¿Qué querès que te conteste?
Al
mejor estilo autómata puso la cafetera para cuatro cafés.
Sacó la lecherita de la heladera y la puso en la
mesa.
Anotó mentalmente que era la última manteca que
quedaba y la mermelada de frutillas estaba casi en el final.
La
pava silbó.
Puso el saquito de té en su taza personal y vertió el
contenido cuidando de que al salir el agua hervida no saltara hacia su otra mano.
Mientras tomaba
color y fuerza, lo dejó en la mesa y fue a despertar a los chicos que jamás hacían
caso al despertador que les ponía cuidadosamente todas las noches.
Escuchó a su marido en la ducha, tan estructurado,
tan práctico, tan meticuloso….su hijo mayor se le parecía más de lo que ellos
mismos creían.
Paso por la habitación de los varones, los llamó
desde la puerta, siempre a las corridas, apurándolos, con el reloj en contra.
Pasó por la de la nena, todo un mundo rosa, de
peluches y muñecas con disfraces colgando desafiando la gravedad…¿alguna vez estaría
ordenada esa habitación?.
Le dio un beso, era su bebota, la fue despertando…. Su hija estiró los brazos y con
los ojos cerrados la abrazó fuerte…. se permitió unos segundos de demora,
oliendo su cabellito limpio, su piel fresquita….”¿qué querès que te conteste?”
es lo que había escrito en el chat la noche anterior, en su refugio, su mundo
privado, su catarsis, su esparcimiento y evasión.
La
conversación volvía una y otra vez a su mente.
No podía evitar la sonrisa en su rostro, pero
tampoco la preocupación en sus ojos.
“¿Por
qué debería preocuparme?, a esto lo manejo yo, es un juego, una pavada…. No es
nada…. Es para matizar la rutina, los interminables días laborales bajo presión”
Cuando todos se fueron por fin al colegio y a
cumplir con sus obligaciones, se dispuso a ir ordenando todo despacio, ella ese
día tenía horario cambiado, iba de tarde, anotó mentalmente algo más, llamar a
la niñera para que de camino pase a buscar los jeans del mayor que dejó de la
modista frente a su casa.
Se sentó disfrutando del silencio de casa vacía, miró
los lugares que ocupaban cada uno, tan típicos, tan conocidos...la taza de su
hijo, el del medio, siempre con restos “no tomo la borrita mami”, la de la
nena, limpia hasta el final acompañada de tostadas rebosantes de dulce, el
mayor….la dosis idéntica a la de su papá, sus mismos gestos….con sus rituales a
cuesta.
Su
mente una vez más viajó a esa ventanita de chat que le aceleraba el pulso
aunque lo negara mil veces.
Todo comenzó unos meses atrás, cuando por face la
invitaron a formar parte de un grupo de colegas.
Por lo general no aceptaba a nadie fuera de su
entorno inmediato, pero el grupo estaba formado y ella accedía sólo si quería,
le pareció bueno estar más en contacto con gente de su profesión así que aceptó y después de leer los primeros post se dio
cuenta que de lo último que se conversaba era de lo laboral.
Era como el refugio ajeno a todo lo problemático, lo
pesado, las mochilas quedaban a un lado, se compartían debates de lo más
absurdos, intercambiaban opiniones sobre temas de actualidad, dándoles cada uno
una visión ridiculizada, no eran más de veinte personas, pero podían parecer
mil por la velocidad en que interactuaban, por lo general ponía en “silencio”
la compu porque el sonido de entrada de mensajes era permanente y ya a nadie en
su casa escapaba a reconocer cuando ella se “sumergía” en el chat privado.
Al
poco tiempo de unirse ella, un nuevo nombre se agregó a dicho grupo.
Y
sus entrañas saltaron….literalmente.
Toda una cornucopia de recuerdos, dulces y amargos
invadieron su mente en cuestión de segundos.
Ese
nombre había significado su mundo durante varios años de su época de
estudiante.
Desde el primer momento en que lo vio entrar a la
misma comisión que ella codeó a su amiga y revoleó los ojos….”ya tenes un
incentivo para venir a dormir a esta cátedra” le contestó su compañera.
Lamentablemente cursaban solo tres materias juntos…
bah, junto a otras cincuenta personas, pero la alegría que le provocaba verlo
entrar, siempre un poco tarde…la dejaba asombrada a ella misma.
