lunes, 21 de marzo de 2011

CONOCÌA ESE ROSTRO...


Conocía ese rostro
Mirando las noticias quedé helada.
No es algo muy inusual que los noticieros completen su hora informática con asaltos, violaciones, crímenes varios, etc., así que la capacidad de asombro con el tiempo se va reduciendo, la empatía hacia lo “que pudo haber pasado a un ser querido” ya no es tan así y “los casos” como los llamábamos y recordábamos en nuestra infancia ya no son tales puesto que antes era algo para comentar durante años y ahora se suceden casi cotidianamente.
Pero esto era diferente.
Yo conocía el rostro que mostraban en la tele.
Había ido conmigo al cole, jugábamos juntas en los recreos, nos cambiábamos figuritas con brillitos y nos extrañábamos en las vacaciones.
Cuando era chica, siempre me imaginaba qué serían al crecer otros chicos de mi entorno, trataba de explicarle a mi mamá que era como si lo llevaran escrito en la frente.
“Y, si, puede ser” me contestaba distraídamente mientras preparaba el té familiar y le daba indicaciones a la señora de la limpieza sobre el día siguiente.
Por ejemplo “sabía” quién no iba a hacer absolutamente nada útil, si es que eso es enteramente posible, quién iba a tratar de tener una vida mejor a pesar de las limitaciones existentes, quién iba a mirar siempre lo del otro, fuera lo que fuese parecería mejor.
Estaban las lindas que toda solución vendría con un “buen marido”, estaban las futuras “profesionales” que trabajarían a la par de los hombres (el doble en realidad, aunque en ese momento no lo supiera, hay cosas de “adentro” que no se pueden delegar).
Y en cuanto a los varones el espectro era más amplio, los “herederos” de empresas familiares, los que triunfarían con la pelota, los que no les daba la cabeza para nada de nada, ni para el primario y los que parecían “malos”.
Aunque parezca raro, soberbio o increíble, casi no hubo errores o sorpresas.
Algunas, sí, muy gratas, verdaderas luchas con finales felices dentro de lo que la vida lo permite.
Pero creo que no estaba preparada para lo que ví.
Su rostro parecía casi igual al de los doce años, su cabello antes brillante y sedoso ahora era de un teñido estridente, opaco, seco.
Sus ojos que en algún punto parecieron tristes desde siempre, conservaban casi la misma expresión, como con la esperanza de que las cosas fueran a mejorar.
Era hermosa, realmente una de las nenas más lindas que conocí, era mi amiga.
No tuvo un buen hogar, nunca alentaron demasiado su educación, había que zafar y terminar, no aprender, capitalizar, tratar de avanzar.
En la adolescencia nos alejamos, si bien toda la vida la llevé en mi corazón, fue mi primera amiguita del cole, seguía todas mis travesuras, era tímida e insegura y yo pensé que su vida iba a ser la de una princesa.
Me equivoqué…diametralmente, realmente no ví lo que otros sí veían y aún respetando mis sentimientos, más de una vez intentaron deslizar mi venda.
No sirve, la venda se cae sola, a veces sucede más o menos a tiempo, otras….
Ahora me miraba desde un primer plano, una foto suya, claro.
Ella estaba muerta.
A mi edad, con mi infancia ligada a la suya, con esos sueños “para cuando sea grande” que evidentemente no se cumplieron.
Alcancé a escuchar que la encontraron en su departamento, sobredosis, suciedad, los chicos no estaban con ella…tenía hijos.
Iría a verlos? Les contaría de una mamá que no podrían relacionar con la que seguramente habían vivido?
De una nena que tuvo una muñeca articulada a la que le puso mi nombre y yo me sentí explotar de orgullo, que quería ser decoradora de interiores, que tendríamos un departamento “ re lindo” y novios que nos amarían eternamente.
Qué pasó?. Ya no voy a tener esa charla que quedó pendiente veinte años atrás, ni me voy a acercar a sus hijos, no me corresponde, seguramente dentro de lo que fuera que haya vivido había sido una buena mamá. Quiero creer eso.
No lo puedo asimilar, …ya no está, y era tan linda…y ni siquiera se daba cuenta, siempre se sintió “como de oferta”, pensé que con los años eso había cambiado, le perdí el rastro.
Apagué la tele, me puse las zapatillas y salí a la soleada siesta de otoño, a caminar por calles que ella ya no podría recorrer.

Patricia, febrero de 2009

3 comentarios:

  1. Es la destrucción interior que surge de la falta de autoestima. Muy bueno. Abrazos

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  2. Triste y más que real, a cualquiera de nosotros nos puede suceder.

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  3. El futuro no esta trazado en ningún rastro que vamos dejando en nuestro transcurso de la vida, esta se va forjando en los pasos aun no descubiertos. Siempre el destino nos esconde lo esencial de la vida y ese es nuestro final. La manera en que la vivimos no nos demuestra que algún día pueda cambiar su rumbo. Es la incógnita eterna. Todo es tan relativo. Ya nada aparenta ser lo que es.

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