Desde el
Pupitre.
Llegó
con su sonrisa pronta, toda la timidez del mundo, un guardapolvo prendido
adelante y poco más
que una carpeta simple, biromes y toda la expectativa de un mundo nuevo, ajeno
a su pueblo, perdido y querido en el norte de la ciudad.
Era el nuevo.
Sencillo,
humilde, tranquilo.
Presto para aprender, dar una mano, ofrecer su
desconcierto ante tanto movimiento de gente, alumnos, profesores, preceptores
en un colegio que le parecía un laberinto interminable.
Su tonada le daba una grata particularidad, en
seguida hizo amigos… aún hoy forman parte de su entorno, de su vida, su familia
y su trabajo.
Al principio apenas si separaba su pupitre del
asiento, no quería molestar, sus ojos no se cansaban de mirar a uno y a otro,
por momentos sentía que le hablaban en inglés…y era así, en la escuela nueva,
de su nuevo lugar durante dos o tres horas semanales se hablaba ese idioma.
Cuando el año terminó, era uno más, totalmente incluido,
desinhibido, travieso y con esa sonrisa tan linda y particular, que sin embargo
no le daba la confianza que necesitaba…para acercarse a ella, de otra manera,
no como su profe para las materias que necesitaba ayuda, no como compañera de vóley
en los pic nics de primavera…para poder expresar con un beso todo lo que sus
pensamientos le dictaban desde el pupitre.
Se sentaban relativamente cerca…no lo suficiente.
Eran amigos.
Era la “linda” entre las más lindas….
Le demostraba
el mismo trato que a todas sus compañeras, le hacía bromas, le contaba alguna anécdota
de su lejano lugar, le encantaba cuando ella se reía, una carcajada fuerte que
nada tenía que ver con su apariencia formal.
Belleza clásica, sin embargo voz grave y actitudes
recias, nada de princesa, aunque en su hogar conservador había sido educada
como tal.
Él dibujaba distraídamente con la punta del lápiz en
su pupitre, mientras fingía escuchar a toda la retahíla de profesores que iban
pasando horas tras horas.
Su
impaciencia por llegar al colegio no era por lo académico.
Eso
estaba más que claro.
¿Pero
cómo traspasar esa fría distancia para tornarla más personal?.
Ella era mención de honor…siempre rondando la
bandera.
¿Quién era él para tener una oportunidad?.
En los años finales de la secundaria, su corazón tenía
bien claro que lo suyo era amor…solo uno de sus compañeros y amigo personal
supo la verdad.
Pero…tampoco era de la idea de mezclar
enamoramientos con las “chicas del curso”…”es para lío si después todo sale mal”…”me
parece que un chico del club le pidió arreglo”.
Sobre
llovido mojado.
Su pupitre era testigo de ese ¿maquinal? dibujito que
hacía invariablemente mientras las materias y los años se iban sucediendo.
El último día de clases, se acercó, cuando el aula quedó
vacía, a ese viejo banco que lo recibiera cuando su ya querida escuela lo cobijó.
Pasó
un dedo despacio por esa minúscula marca, camuflada entre sumas, restas, machetes, fórmulas
de física y teoremas… era una inicial “su” inicial, la del nombre que le había provocado
el primer nudo en el estómago, la que representaba esos ojos que podían ser
helados, pero también muy cálidos y risueños, la que se dibujaba en el cielorraso
en esas noches en vela.
Su secreto.
Celosamente guardado y solo con su hermano del alma había
compartido.
Muchísimos años después, en una reunión de ex
compañeros, entre anécdotas y confesiones propias de un momento íntimo entre
pocos, por un segundo el hombre seguro, atractivo, bien plantado y con una
notoriedad bien ganada con los años, volvió a ser por un minuto el adolescente tímido
de pocas palabras.
Y casi en un susurro dijo.” Yo en la secundaria
estaba enamorado de…” todos dieron vuelta la cabeza para mirarlo, había tanta
ternura en su querido rostro que los abrazos y apretones amistosos le llovieron
como si hubiera anunciado su boda.
Una pena que la musa inspiradora de ese sentimiento
tan limpio que es un amor de secundaria, jamás haya sabido que había alguien
que la quería mucho, que le gustaba y que tenía un corazón gigante para
compartir.
Pero bueno, las historias de amor son así… y aunque
pasen los años, los finales, por suerte… nunca se saben.
Patricia Figura, febrero de 2013
Un tierno amor adolescente, de esos que se guardan en silencio y en el alma.
ResponderEliminartal cual susi...esos amores que dibujan sonrisas aùn a travès de los años.
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