PARADOJA.
Volaba sobre el asfalto, no literalmente, claro,
pero iba solo…. confiaba en el cinturón de seguridad y los múltiples airbags,
no era un coche último modelo, pero su alta gama no lo hacía necesario.
“Contigo o sin tì” de U2 invadía su bunker que paradójicamente era su mayor sensación de
oxígeno, de libertad.
Aún después de tantos años, visitar un nuevo lugar,
aunque fuese un pueblo en una provincia cercana a la suya, sabía que podía depararle
sorpresas….algunas era mejor no
tenerlas, no se llevaba bien regulando tentaciones.
Era un trayecto laboral.
Pero tuvo la suerte, la sabiduría o el don de
transformar trabajo en placer.
Cada rostro asimétrico, abdomen surcado después de
cobijar vida durante meses, gestos de fatiga en una cara que fuera fresca y
tersa no mucho tiempo atrás, jóvenes luchando por verse reflejadas en el
espejo, tal como se veían en sus sueños, mujeres adultas con sus deseos
intactos aún cuando ya la gravedad no las acompañe de la mejor manera.
Claro que el campo había variado mucho en los últimos
años, los hombres habían incorporado el “verse bien” más allá de un buen traje
o un carísimo pret à porter.
Vio los carteles que le indicaban que había llegado
a destino, cuatro horas de consulta en
una solariega clínica, rodeada de verde en todos sus tonos y ese aire tan
especial que tienen los pueblos de montaña.
La sonrisa “de propaganda” que lo precede hizo su aparición
oportunamente ante la secretaria que inmediatamente se puso a su disposición en
el amplio término de la palabra.
Acostumbrado pero no por eso menos divertido a la reacción
femenina, después de un par de amabilidades, buscó quedar un rato a solas en el
que sería su recinto en el resto de la jornada, sacó sus infaltables recursos “on
line” que lo mantenía conectado tanto con sus herramientas laborales como con
el resto del mundo…. Siempre que él quisiese que el mundo lo ubique.
Después de unos cuantas consultas por aumentos de
senos, “desgrases varios” y algunas correctivas, hace su aparición un par de
piernas largas con esa curva entre el
final de la espalda y el principio de la cadera que solo se puede tener siendo
muy joven ( o muy escoliòsica)….pechos no muy grandes pero absolutamente
armoniosos con el resto, gesto pícaro, desenfadado….y una nariz horrible.
A la sonrisa de propaganda le quedaron escasos los
dientes para demostrar su alegría al ver matizada la tarde, así que por si no
fuera poco para lograr el encantamiento femenino, echó mano de lo que jamás
fallaba, la aparente e insalvable
distancia entre médico y paciente, endulzada por un par de ojos claros que
conservaban un resabio adolescente…. cuando no se transformaban en hielo,
pero ese no era el caso.
Obviamente el enfoque fue esa fea narìz que
arruinaba el resto de la escultura.
Se convino fecha y hora para la intervención.
A la semana se realizó felizmente….claro que para
dar la revisión final, la joven poco más que veinteañera, debía mover su lindo
cuerpito hacia el lugar de rutina de su Pigmalión, esperar pacientemente a que una serie de vendas cayeran antes de que le
tocara el turno a la suya.
La
acompañó su novio, así de paso paseaban por la provincia vecina y estrenaban el
resultado con alguna selfie.
En la coqueta mesa de entrada, una mujer de mediana
edad y que milagrosamente aparentaba mucho menos, los saludó muy amable pero
sin demasiado entusiasmo.
Mientras iba hacia uno y otro lado dentro de un par
de pantalones que no solo tenían el calce “perfecto” sino que eran llevados conscientemente
pero como al descuido…. El novio de la Diosa hacía algunos planes mentales.
Al fin le tocó su turno, entró sola, por supuesto… después
de demorar el cortez saludo una fracción más de lo habitual, esbozó una sonrisa
expectante… el momento había llegado.
La
conocida alarma había sonado ya en la mente del artesano, no dejaba de ser
divertido, aunque él casi la doblara en edad.
El reflejo del espejo estratégicamente colocado en un
rincón del consultorio los envolvió a ambos cuando el maravilloso resultado
final estuvo a la vista.
Algo en la mirada de ella le dijo más.
Mientras él intentaba romper el hechizo con
indicaciones médicas.
Ella aún mucho más segura y confiada en su belleza y
juventud giró quedando de frente y casi a la par.
El “gracias” que murmuró quedó desdibujado cuando se
inclinó para depositar un beso suave sobre los labios de quién había logrado su
última maravilla.
O
al menos es lo que hubiera sido si un par de brazos rápidos pero educados no se
hubiesen detenidos en los de ella frenando el gesto.
La ceja perfecta e interrogante de su paciente se levantó,
un poco sorprendida pero mucho más decepcionada…. No estaba acostumbrada a los
desplantes.
El comenzó a escribir la rutina que ella debía llevarse
indicada hasta la consulta de la próxima semana.
La guió hacia la salida cuando ella al despedirse intentó
correr un par de centímetros su beso sin
éxito otra vez.
¿Por qué? Fue la pregunta….soy mayor de edad.
“Yo también” le contestó con una sonrisa “ Sos muy
bonita, pero no está bueno mezclar…me puedo tentar, pero también puedo usar la
cabeza, hace unos años tal vez no, pero ahora esa época pasó”
“Si no es ahora… será en otro momento…. Cuando me
des el alta” la seguridad le salía por los poros.
No le dio tiempo a responder, al salir lo vio a su
novio, intentando dialogar con la rubiecita de la mesa de entradas que le
contestaba entre distraída y poco interesada.
El
joven le hizo un guiño al médico sin que la novia lo viera, haciendo un gesto
hacia la secretaria como de “te quedó bárbara”…. Compartieron una risa casi cómplice
y abandonaron la clínica.
_Fue la última…¿vamos a casa?_ le dice él estirándose
un poco en la desierta sala de espera.
_Vamos, tengo que pasar antes por la tintorería a
buscar las camisas, ¿cenàs en casa?_
_Si, pero tengo que preparar unas charlas, así que
tengo para rato, vamos a comer algo de pasada así ya llego y me pongo a
trabajar….
Fue
a buscar sus cosas, ocultando la secreta diversión de la paradoja que su mujer
ignoraba, la pareja de jóvenes, sin muchos prejuicios ni sentido de la lealtad,
haciendo cada uno sus movimientos para disfrutar de un rato de la fantasía de
un encuentro con quienes los doblaban en edad e ignorando que el delicado equilibrio de ser
marido y mujer a través de tantos años no admite ponerse en riesgo…
“otra vez será” pensó divertido, apagó la luz de su
consultorio cerrando la puerta hasta la próxima aventura…. Perdón, consulta.
Patricia Figura, septiembre de 2014
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