A MERCED DE …
Los pensamientos
escapaban una y otra vez de su mente revolucionada, inquieta, febril por
momentos.
Mientras sacaba
la ropa del canasto.
Cuando cargaba
el lavarropas a las seis y treinta de la mañana, para poder colgarla al sol
cuando volviera de trabajar, exhausta a las tres de la tarde.
O cuando tendía
las camas, odiaba verlas revueltas, la parecía que toda la casa estaba sucia, barría,
o manejaba llevando los chicos al colegio, en el trayecto a su trabajo, a la
vuelta, mientras cocinaba, hacía mandados…. En todo momento las ideas se
sumaban, germinaban, eran descartadas de un manotazo mental, sólo para surgir
nuevamente.
Se sentía a merced de vidas ajenas.
De los compromisos
que otros tomaban y que ella debía cumplir.
Los horarios
escolares, inevitables, ineludibles.
Los
extraescolares, igualmente irrevocables.
Los sociales,
que de no llevarse a cabo conllevarían a toda una retahíla de quejas y reproches.
Los laborales….jefes
asegurando entregas a término, trámites finalizados, entrevistas, horas de
colas en organismos públicos poco operativos, fallos judiciales nada
expeditivos, pero ella dando la cara, corriendo, saltando y tropezando por
cumplir con lo que otro había prometido sentado cómodamente desde un
escritorio.
A veces le parecía que no tenía las riendas de su
vida.
La pesadilla recurrente en épocas de crisis la visitaba
con más asiduidad.
Iba por una
avenida, de mucho tránsito, con los ojos muy abiertos y sin embargo sin ver
nada… oscuridad total, no podía detenerse porque sería invariablemente
atropellada por quien viniera detrás… pero sin poder ver si otro frenaba
delante suyo… luchaba por encender las luces del coche… tampoco había luces
encendidas en la calle, ni en los otros vehículos… y la velocidad no disminuía…
seguía constante, no dependía de lo que ella hiciera… estaba a merced de algo que
ni siquiera sabía de qué.
Estaba a merced de lo que otros decidieran para su día,
no cabían espacios propios, tiempos de ocio.
¿Esa era la
libertad por la que había bregado cuando era adolescente?.
Iba a ser
independiente, tener su entrada económica, no estaría atada a la casa, saldría a trabajar todos los días, no perdería
contacto con la rueda cotidiana….
La soga había cambiado.
¿Malas
elecciones?.
¿Debió ejercer
de manera autónoma para no quedar sujeta a estructuras ajenas?
¿Resignar
ingresos?.
¿Acaso tenía su vida algo especialmente
diferente a la de otras miles y millones de mujeres que llevaban adelante su
hogar, su trabajo, la salud de los viejitos de la familia, los compromisos
infantiles?
¿Qué le pasaba
a ella?.
¿Desde
cuando?.
¿Era simplemente
desagradecida por no tener una cruz en su vida sino contratiempos propios de
una familia?
O sencillamente
estaba cansada.
No era la
altura del año, nunca creyó en eso, termina uno y comienza otro, las vacaciones
tenían tantos horarios como los días laborales… claro que eran “horarios de
esparcimiento”.
Una y otra vez
las preguntas se agolpaban en su mente.
Para algunas tenía
respuestas.
Para otras….se
sumergía en su pesadilla.
Estaba segura
de que en el fondo nada quería cambiar.
No podría prescindir
de su familia.
Su marido era
compañero, leal, fuerte…. acostumbrado a hacer y deshacer en su trabajo,
aligeraba sus tareas cotidianas cuando podía, le demostraba su amor por la
familia, por ella.
Sus hijos eran
excelentes todos.
Absolutamente diferentes
entre sí.
Sanos,
felices, bullangueros, divertidos.
¿Cuál era su mosca
en la sopa?.
La falta de
tiempo personal.
Su mala administración
de las pocas horas libres.
Fantasmas de
problemas no resueltos.
Determinaciones
difíciles de tomar.
La comodidad
de que todo siga su cauce.
No tener un
problema real.
Sea como fuere….
los pensamientos podían seguir su curso, atormentarla o anestesiarla… pero era decisión de ella quedar o no a
merced de ellos también, tomarlos como un condicionante más en lugar de
convertirlos en una vía de escape.
No podía vivir
una vida de libreto, en la negligencia de acomodarse a lo que un guionista
decida por ella.
Había que
enfrentar la diaria lo mejor posible y convertir las cargas en ventajas, saber
ver lo bueno dentro de lo conflictivo y salir adelante.
Estaba bien
armada para eso…solo un poco cansada….desacelerando un poco, el cansancio pasaría…
habría un tiempo más o menos tranquilo hasta que los vaivenes de la vida la
llevaran hacia otro desafío, aunque este no consistiera en otra cosa que
descansar tranquila.
Patricia
Figura, setiembre de 2012.
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