miércoles, 25 de enero de 2012

FUE HACE TANTO TIEMPO... (el final).

FUE HACE TANTO TIEMPO… (EL FINAL)

Verse reflejado en los ojos de ella lo golpeó casi tan fuerte como le golpeara el corazón cuando la conociera diez años atrás.
Ver ese terror, el horror de saberlo un vulgar raterito, un alienado, un posible asesino, cuando antes lo mirara con agradecimiento, ternura, pasión y finalmente con pena.
Que ella supiera que no supo enfrentar su ausencia, que todo lo bueno compartido no pudo convertirlo en un capital emocional que lo llevara a construir algo bueno de su vida… lo llenaba de vergüenza…de oprobio.
Se perdió en ese laberinto de callecitas de tierra, barro y basura que constituía “su barrio”, descorrió la frazada a cuadros que hacía las veces de la puerta de su choza… vio todo ese abandono, fetidez, pudrición como si fuera la primera vez.
En un segundo eterno y revelador, todas las imágenes pasaron por su mente atormentada, agobiada y neblinosa…. Vio a su madre, dentro de su humildad, pulcra, amorosa, planchando con esmero sus guardapolvos escolares, juntando peso sobre peso para los cuadernos, lápices, libro de lectura, yendo a los actos a sentarse en primera fila y rogando al fotógrafo que tomara la sonrisa de su hijo con su cámara.
A su padrastro llevándolo a cocoyito cuando iban a los corsos para que pudiera ver bien toda esa fiesta de brillos, plumas y lentejuelas.
Se vio a si mismo trabajando, honradamente, desarrollándose, era un pibe de barrio, pero encantador, prolijo, seductor…y una vez en su vida fue muy feliz con una mujer mayor que él, que venció su tristeza, soledad, desamparo en los brazos apasionados de quien la creyera inalcanzable.
Finalmente lo fue.
Y no pudo soportarlo.
Destruyó todo lo bueno que tenía a su alrededor, hirió a quienes lo amaron e hizo un desastre de su vida joven…. pero vieja y gastada a la vez.
Se acercó al camastro desvencijado donde dormía, descosió un costado del colchón de lana, sacó un rollo de dinero y lo escondió entre sus ropas, tomó un par de pantalones, remeras, ropa interior, las metió en un bolso y se fue… como si lo persiguieran demonios, corrió, le urgía salir de esa inmundicia, tomó un colectivo que ya estaba andando, pagó el boleto, no se coló como era usual, se recostó en uno de los últimos asientos y cerrando los ojos, dejó que las lágrimas fluyeran.
Consiguió una pieza en una pensión no demasiado alejada del centro de la ciudad, pagó un mes por adelantado a la casera con aspecto de buldog, era una habitación espaciosa propia de las casas viejas, con piso de gastados listones de madera que crujía a cada paso suyo, contaba con una cama, mesita de luz, un ropero apolillado pero que le sobraba espacio, una mesa de bar con dos sillas, el baño compartido con otras cuatro habitaciones le pareció un lujo casi olvidado, al igual que la humilde y pulcra cocinita.
Se anotó en un par de cafeterías que aceptaban muchachos a comisión, también en un curso de la cruz roja, para asistencia en dispensarios y centros de salud.
Cuando su aspecto cambió y se pudo volver a mirar en el espejo sin sentir asco ni rechazo, volvió por primera vez al antiguo barrio donde comenzara todo.
El corazón se le estrujó un poco al ver la casa donde ella viviera con su hijita, pero estaba cambiada, los nuevos dueños la habían reformado por completo, llegó hasta la esquina y con paso decidido se encaminó a la que fuera su casa, su hogar.
Escuchó las voces de su madre y su padrastro hablando de las flores antes de acercarse demasiado, estaban regando el jardín, le dolió verlos tan viejitos, pero a la vez le hizo bien darse cuenta que entre ellos nada había cambiado, que pese a haberlos abandonados ellos continuaron con sus vidas, igual de compañeros, íntegros.
Frente a ellos solo pudo llorar, desconsoladamente pidiendo perdón, no entendían nada, hacía rato que lo creían muerto o preso…muy despacio se fueron acercando, lo rodearon con sus brazos cansados de trabajadores, lo consolaron, como cuando era chico y los más grandes lo peleaban… después llegó el tiempo del perdón, las explicaciones, la bienvenida, le ofrecieron su antigua habitación, ellos estaban grandes, les vendría bien un poco de compañía y ayuda, él prometió pensarlo.
A los dos años de esa siesta fatídica en que los ojos del terror le demostraron toda la miseria humana en su esplendor, dio un vuelco para bien, en su cambio contaba con un ingreso regular, una pareja, un hijo por venir, se sabía bendecido por sus padres, estaban agrandando un poco la casa para que tuvieran más independencia…su mujer también trabajaba algunas horas por semana de doméstica, estaba tranquilo, ¿feliz?... Le hubiera gustado reivindicarse a los ojos de ella, que la última mirada no fuera la del horror, que viera su cambio, que logró  hacer algo bueno para él y para los suyos.
Pero la vida, así de caprichosa y cambiante no los volvió a cruzar, no pudo ver la aprobación en los ojos de la única persona que había tenido el poder de operar dos cambios tan drásticos y rotundos en él.
Hasta varios años después…. Una siesta soleada, con perfumes de azahares y brotes primaverales, una mujer menuda, de largos y brillantes cabellos que se sacudían robando destellos al sol al inclinarse en un stand de artesanos, le llamó la atención… y el nudo en el estómago le dijo que era ella.
La saludó con un hola apenas susurrado, y esa sonrisa que ella conociera de otros tiempos, con dientes  parejos y blanquísimos… ella al principio se quedó mirándolo extrañada, después sonrió, y las chispitas volvieron a sus ojos, no había miedo, no había horror ni repulsión…entendió que si alguna vez fue otra cosa que una persona decente, formaba parte de otra época, frente a si tenía un atractivo hombre bien plantado, fuerte y de mirada franca.
Cruzaron algunas palabras, quería que ella supiera lo importante que fue en su vida, en más de un sentido y a través del tiempo.
Ella se alegró por el cambio operado en él.
Si, ella estaba bien, se había casado nuevamente, tuvo dos hijos más, la vida había sido generosa, se puso feliz de saber que él también era padre,  seguramente era excelente en ese rol, se despidieron con un tranquilo abrazo y buenos deseos.
“Esta tan linda como siempre… siempre fue distinta, y una vez, aunque solo sea por un tiempo no muy largo…. Fue mía.”

