UN NUDO MUY
ESPECIAL….
Los
nudos pueden significar muchas cosas.
Un recordatorio, un final, algo que no debe seguir
desatado, una emoción.
Esto último resultó ser lo que sentí al comienzo de
este cuento no tan cuento.
Todo comenzó con una llamada al celular, un número
desconocido…. Y una voz más extraña para mí, aún.
Una entrevista laboral….¡ y como docente!!!!!, algo
que hacía años no me ocurría, si bien estuve alejada del cálido ambiente
escolar como maestra jardinera, fui asidua participante como mamá, un año atrás
decidí volver al ruedo, pero claro, ya no era tan fácil….y menos con la edad.
Con
un nudo “en el estómago”, fui puntualmente a la cita, me di cuenta de que a los
veinte era más osada, tenía menos miedos…. Pero estaba ahí, esperando a mi directora la “mandamàs” y a la
psicopedagoga, la “mandatambièn” para pasar al despacho.
Grande fue mi sorpresa cuando me atendieron en ropa
de fajina y muy manos a la obra para
terminar el nuevo colegio en tiempo record para el comienzo de clases.
No era un simple reemplazo, era uno de larga
duración, sala de cinco años, todo un desafío….ni pensar en rechazarlo, pero el
nudo me apretaba cada vez más.
Ni qué hablar de cuando fui a conocer mi futura sala,
repleta de cajas forradas que escondían vaya a saber uno qué!!!…cantidades de
papeles afiches, cartulinas, cartones, fibras, fibrones, témperas con todos los
colores del universo…¿qué voy a hacer con todo esto??????...nunca voy a
terminar de usarlo.
Las palabras “inventario”, “planificación”, “ejes temáticos”
se me aparecían en sueños.
El nudo seguía presente. “Vas a poder”, “te vamos a
ayudar”, “vos pregunta, va a estar todo bien”…. Eran las frases que recibía de
todos.
Hasta
que los vi a ellos.
Los
chicos….y me enamoré.
Esos ojos confiados, plenos de amor, los bracitos
tiernos dispuestos al abrazo, a la caricia, al juego…. La impaciencia porque la
actividad comience, las ganas de participar y de incluirme en pequeñas
anécdotas familiares hicieron el resto.
Desaparecieron los años fuera del aula, los motores
se pusieron en marcha, la alegría y la diversión fueron de la mano con los
valores, el aprendizaje y los contenidos propios de la sala.
Ese
nudo cambió de lugar, ahora está en mi garganta.
No puedo evitar emocionarme cada vez que pienso en
ellos, cada uno es único, no solo por su individualidad, sino por lo que
generan y transmiten, sus gestos, sus modos, las sonrisas que me dibujan el
alma.
Esa sala verde que me devolvió la adrenalina de
poder transmitir y recibir cada mágico segundo que dura la jornada, cuando
tanto los nenes como yo, dejamos nuestra familia en el umbral del colegio para
transitar un camino maravilloso, juntos,
que no olvidaremos jamás.
Patricia Figura, mayo de 2014
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