliminar
  2. tanto el hombre como la mujer, no envejecen cuando se les arruga la piel...o todo se les cae, sino cuando se les arrugan los sueños, los deseos y la esperanza.

    Carlos Fuentes

    ResponderEliminar