lunes, 8 de octubre de 2012

AL FINAL...JUNTOS OTRA VEZ...


Al final…juntos otra vez.

Era tarde, no tenía sueño, lo suyo era cansancio emocional, físico también, pero eso se iba después de algunas horas de sueño… el otro no.
Su diminuto living donde el mullido sillón de tres cuerpos ocupaba casi todo el espacio, la cobijaba en la penumbra de las luces bajas, a través  de las cortinas delgadas y claras, las luces de la calle enviaban un suave resplandor que caía sobre la mesita de los portarretratos.
Se recostó con un suspiro.
El día había sido largo.
Sus hijos habían estado junto a sus respectivas familias, los más chiquitos eran la nota feliz de la postal que quedaría grabada en su retina.
Un acontecimiento familiar había obrado el milagro de estar todos juntos, sin que por una vez nadie estuviera ausente.
Hasta él compartió el almuerzo y el brindis.
Todos los caminos de su vida pareciera que convergieron en su persona… era como el delta que desemboca en un ancho río para unirse después al mar.
Comenzaron su historia juntos cuando apenas eran adolescentes.
Dos criaturas representando obras teatrales confundiendo papeles escénicos con las emociones reales.
Se enamoraron.
Indudablemente.
Estudiaron, se casaron, progresaron.
Todo era vivido como a través de una cámara filmadora, se veían protagonistas de su propio argumento… histriónicos, seductores, sensuales, provocativos, celosos, apasionados…. Jugaban con fuego.
El dolor los golpeó… donde más puede doler a un padre.
El castillo no era de naipes, no se vino abajo, todo lo contrario, familia sólida, pareja sólida.
Pasada la treintena los encontró inquietos, ya llevaban la mitad de su vida juntos, la catarsis vino por el lado laboral, el progreso para poder sostener un hogar con chicos que iban creciendo demasiado rápido, los puso a prueba teniendo que vivir en países diferentes gran parte del mes.
Eso aligeró la carga y renovó la fantasía.
Cuando él regresaba con grandes bolsas de garotos para los niños y lencería fina para ella, la casa se convertía en una fiesta y los abuelos recibían los nietos a dormir más de una noche.
Los negocios finalmente no resultaron tan buenos.
Llegó una separación temporaria.
La angustia de soltar la mano de quien te la ha tomado toda tu vida puede llegar a remontar a la persona como a un barrilete… o sumirla en la tristeza y la desesperación.
Cuando volvieron a encontrarse ella parecía veinte años menor, muy delgada, casi sin maquillaje, con su piel acaramelada como en un bronceado permanente, sus hermosos ojos con pestañas oscuras y curvas lo miraban con esa melancolía eterna.
El la invitó a salir.
Fueron novios después de haber sido esposos.
Volvieron a vivir juntos, la familia y los chicos festejaron con ellos.
Para los parientes era inimaginable que uno esté sin el otro, los amigos eran comunes a ambos desde siempre, del secundario…eran casi simbióticos.
Hasta que la rutina los invadió.
Estaba todo controlado, pero él quería exactamente lo contrario, descontrol y adrenalina, a los cuarenta largos, necesitaba sentir emociones fuertes.
Comenzó a hacer gimnasia, quería ver sus abdominales marcados y los brazos fuertes…repartía piropos, trataba de mostrarse canchero y entrador.
Ella lo observaba con su media sonrisa cansada.
Se separaron, esta vez de manera definitiva.
Él dejó su provincia de siempre para tomar nuevos aires.
Cambió su grupo de amigos por nuevos compañeros de andanzas, de salidas y peñas de solos, una vez al mes iba a visitar a los chicos que ya estaban muy grandes y comenzaban a transitar sus propios senderos.
Ella lloró hasta quedar sin lágrimas.
Se encontraban todos para navidad y fin de año, ninguno formó pareja.
Ella se encontró con el famoso “nido vacío” después de haber hecho malabares para atender a tantos, cocinar para una mesa desbordante de charlas, anécdotas, jugos derramados, sifones vacíos y postres que duraban solo segundos, se encontró con que la vivienda familiar quedaba demasiado grande.
La conservó igual porque los chicos vivían lejos, tenía nietos que podían quedarse en la habitación que fueran de sus padres, comenzó a salir con sus compañeras de trabajo, con un par de amigas que también se habían divorciado.
Le encontró el gusto.
Viajó, renovó su guardarropa, arregló el living, su lugar preferido, dio de baja al viejo sillón raído de tantos pies que se treparon a él.
Retomó las clases de música de la infancia.
Aprendió a ser feliz y disfrutar de su libertad.
Recibió un llamado telefónico…él pedía volver al departamento  provisoriamente, hasta que se organizara en su nuevo trabajo.
No iba a molestarla, apenas pudiera se buscaba un lugar.
Aceptó… y la savia comenzó a retirarse …se sintió marchitar…al poco tiempo descubrieron que él estaba muy enfermo, realmente muy enfermo.
Poco quedaba de ese eterno muchacho de buen humor, caballero, bromista, seductor.
La necesitaba, buscaba sus ojos tristes, sus manos siempre prontas… la vida se le escurría como agua entre las manos.
Suspiró, se obligó a levantarse del cómodo sofá, cerró la persiana, llevó el jarrito de café a la cocina, invadida por la comida nutricional destinada a alargar lo inevitable.
Se asomó a la habitación donde él dormía agotado por los dolores, encontrando el descanso en fuertes calmantes.
Fue a su propia habitación, encendió su velador, era tardísimo, al otro día la esperaba una larga jornada laboral.
El círculo se estaba cerrando, eran jóvenes todavía, comenzaron la vida adulta de la mano y al parecer así la terminarían.
La vida los ponía a prueba una vez más.
“Fue un gran amor”, pensó para sí misma….”Todavía lo es” le pareció escuchar que susurraba él.



Dedicada a alguien muy presente en mi memoria, recuerdos de la niñez, cuando todos nos reuníamos en casa de mis abuelos paternos



Patricia Figura, octubre de 2012

2 comentarios:

  1. Muy bueno, Patri. De una tremenda humanidad.

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    1. Gracias Norma querida, siempre sensible a las emociones fuertes, este cuento tiene mucho de real.

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