Castillo….de
Naipes.
Era inevitable el embrujo que sentía por esa
derruida mansión antigua…muy pero muy antigua.
Emblemática
de la ciudad en la que vivió siempre.
Con el frente oscurecido, por los años, la intemperie
y los cambios climáticos.
El
mirador cubierto la hacía pensar en un atelier, un refugio para la necesaria
soledad del arte que paradójicamente era lo que la conectaba con el mundo, con
lo social.
Frente a la lejana costa, muy apartada dentro de su
encantadora muralla de hierro forjado, obra de algún genio muerto seguramente muchísimos
años atrás.
Las
persianas bajas como párpados cerrados.
Podía dormir esa vieja casona en realidad?
Encontrarían sosiego sus anchos muros testigos de
generaciones de juegos, fiestas, nacimientos, defunciones, llantos y alegrías?
Le
gustaba llegar caminando hasta bordear sus jardines.
Más de una vez su familia le advirtió que no fuera
sola hasta allá, estaba demasiado apartada, podía haber merodeadores, ocupas, indeseables.
Los apartaba molesta.
Nada
de eso respondía a sus fantasías sobre “su” lugar….la ansiaba.
Seguramente costaría una fortuna ponerla en
condiciones.
Su cañería estaría seca o medio podrida, la instalación
eléctrica seguramente sería externa con los cables pintados o empapelados tal
como se hacía en la época de su esplendor.
¿Tendría mobiliario en su interior?
Jamás
tuvo un cartel que indicara una venta, alquiler o sucesión.
Si caminaba hacia el extremo del portal de hierro, podía
ver en la parte trasera un borde de piedras viejas, seguramente una piscina abandonada en el parque que precedía
a las cocheras o caballerizas.
Era perfecta.
Era soñada.
Era
suya de alguna manera….si
tan solo pudiera entrar una vez….una sola vez….tendrían que sacarla con fuerzas
especiales de su interior.
Tan desprendida en lo material, esa casa la tenía atrapada
desde su más tierna infancia, le había inventado mil historias, le habían
contado muchas más….había confusión y que
supiera ningún registro válido de sus verdaderos dueños o herederos.
Una vez más asió el torneado picaporte de la reja…quedó
helada y el nudo de emoción le cerró el pecho.
Ese viejo y bellísimo portón le dio paso por fin después
de tantos años al interior del parque que bordeaba la mansión.
Miró alrededor y por supuesto como siempre el lugar
alejado parecía no pertenecer a ningún ser vivo, malezas, camalotes bordeando
la playa en desuso, ni siquiera un perro
vagando.
Disfrutó
de cada paso que dio hasta llegar a la puerta maciza y oscura…. Las ventanas de la planta baja con sus vidrios emplomados y sucios estaban como
siempre…espió el interior.
Mejor
aún….ingresó.
La escalinata de mármol gris con su baranda torneada
la hizo sentir que ya había estado allí, al igual que el piso en damero y el
gigantesco vitreaux que daba a la galería interna.
¿Cómo podía ser? Seguramente el arquitecto de la época
había copiado la estructura de algún palacete europeo y ella lo habría visto en
algún libro de arte.
Pero
no, la sensación iba más allá de eso.
El resplandor del sol de la tarde al entrar por los
ventanales fijos y algo rotos del costado le hacía ver todo como en una nebulosa,
como si estuviera encandilada… fue hacia el fondo, quería ver la alberca,
seguramente con agua de lluvia podrida acumulada a través de los años.
Los pisos eran entarimados que crujían a cada paso que daba, largos listones de
madera, olor a pinotea…
Pudo ver la puertaventana seguramente traída de Francia,
ya que fue allí el lugar donde se pusieron “de moda” siglos atrás, y los árboles añosos del fondo, la glorieta cubierta de Santa Rita
creciendo y desparramándose como bendiciones., más cerca el conocido borde de
piedra que circundaba lo que fuera la piscina familiar.
Estaba
a escasos metros de la puerta que debía atravesar para llegar a ese oasis donde
sentía que se había sido muy feliz, en algún tiempo, alguien o muchos….podía
sentir la alegría flotando en el aire.
Y también la angustia… como más reciente….algo indefinido
que le provocaba dolor.
Con el ceño fruncido dio un paso más y un ruido seco
la hizo detenerse, tal vez la madera podrida o el llanto del lugar.
Afuera se estaba nublando, gruesos y grises
nubarrones la saludaron desde la tierra de los cristales.
Reanudó
su andar y lo último que escuchó fue su propio grito.
El suelo se abrió bajo su escaso peso y casi sin
darse cuenta cayó varios metros…jamás en sus fantasías pensó que la casa
tuviera sótano…. El olor a agua estancada, moho y animales muertos le cerró la
garganta y el llanto se ahogó en su pecho.
Todo
lo maravilloso que había vivido se estaba derrumbando con un dolor
insostenible.
Cuando pensó que ya no podía soportarlo escuchó que
su esposo la llamaba.
Sintió sus manos fuertes, enérgicas sacudirla….repetía
tu nombre.
_¿ Qué pasa? Te escuché casi gritar…¿una pesadilla?
¿por qué llorabas?_ estaba en otra habitación y sin embargo se dio cuenta de
que algo pasaba en la alcoba.
_Porque me caí_ respondió tontamente ella y sin
poder salir del todo de su sueño_ todo
se está cayendo_ repitió más para sí misma que para él.
Patricia Figura, diciembre de 2014
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