Divirtiéndose con su compañera con mil estrategias
distintas, logró hacerse “casi” amiga, sentarse relativamente “a mano” para
intercambiar apuntes, datos, etc.
Simpatiquísimo, amable, sonriente pero muy chinchudo
también, pronto aprendió a reconocer los días en que era mejor tenerlo a mil km
de distancia.
Pero
tenía un defecto… que podía llegar a ser muy grave: novia.
Jamás se iba a olvidar del día en que salían
conversando de la última materia de la semana y vio la sonrisa gigante que se
dibujaba en el rostro de él mientras agitaba su mano en dirección a alguien.
Casi la deja hablando sola y fue caminando rápido a
su encuentro, la abrazó y le dio un beso que pareció durar no menos de cuarenta
minutos.
_¿Será la hermana?_ le preguntó a su amiga, casi en
estado de petrificación.
_¿Vos sos estúpida?. A la hermana le va a dar
tremendo pico?_
_Hay personas que son así, incluso madres e hijos._
_Bueno, nena abrí los ojos porque esta no es la
madre ni la hermana._
Después supo que era su novia desde hacía ya más de
dos años, que vivía en un pueblo y venía los viernes a la capital a quedarse
con él hasta el domingo a la noche.
Eso echaba por tierra toda la fantasía que había construido
con él, irse juntos de alguna fiesta de la facu, encontrarlo en algún boliche,
besarlo durante quince horas seguidas, casarse, tener media docena de hijos con
él… en fin… toda la vida perfecta que se había armado y que sentía al alcance
de su mano.
Por algún motivo no lo pudo arrancar totalmente de
su mente a través de toda la carrera, tenían amigos en común y se mantenían en
contacto permanente, prepararon un par de materias juntos, pero la ilusión de que
la distancia semanal con “esa” hiciera un socavón en la relación, quedó sólo en
eso… antes de obtener el título se casaron y ella ante lo evidente tomó nuevos
rumbos.
Durante
años no supo más nada de él.
Era
como si se lo hubiera tragado la tierra.
Ella se casó, formó la familia tipo Ingalls, mantuvo
su rutina durante años, el mundo perfecto con el marido atento y trabajador,
los hijos buenos y su trabajo que si bien no le encantaba, era lo que había elegido.
Hasta
que su nombre “ese nombre” pasó a engrosar su lista de “amigos conectados” y a
partir de ahí, fue como si todo volviera atrás, evidentemente el sabor dulce
del primer amor no correspondido pero que despertaba sus ansias de verlo, conversar, compartir, estaba
vivo en algún lugar de su corazón.
Hasta la última conversación, cuando él la invitó a
encontrarse, a tomar un café y charlar tranquilos sin tanta mezcla de frases
combinadas con otros veinte, tenía muy grato recuerdo de ella y su época de
estudiante.
Quedó tildada…no es que no fuera usual compartir un café
entre colegas, pero él no era de los de su ciudad, no era un habitué….venía una
vez al mes y para eso faltaban diez días.
La tomó de sorpresa…¿qué querès que te conteste?....
fue todo lo ingenioso que se le ocurrió poner en el chat (no en el grupal, como
msj privado).
“_Si podès o no_” fue la sencilla respuesta de él.
“Debe pensar que soy una caída del catre”….finalmente
y dejando una puerta abierta le puso: “ok, te confirmo el día anterior, acá con
los chicos y mi marido nunca se sabe si no surge algo…bs.”.
_Dale, recordemos viejos tiempos._ y se desconectó.
Suspirando con la inevitable sonrisa dibujada en su rostro
fue levantando los restos del desayuno, miró la hora, prendió la compu…. Quería releer la conversación,
marcó el número de teléfono de su amiga y compañera desde aquellos días juveniles
donde era tan romántico sufrir por amor.
_Hola…. Gorda??? ¿A que no sabes quién me invitó a
tomar un café para recordar “viejos” tiempos????_ y los últimos años
adolescentes volvieron a cobrar vida una vez más.
Patricia Figura, septiembre de 2013
Me resulta muy bien, amiga. Grata narración.
ResponderEliminarBeso
hola Josè! siempre tan amable en tus comentarios!!!!
Eliminarno lo vas a continuar?
ResponderEliminarmmmm.... qui lo sà....
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