EN EL MISMO LUGAR.
Ese
día, al igual que tantos otros, ¿cuántos miles? ¿podría sacar la cuenta?, se levantó
al alba.
La miró dormir, su naricita apuntando al techo y la
media sonrisa que jamás la abandonaba, ni
siquiera cuando intentaba hacerle entender algo…lo que fuera que se negara a
ver, pero ella sabía, ella entendía y de alguna manera, sin que se sintiera
ofendido o dolido, terminaba entendiendo él también.
Su trabajo era así, su “otra”, sus tripas, su lugar
donde también encontraba una familia paralela a la que formó, un laburo en sus días adolescentes que comenzó
como un juego donde el hermano mayor era el guía, la confianza y seguridad.
Se sumaron un par de amigos.
Uno
se convirtió en un hermano más.
La facha, la alegría, la fama… todo en un entorno
escolar…¿se podía pedir algo más?.
La timidez se iría con el tiempo.
Sus parejas fueron largas .
También hubo de los otros amores, esos que no llegan
a serlo, pero que dejan su huella, para
bien o para no tan bien.
Pasó a ver a los chicos, dormían como que el mundo
les perteneciera…él colaboraba con esa paz, buena parte del día lo pasaba con
ellos, los cuidaba, estaban a su “cargo”… por suerte podía disfrutarlos.
Los fines de semana muy de vez en cuando atenazaba
la culpa, sobre todo esos domingos de sol radiante donde él encerrado en una
caja hacía compañía a miles de oyentes y
no podía tirarse en una plaza con su propia troupe.
Pero estaba su partenaire, que sabía transformar días
de sol en aventuras mientras “esperamos
a papá”.
Se
subió al coche, los mates los tomaría allá, en su otro hogar, mientras
terminaba de despertarse.
Le parecía que su vida no tenía emociones dignas de
trascender, siempre en el mismo lugar, haciendo lo mismo, día a día, mes a mes,
año tras año.
Le quitaba chispa a su persona?
Había cambiado mucho en tantos años?
Se había estancado?
Lo bueno de conducir a esa hora es que solo tenía que
preocuparse de los que cruzan a lo loco pensando que no hay nadie más dando
vueltas.
Pero de alguna manera, si elegiste bien, no es
siempre así?
Si todo está en orden, ¿para qué cambiar?
Otro
trabajo lo haría feliz?. No, de ninguna manera.
Saber
que en cada puerta había un rostro amigo, tenía precio?
Absolutamente
ninguno.
Llegar
a casa, a la tarde y encontrarlos…¿se podía comprar?
No.
Era un éxito.
De alguna manera estar rodeado de vidas que
recomenzaron una y mil veces, donde los altibajos estaban a la orden del día,
los cambios, las idas y vueltas, los finales no tan felices y comienzos
lindando en parches y no en revanchas, le hacía creer por momentos que su vida podía
ser aburrida ante ojos ajenos.
Más allá de cualquier contratiempo o dolor como
cualquiera que esté vivo, la había pegado, era una buena vida.
Estacionó como de costumbre.
La
vieja fachada lo recibía una vez más.
Un nuevo día comenzaba.
Otra
vez estaba en casa.
Patricia Figura, febrero de 2013
otra vaz en casa... se lo que se siente. Me gusta
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