Un verano,
muchos años atrás.
Fue el primero en tantos años que la encontró en la
sofocante ciudad.
Fue el
primero en tantos años que la encontró casi en paz.
Un barrio con mucho movimiento pero tranquilo, de
vecinos trabajadores, un poco chusmas entre sí, pero nadie se metía con ella,
nada pasaba de un saludo.
A todos les llamaba la atención el cambio operado en
el chalet comprado poco tiempo atrás por la joven pareja, con jardín y
parquecito para la pequeñita hija de ambos.
Mucho trabajo los fines de semana, arreglos,
mejoras, plantar, cortar el césped, regar, cambio de vereda, instalación eléctrica,
amoblamientos a medida, todo en equipo.
Mucho
ir y venir dentro y fuera del hogar.
Los fines de semana la familia y los amigos eran
infaltables.
Todo un ajetreo alrededor mientras ellos se alejaban
cada vez más.
La insatisfacción de él era permanente.
La agresión también.
Humillación
y maltrato full time a solas, el marido soñado frente a todos los demás.
Vacaciones en el mar año tras año, lo mejor, lo más cómodo,
arenas ideales para parejas enamoradas.
Para parejas sanas que disfrutan del bienestar
logrado con esfuerzo.
Ese no era el caso, nada se valoraba, él siempre
miraba lo que otro había conseguido, nadie merecía bienes materiales mejores,
tampoco merecían la seguridad proveniente de generaciones anteriores…nadie le
llegaba a los talones.
Ella recibía sus frustraciones, hablaba durante
horas, lo calmaba, le demostraba sus bendiciones, era la única que había permanecido
tantos años a su lado, nadie soportaba su mezquindad, los amigos iban cambiando
a medida que lo trataban, él se escudaba en ella “es la bruja, no te puedo
ayudar, tengo problemas con ella después” “arreglate con mi mujer… ella
controla todo, no quiero más problemas de los que tengo” “ yo de mil amores te
doy una mano en esto… pero no puedo volver a casa después “.
En su momento, le creyeron, cara de pobre tipo que
se hizo desde abajo, su esposa había pertenecido a familia mejor avenida, con preparación
en estudios desde generaciones, pero sobre todo gente buena y con el tiempo los
de alrededor dejaron de creer en las excusas.
Fue quedando solo.
Ella
estuvo enferma un tiempo, gracias a su hija que le dio fuerzas y a la familia salió
adelante, las amigas hicieron un frente unido, una barricada al loco que
pugnaba por tener ya fuera por las buenas o las malas lo que según él le pertenecía.
El era el “dueño” de su mujer y si lo dejaba iba a
ser responsable de la locura que podía llegar a hacer.
Luchó con uñas y dientes, pero siempre con malas
armas, con mentiras, traiciones, golpes bajos….lastimó y mordió cada una de las
manos que le tendieron a lo largo de su pobre vida.
La providencia, Dios, la buena suerte, el momento
justo… todo confabuló para poder quedar del otro lado de las rejas que
limitaban el hogar que fuera familiar.
Una noche, cuando su hijita horrorizada intentaba
escapar de un papá casi desconocido en su furia
y alcohol, el barrio actuó y un patrullero se llevó al desquiciado
quien, “borracho pero no estúpido” se cambio, colocó sus pertenencias en una
bolsa de consorcio y en un pobre acto público entregó las llaves del que fuera
el último hogar conyugal.
A partir de ese momento comenzaba una batalla sangrienta en los tribunales de la ciudad…cuanto
más se le cedía con tal de lograr la paz para quien fuera su esposa y para la
hijita de ambos, más se enfurecía… no podía
soltar su presa, la depositaria durante años de su ira… al no tener a quien
violentar, él se sentía miserablemente desvalido ante sus propios ojos.
Llegó
la calma.
La
lucha continuaba, pero tanto madre como hija cada día eran más fuertes, más
sanas, más seguras… más felices también…la casa se llenó de vida, de color, de amiguitas
para jugar en la pile, en la hamaca, llegaron los carnavales, los corsos, música
durante el día, helados y una peli a la noche.
Jamás perdió contacto con el padre, la nena
intentaba separar el amor del miedo, era chica, a veces quedaba agotada,
triste, en los brazos de su mamá, de sus abuelos, cargaba fuerzas, crecía más
libre, más tranquila.
Fue
el primer verano en muchos años que el mar no bañó sus piernas, que el arena
blanca y caliente no consoló los pies cansados del largo año laboral, el verde
de los morros no coloreaba sus retinas tristes… pero fue el primer verano en
paz por lejos…el
primero de otros tantos en que tal vez no siempre pudo salir de la ciudad, pero
la tranquilidad de espíritu nunca se fue.
Más allá de los problemas que como cualquiera pudo
atravesar, ya no tenía una cruz pesada, agobiante, que por poco no le costó su
vida siendo tan joven.
Con los años, ella y su nena formaron una familia,
grande, fuerte, sólida, sana, donde se sumaron abuelos, tíos, primos, cuñados,
hermanos…fiestas, momentos difíciles, momentos dolorosos también, la vida y la
muerte les toca a todos en algún momento.
Pero nunca más sintieron miedo, la sensación de
peligro, de acecho, de perversión, de maltrato se esfumó con el enfermo.
Todo el camino se recorrió junto, las pruebas y
dificultades cotidianas terminan cuando termina la vida, la diferencia es que
si uno está donde debe estar, la carga no es tan pesada.
Y ser feliz a pesar de cualquier problema por difícil
que sea su solución, cuando uno se siente en equilibrio es posible.
Un verano, muchos años atrás, una cruzada comenzaba.
No hay peor enemigo que el que llevamos dentro, las
oportunidades existen y la pereza aunque sea para nosotros mismos es un pecado
capital, los problemas no desaparecen hasta que no los atravesamos y aún así no
se esfuman, se solucionan como se puede y de acuerdo a la realidad de cada uno.
Patricia Figura, enero de 2013
Ojalá todos los casos terminaran igual
ResponderEliminarlamentablemente los menos Mònica querida...lamentàblemente.
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