domingo, 20 de marzo de 2011

SBOR AMARGO...


Sabor Amargo…
Sus ojos todo lo escudriñaban.
Si bien evitaba fijarlos en cualquier interlocutor que apelara a su franqueza interior… eran despiadados cuando se trataba de desnudar el alma ajena.
Emitía juicios…a quien quisiera escucharlos… se aferraba a sus ideas aunque estas la llevaron a la triste realidad que la escoltaba.
Con la puerta entornada… donde sólo una hendija oscura se podía ver…custodiaba los movimientos del barrio.
Pocos quedaban del lugar original.
Los más viejos se habían muerto con el tiempo… cayendo como hojas de otoño… sin hacer ruido pero dejando desnudo a quien fuera su hogar.
Pero todavía quedaba mucho por ver…era su entretenimiento… su droga… su especie de comunicación con el exterior.
Le decían “la solterona”…pasados los sesenta aunque su rostro sin arrugas y sin experiencias dignas de eternizar por la pluma de algún poeta… no registraba los años… pero el rictus amargo de sus gestos los hacía sospechar.
Le fastidiaban los gritos infantiles, vivos recordatorios de los hijos que nunca tendría, la música fuerte, los planes ajenos, las bodas de las hijas de sus amigas… de las pocas que soportaron su vetustez y acritud con que acompañaba cada comentario que hubiera podido ser feliz.
Sabía a qué hora exacta pasaba el camioncito de la verdura dos veces por semana, el sodero, los días en que la linda vecina nueva recibía a su “amigo”… si se quedaba a dormir o se iba temprano, si faltaba a la cita, si ella salía con amigas, si tenía los chicos ese día o los buscaba el marido, a quién veía el viudo de la casita de la esquina, si conversaba más con una que con otra, si el almacenero abría más tarde o más temprano, si la peluquera estaba al tanto de los chismes de las chicas del interior que alquilaban el mono ambiente que podía pasar por sauna y si no estaba actualizada ella se encargaba de hacerlo.
Pero aunque siempre había vivido ahí, en la misma casa desde que naciera, de ella nadie sabía nada.
Jamás respondía directamente una pregunta personal, ni hacía confidencias o comentarios propios…se sabía que nunca se había casado, que no había tenido hijos, que al menos en la casa, no había ni hombres ni mujeres que pudiera vinculárselos con un amor o una pasión.
Era la casa de sus abuelos, donde se crió su madre con sus hermanos… los hombres se fueron yendo donde el trabajo o el matrimonio los fue llevando, su mamá se casó de grande con un zapatero de por ahí nomás… que la “festejaba” desde siempre…cerca de los cuarenta la tuvieron a ella y pasaron a ser una familia junto con los viejitos.
Única hija, los primos venían mientras los abuelos vivieron… después se encontraban solo para cumpleaños o navidades…esa era una costumbre que seguía y que ella jamás se perdía…estaba al tanto de todo y de todos.
De joven había sido una linda chica, aunque no era del tipo de las que provocan grandes pasiones u obsesiones, tenía algo que alejaba a los “pretendientes”…en la tercera cita siempre algo de su extraña manera de ser salía a flote, era incapaz de disimular su enojo y la mayoría huía despavorido ante semejante malhumor… fuera lo que fuera que lo provocara…
Se dedicó a trabajar en una imprenta con una de sus amigas que era la hija del dueño, alquiló un par de habitaciones en la vieja casa cuando le quedó grande para mantener, con el tiempo consiguió un empleo mejor remunerado, pero su trato seco y distante provocaron que antes de cumplir el año decidieran prescindir de sus servicios, finalmente, por una cuestión de supervivencia, invirtió unos pesos en la casita, la dividió y vendió la parte del fondo, se hizo una reserva, cuidó el último trabajo que le ofrecieron… se clavó las uñas antes de dar rienda suelta a sus frustraciones y furias contenidas… peligraba su sustento y no tenía edad de conseguir otro trabajo fácilmente.
Todos sabían que existía pero nadie se ocupaba de ella.
Suponían cosas, esperaban algún cambio alguna vez… algo que indique que tenía vida propia, proyectos, intereses… fuera del inagotable amor por la vida ajena…pero ella jamás dejó entrever nada…sabía que le decían la solterona… no le importaba…sus secretos estaban bien guardados… escondidos, en una agenda de arabescos, vieja… muy muy vieja…que alguna vez fuera su diario… su única vía de escape… donde había escrito lo que nadie hubiera podido sospechar.
Ella tenía un pasado, un secreto y una historia…pero era de ella y de nadie más.

Patricia Figura, marzo de 2011

3 comentarios:

  1. jajajaj... quì lo sa.... no pensè en continuarla!... pero... podrìa ser...unos 30 años antes... jajajaj.besos.

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  2. Calculo que en cada barrio hay algo más o menos parecido. Por suerte, la que tenía en frente se mudo! jajaja!!!
    Pero me gustaría saber qué secretos gusrdaba en su diario...

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