Patricia Figura, enero de 2012

6 comentarios:

  1. Aprobado. Aunque vos sabés que yo hubiera preferido casorio con la rubia. Bue, no se puede tener todo en la vida. Al menos, se reivindicó. Y eso es un montonazo para el corazón de Susanita Liliana, jajajaja.
    Todo mi cariño y hasta la próxima historia (se me están convirtiendo en adicción, ¿será grave?)

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    1. jajajaj, me hiciste reir, ¿dònde dice que era rubia?. Eso es lo que me encanta de la gente que me comenta, ve cosas propias, detalles que yo ni siquiera sugerì, las cargas emocionales son diferentes y eso se ve en los comentarios, fijate que en mis cuentos hay someras descripciones fìsicas y nunca nombres, para que cada uno cree el personaje a su gusto y para vos la niña de sus ojos fue una blonda belleza. jajaj gracias!.

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  2. Me quedo con ese sentimiento, que ella supiera lo importante que había sido en su vida... te confieso que habiendo leído los anteriores, esperaba más acción! ja!

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    1. jajajaja no lo dudo Susi, vos esperabas un reencuentro como para incendiar la habitaciòn!!!!!! jajajajaj.... pero, no me saliò asì, se ve que lo que me tenìa preocupada era el camino de mugre y desazòn del pobre chico.... lo quise limpio otra vez.... aparte, dicen que "segundas partes nunca fueron buenas" jajajja, convengamos que la dulce y bella vecina ya habrà tenido sus años jajaj. gracias por tus comentarios.

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  3. Me encanto, muy fresco y agradable cuento. Espero seguir leyendo mas historias tuyas, felicidades!!!

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    1. hola Josè Luis! còmo llegaste a este blog? por los sitios literarios en los que publico?.
      què alegrìa saber que te gustò el cuento, como sabràs por los comentarios es el tercero y ùltimo de los otros dos que llevan el mismo tìtulo.
      Espero puedas leer este mensaje. gracias por tu tiempo.

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